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Benjamín Prado: «Las personas fuertes no existen. Es un mito»

Benjamín Prado: «Las personas fuertes no existen. Es un mito»

«Ya sé que mucha gente me dirá que esto se llama pragmatismo, realismo, diplomacia o sentido del Estado. Yo propondría otros nombres, abandono, injusticia, irresponsabilidad», escribía Almudena Grandes desde su tribuna en El País. El texto, publicado el 21 de diciembre del 2008, hablaba de la «puñalada» del entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero al pueblo saharaui: «Yo creía que a los saharauis ya no les quedaba ni un centímetro de espalda libre para otra puñalada, pero el Gobierno español ha encontrado hueco para asestarla». La escritora señalaba que, «discreta, casi sigilosamente», Zapatero había respaldado el plan de autonomía marroquí para el Sáhara. A cambio, continuaba, el primer ministro de Marruecos, Abbas el Fassi, había declarado que estaría dispuesto a seguir dificultando la partida de 100.000 subsaharianos que esperaban la oportunidad de subirse a una patera «para morir, quizás, en el Estrecho».

Para su amigo, el escritor y poeta Benjamín Prado (Madrid, 1961), lo anteriormente citado sigue teniendo vigencia, sobre todo teniendo en cuenta el último giro final del Partido Socialista para con el Sáhara en favor de Marruecos. En su reciente novela, Los dos reyes. Los casos de Juan Urbano (Alfaguara, 2022), Prado trata de explicar la relación entre España y Marruecos a través de Urbano, un escritor con dotes de detective, y toma como inicio los dos intentos golpes de Estado de 1971 y 1972 contra el rey Hassan II. Una tumba sin nombre, un documento y una oferta que Juan Urbano no puede rechazar —porque le puede el oficio— confluyen en cuestiones que conducen a los testigos clave. Benjamín tiene una teoría: «las novelas salen de las preguntas».

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—«’Ellos dejarán de tener grifos de oro y nosotros dejaremos de tener sed’, se oyó proclamar a uno de los cabecillas de la insurrección. Es más que probable que entre quienes asintieran convencidos al oír aquellas palabras estuviese el joven que, en gran medida, va a protagonizar esta historia», escribes. No queda claro quién es el «bueno» y quién es el «malo». De hecho, el protagonista duda también. ¿Cómo salió la idea de hacer este libro?

"Llegué a Ceuta a presentar la anterior de la serie y me contaron la historia de los tres soldados encargados de ir a matar durante ese intento de golpe de estado a Hassan II"

—Ellos no sabían lo que iban a hacer y sus jefes no sabían lo que iban a hacer una vez allí, que no parece que fue lo que estaba previsto. Llegué a Ceuta a presentar la anterior de la serie y me contaron la historia de los tres soldados encargados de ir a matar durante ese intento de golpe de estado a Hassan II. Las tres frases que le dice Hassan II son: «Vais a matar a tu rey», «Vas a matar con dolor de los creyentes» y «Por qué no me besas la mano». Pasan de ser sus inminentes ejecutores a sus salvadores (seguridad pretoriana). Según me contó el profesor José Antonio Alarcón, le dije que me acababa de dar el principio de una novela, así que me fui al hotel Puerta de África y empecé a escribirla.

—¿Por qué?

—Porque yo siempre digo que las novelas hay que escribirlas sobre algo que ya estaba ahí, no sobre algo que haya que ir a buscar. Y hacía mucho tiempo que tenía en la cabeza la idea de escribir algo de Juan Urbano sobre la Marcha Verde. Es uno de esos episodios que cuando era niño se me quedaron prendidos con anzuelos en la cabeza y de esos con los que, sin darte cuenta, vas acumulando información, biografía, artículos, comentarios, noticias… Cuando alguien saca una cerillita y la acerca a esa documentación, ésta empezará a arder, que es exactamente lo que pasó en este caso.

—Le dedicas este libro a Almudena Grandes con estas palabras de Mary Shelley: «…y entonces, cuando el viento de las noches se adueñe de las ruinas, buscará allí la música de los tiempos pasados, le oirás murmurar de nuevo su canción». ¿Era «de obligación» la dedicatoria a Almudena?

