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Cinco poemas de «Animal aterido», de Silvia Castro Méndez

Cinco poemas de «Animal aterido», de Silvia Castro Méndez

En La peste, Albert Camus expresó: «Cada uno debió aceptar vivir al día, solo bajo el sol». Con un lenguaje muy contenido, este poemario nos habla de la experiencia de lo cotidiano en esa soledad forzada que tuvo lugar durante los meses de confinamiento estricto en el año 2020. La obra de Teresa Ramón, que dialoga con el texto de Silvia Castro Méndez, ayuda a dar cuenta de ese territorio laberíntico de la introspección y de la comunicación con los otros en un tiempo cargado de miedo e incertidumbre.

***

5.

Afuera hay unos pasos
que resuenan con glotis de cañón.
Sólo eso.
Los escucha un respiro de gruesa paciencia
tras los goznes sin vida.

La mirada entre muros.

Y el temor:
ese silencio a gritos
con liquidez plural saturada de muertos.

***

8.

Hay una bruma
de palabras pomposas.
Atrás
una gente de blanco sostiene
los cimientos,
las marismas del germen en los
casi
vencidos,
las camas agobiadas bajo lemas de helor.

Lo minúsculo explora
las esquinas.
Se bebe los humores del mundo.

Ateridos los músculos del sueño,
miro diez ataúdes cabalgar
sobre manadas de sirenas.

***

10.

La soledad es una carta no solicitada,
una casa de naipes con los muros sin luz,
el sitio
donde el mandato doblega sus pértigas
hasta casi romperlas.

El tiempo escurre su bilis
entre los triángulos de cartón.

Equilibrio
se llama su contrario
y hay un golpe cardial de monosílabos
estallando sus lanzas contra el techo.

La pared de la noche
palpita
y se dilata.

Y el ruido de un camión de la basura
nos recuerda
el pulmón que no reposa:
esa red de lo humano que sostiene el futuro.

***

13.

Movilidad.
Palabra caprichosa.
Deseo y repelús,
horror y vínculo.

En el claustro aprendemos
la elipsis de lo abierto:
caverna,
hoyo,
grieta,
oscuridad.

Una llanura habita en el revés.

Horizonte desplegado detrás de la persiana.
Los ojos que se marchan tras caballos de humo.

Pero ahora es la quietud
el único paraje donde armarnos de nido
para un día trazar la geografía del regreso.

***

16.

El silencio pasea por mi cuarto:
un refugio negándose a una calle
con disfraz de frontera.

Afuera está el sonido de las palas,
los oleajes de tierra
cayendo sobre los miles,
la piel de la derrota en féretros sin adiós.

Desde mi casa escucho llorar a una mujer.

Un largo hilo se despeña por los desagües,
su brote anónimo,
como un sigiloso estigma
volcado sobre la concurrencia de los ríos.

Llora una mujer
y no sabemos,
pero un llanto es la noria que nos arrastra a todos.
El virus en la pulpa de su eje,
el róseo lagrimal,
la ranura del pánico.

Las paredes abarcan nuestra bóveda.

Y adentro está la piel,
esa otra linde donde empieza
el continuo rumor del subjuntivo,
las alas de lo otro que aún no existe

−inclusive la nada−

el círculo del hiato
donde campa lo oscuro.

—————————————

Autoras: Silvia Castro Méndez (poemas) y Teresa Ramón (imágenes). TítuloAnimal ateridoEditorial: Centro Editores, Madrid. Edición artesanal de 100 ejemplares numerados y firmados por las autoras. Tapas en cartoné entelado, imágenes impresas en papel Fabiano de 160 g, encuadernación japonesa. Comprando un ejemplar colabora con la conservación de la artesanía del libro.

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