—Sí, porque Almudena, aparte de ser mi hermana y una persona cuyo hueco no llenaremos ni echando volquetes la tierra, era la madrina de toda la serie y presentaba todas las novelas. Almudena hacía una cosa muy bonita: cuando presentaba una novela, estrenaba un traje o algo de ropa. Un día la llamé y le dije: «Almu, tienes que irte comprando algo, que ya acabé la novela», y entonces me respondió: “Bueno, a ver… Me estoy haciendo unas pruebas…». Ahí me enteré de que algo pasaba y que tenía un cáncer. Ella contaba poquito. Sabía que estaba controlado, que era muy pequeño, que le iba a ganar al bicho y todo ese tipo de cosas que se dicen. ¡Cómo no! Yo siempre le gastaba a la misma broma: «Almudena, el día que se extinga la raza quedaréis tú y Will Smith, que es el que queda en todas las pelis porque es natural». Pero las personas fuertes no existen. Es un mito.

—Ella creía, tal y como escribió en El País, que a los saharauis ya no les quedaba ni un centímetro de espalda libre para otra puñalada. «Pero el gobierno español ha encontrado hueco para asestarla, discreta, casi sigilosamente, Zapatero ha respaldado el plan de autonomía marroquí para el Sáhara».

"Te preguntas por qué cuando los españoles decimos Sáhara Occidental vemos un desierto donde solo hay arena, mientras que los saharauis ven un río de oro"

—Lo mejor que se puede decir es que sigue valiendo sin ninguna duda. Todo depende de lo que quieras ver en los sitios. Por ejemplo, si quieres ver otros muros que hay en el mundo, está muy bien que veas los muros de Cisjordania y los muros con concertinas de Ceuta y Melilla o el muro de (Donald) Trump contra México… Pero es raro que nadie vea el muro que construyó Marruecos para separar al pueblos saharaui de su tierra. ¿Tú has visto una noticia sobre ese muro en los últimos 30 años? Sin embargo, es un muro dotado de todos los aparatos militares y los más sofisticados sistemas de detección, visión nocturna… Tengo la teoría de que las novelas salen de las preguntas. Cuando tú quieres contar la historia económica de los lugares, cosa que me obsesiona a mí en toda la serie, porque detrás de todo está la palabra dinero, te preguntas por qué cuando los españoles decimos Sáhara Occidental vemos un desierto donde solo hay arena, mientras que los saharauis ven un río de oro y, por lo tanto, un lugar del que sale muchísima riqueza. Eso había que investigarlo y es lo que he hecho en la novela. He descubierto el asunto de la venta de arena del que tengo que confesarte que no sabía una sola palabra. De hecho, yo quería titular la novela como Los traficantes de arena, pero no me dejó mi editora: sonaba a novela publicada hace 30 años.

—¿Por qué nos preocupa el Sáhara? Perdón, ¿por qué nos ha preocupado el Sáhara?

—No nos ha preocupado nunca, al contrario; lo hemos abandonado siempre. En el Sáhara hubo un protectorado, una manera muy sibilina de llamar a una ocupación. Se empezó a comprender —se cuenta un poquito en la novela— que había algo más que avena y calaveras de cabra porque se empezaron a construir minas para extraer fosfatos y demás. Y después, El funeralísimo [Francisco Franco], como le llamaba Rafael Alberdi, abandonó el Sáhara sin contar a los españoles que no solamente se estaba produciendo la supuestamente pacífica Marcha Verde, sino que, mientras tanto, soldados del ejército marroquí estaban ocupando por las armas otras posiciones españolas. La primera misión de Estado del actual rey emérito [Juan Carlos de Borbón] fue engañar a los saharauis y decirles que nunca les dejaría. Y la última del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido mandarle una carta a Hassan II: «Quédatelo, que a mí me entra la risa». El pobre pueblo saharaui, que es el dueño de esas tierras, no porque lo diga yo, sino porque lo dicen las Naciones Unidas, está cada vez más solo y más al otro lado de ese muro que construyó Marruecos.

—Por lo tanto, ¿el Sáhara es un problema o un compromiso para España?

"Mucho me temo que Marruecos va a seguir estando donde está, lo mismo que España. Cada uno va a ser la puerta de entrada o salida de un continente hacia el otro"

—Parece ser que ya no es nada. A pesar de que España sigue siendo, legalmente, la administradora de esa última colonia del mundo que, de manera inverosímil, sigue perviviendo en un planeta donde ya no quedan. Pero parece ser que hemos renunciado completamente al único papel digno que yo creo que tendría España ahí, que sería favorecer, tutelar o ayudar a que se devolviera al pueblo Saharaui su tierra o por lo menos una parte de tierra suficiente en la que pueda vivir al margen del dominio de Marruecos, pero mucho me temo que Marruecos va a seguir estando donde está, lo mismo que España. Cada uno va a ser la puerta de entrada o salida de un continente hacia el otro. Estados Unidos va a seguir teniendo los mismos intereses que tiene: el integrismo va a seguir —de alguna manera— empujando y hará falta que alguien ponga cerrojos para que las puertas no caigan. Pero es muy difícil que nada de esto cambie, por desgracia. Bueno, yo creo que habría que haber buscado por lo menos una solución intermedia. Pero ni eso.

—Estaba pensando en lo sucedido en la frontera con Melilla el 24-J.

—Esas verjas se abren y se cierran a conveniencia de la monarquía alauita. Eso es así. Mientras esa amenaza exista, no la amenaza de lo que pasa por las vallas de Melilla, sino de lo que podría pasar por Marruecos, en un momento determinado, de verdad abrirá las compuertas.

—El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, se defiende alegando que él solo dio la orden de proteger nuestras fronteras, pero a pesar de las pruebas mostradas sigue negando muertos en territorio español.

"Es un papel muy ingrato el de Marlaska. No estoy muy seguro de que él mismo crea en las cosas que dice cuando habla de las fronteras de Ceuta y Melilla"

—Es un papel muy ingrato el de Marlaska. No estoy muy seguro de que él mismo crea en las cosas que dice cuando habla de las fronteras de Ceuta y Melilla. Es un tema muy sensible y un territorio muy complejo. España y Marruecos son dos países separados por su cercanía, como todos los vecinos. No es una tontería que haya religiones distintas, que sean continentes distintos, que los sistemas de gobierno sean tan distintos… La monarquía española es una monarquía parlamentaria (sujeta al control del Parlamento) y la monarquía alauita es constitucional, dirimida por una constitución que lo que dice es que todo es del Rey y que se queda con el país entero prácticamente. Es muy difícil el encaje y la buena relación entre dos sistemas tan diametralmente opuestos como son el marroquí y el español.

—Juan Carlos I mantuvo muy buenas relaciones con Hassan II. ¿También Felipe VI con Mohamed VI?

—El emérito se llevaba muy bien con Hassan II. Le llamaba «primo» y lloró mucho en su entierro. Pero yo creo que la relación que tiene Felipe VI con Mohamed VI no es la misma.

—En la novela, el profesor Alarcón habla de la obsesión de Hassan II y de los planes de Rabat, encaminados a desarrollar los negocios en las regiones colindantes a España para eclipsar la actividad de las comunidades autónomas de Ceuta y Melilla y conseguir, al menos, su soberanía conjunta. ¿Ha heredado Mohamed VI esta obsesión?

—Me temo que la obsesión está heredada por Mohammed VI, sí. Todo lo que está haciendo enfrente de Ceuta, construyendo instalaciones modernísimas y centros turísticos, lo hace para atraer lo que deje de ir a Ceuta. Siempre va a estar apelando a la cogobernanza. Esto es una cosa heredada del padre y que además tiene como comodín para cualquier problema. Esto va a seguir siendo así. No tiene remedio.

—¿Qué sabe Marruecos que no quieren que sepamos nosotros?

—No sé si es una cuestión de tener informaciones ocultas. Imagino que es la inminencia de un conflicto grave entre los dos países, porque puede existir, pero no creo que sea fácil que ocurra. No creo que sea ni siquiera probable que ocurra, pero sí que creo que no es imposible que ocurra en un momento determinado si la situación se tensa hasta el límite.

—¿Crees que Mohammed VI ha heredado la baraka de su padre?

"Yo creo que España es una democracia mucho más sólida que Marruecos. De hecho, no creo que Marruecos sea una democracia de ninguna de las maneras"

—Lo que ha heredado es la pasta, hasta donde yo sé, y la ha multiplicado por dos. Lo que no sé es si se puede heredar algo que, tal vez, nunca existió, porque una parte de aquello que cuento en la novela (la búsqueda no solo de los tres soldados que, pudiéndolos matar, les salva la vida, sino la búsqueda de la supuesta abdicación que firmó Hassan II para que le perdonaran la vida y salir al exilio) tiene mucho que ver con eso. La cuestión es que si eso se encuentra, si ese papel que cae por ahí del cielo como si fuera la chocolatina de Willy Wonka, si ese papel apareciese, esa imagen cuidadosamente construida de Hassan II como un tipo de un arrojo extraordinario y casi invulnerable al miedo, con una capacidad para sobrevivir en las condiciones más adversas posibles, se derrumbaría bastante.

—¿Marruecos asesina y España patrocina?

—Yo creo que España es una democracia mucho más sólida que Marruecos. De hecho, no creo que Marruecos sea una democracia de ninguna de las maneras. Las cosas son distintas. En España hay un grave problema precisamente en la frontera, porque Marruecos la utiliza para mandar personas a la muerte (a veces) y porque tenemos un estrecho de Gibraltar que es un cementerio submarino tremendo. Y no solamente España. Soy de la teoría de que las fronteras con África deberían tener más implicación de las autoridades europeas. También es que dejar a España sola para contener todo el problema de la inmigración no es justo de ninguna de las maneras. Pienso que hay poca ayuda por parte de Europa. Siento que con Marruecos hay que tener mucho cuidado porque tiene el aval de Estados unidos y, además, entiendo que lo tenga por su posición estratégica, por su cierto distanciamiento con el integrismo y por todas estas cosas, pero es verdad que Europa podría y debería hacer mucho más, en mi opinión.

—¿Cuándo y por qué motivos a está bien vender tus ideales?

"Creo que una de las grandes derrotas que se ha producido en este siglo es la derrota de la intimidad"

—Yo creo que nunca, y el caso de Juan Urbano es exactamente ese. Los detectives de novela negra, a los cuales él se quiere parecer, tienen ideales. No sé si ideas, pero desde luego ideales. Son palabras parecidas que significan cosas diferentes. El principal problema es que hay luces apagadas que encender, cosas sepultadas que desenterrar, nombres tachados que volver a escribir, etcétera. Esto es una cosa programática, porque lo dije en la primera novela (Mala gente que camina): Juan Urbano es un personaje que va recorrer un largo camino que, sin embargo, consiste en cambiar una sola letra: ir del cinismo en al civismo. Cuando encuentra algo noble por lo que pelear, cambia y mejora como persona. Su trabajo tiene un contenido justiciero que está muy bien.

—Pero a Juan Urbano le vigilan desde el principio. ¿La libertad de expresión se ha convertido en una especie de enfermedad del habla?

—Decía Kurt Cobain que ser paranoico no significa que no te persigan. Y yo creo que soy un poco paranoico, pero sí que soy consciente de que vivo en un mundo donde el Gran Hermano está por todas partes y donde vas dejando datos, restos digitales, información sobre ti… allá donde pones un pie. Es bastante inquietante. Creo que una de las grandes derrotas que se ha producido en este siglo es la derrota de la intimidad. Ya no existe, se ha suicidado. Todo el mundo se exhibe, todo el mundo se fotografía, todo el mundo se retransmite, todo el mundo da información sobre sí mismo como si fuera una noticia digna de ser conocida por el resto de humanidad…

—¿Habrá mejoría?

—Yo creo que todo lo que cambia ha cambiado a peor siempre, porque no terminamos de aprender. No hay más que ver lo que ha pasado con la pandemia. Creía que aprenderíamos a fomentar las industrias nacionales, a incrementar las ayudas a la sanidad, que nos daríamos cuenta de que las personas mayores no pueden estar en las condiciones en las que están en muchas residencias… Y nada de eso está pasando.

—¿La izquierda va a ir a mejor?

—Lo que habría que saber es en cuántas direcciones va a ir. Ésa es la cuestión. Porque si fuera en una sola, sería más fácil. Pero soy muy poco amigo de uniformidades; me parece que siempre está bien conservar una parte de rebeldía, una parte de opinión propia, y lo de las disciplinas de voto me resulta sospechoso. La izquierda tiene que aprender a contar las cosas, porque no sabe contarlas: las que hace mal se las refrotan continuamente, mientras que las que hace bien no las sabe contar. Creo que este Gobierno está haciendo cosas bien, muchas cosas en el terreno económico, y —digamos de la solidaridad de país— está haciendo cosas que no las sabe contar y otras mal hechas que deja que las cuenten otros y no se sabe defender. Al final, el famoso relato siempre estará ahí.

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

El Sáhara jamás fue un protectorado. Fue una posesión española y luego una provincia que abandonó España. No fue la primera ni la única. Si a nadie le importa España, ¿cómo va a importar una provincia africana?

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Si importa España. ¡Cómo no va a importar! E importan unos conciudadanos, porque los saharahuis fueron tales, que han sido traicionados varias veces, no por España, sino por gobiernos corruptos y deleznables como lo fueron el último de Franco, el del zapaterismo cretínico y el actualmente denigrante y malholiente gobierno de coñalición franco-sanchista.

Si este gobierno siguiera 15 años más, Dios no lo quiera, no solo Ceuta y Melilla, sino Andalucìa sería entregada. El futuro de las andaluzas, con gobiernos podemo-socialistas, está lleno de burkas.

Importa España. ¡Digámoslo, por favor!