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Cinco poemas de «Siempre es de noche en Pyongyang», de Montse Ordóñez

Cinco poemas de «Siempre es de noche en Pyongyang», de Montse Ordóñez

Montse Ordóñez ha dado un salto enorme en su decir poético, plantándose en el limes del bosque donde el amor comienza a cubrirlo todo: la visión de la noche llena sus versos de misericordia, solo para entrar de nuevo en la desesperanza de una oscuridad que no termina . Miguel Veyrat. 

Siempre es de noche en Pyongyang (Huso poesía) es el segundo poemario de Montse Ordóñez (Barcelona, 1974) y contiene 61 poemas, con una cubierta del fotógrafo checo Josef Sudek (1896-1976). Ordóñez es gestora cultural miembro del jurado del II Premio de Poesía Editorial Verbo(des)nudo, Chile. Ha publicado en revistas literarias de USA, Chile, España, Colombia, Uruguay, Argentina y México. Colaboradora de la revista La Charca Literaria.

Cinco poemas de Siempre es de noche en Pyongyang, de Montse Ordóñez

El mar de los adentros

En este momento de la vida
Vivo en el filo del horizonte
allá donde las palabras
mueren en confrontación
con la guerra.

En este acantilado
me queda pan para un amanecer,
unos sorbos de agua
para sobrellevar la noche
y una flor mustia
para ofrendar al alba.

Observo desde aquí
la memoria del agua,
las branquias de los peces,
sal y alguna orilla
tan desolada como la mía.

En el filo de este horizonte
la escarcha llega sin los inviernos
y en su inclemencia entierro
los pies con mis olvidos.

Aquí nunca viene nadie,
el faro no ilumina,
la oscuridad aterra al curioso
como la prisa a la vida,
con ese miedo combativo
similar al de los cielos rotos.

Estoy en ese momento de la vida
en el que alquilo el horizonte
para quedarme con el filo
y con lo poco que me den
me compraré una cuerda,
enamoraré a un equilibrista
y haremos de nuestro filo
una trinchera de pan,
sorbos de agua,
flores mustias
y algo de amor
con el que mirar al alba
la memoria del agua,
las branquias de los peces.

Asustar al miedo

Un día cualquiera
decidí hacer
un ajuste de cuentas
con mis miedos
comencé a escribir
traté de curarme
de algo que no sé que es
pero sé que tengo

Publiqué un libro
cinco reseñas
siete prólogos
veintidós poemas sueltos
y una esquela

Ahora que la vida me asusta menos
quiero crear un ministerio
de tristezas y nostalgias
nombrar a Iribarren ministro
llenar panfletos de amores fallidos
escribir instancias solicitando
los besos que no robamos
y desafiar a la soledad
mirándola a los ojos

Al cerrar
nos pondremos a inventariar la vida
a poner memoria al abandono.

Elogio a la esperanza

Hay que llevar con uno algo de esperanza
para que el primer frío del otoño
no te destape y te deje
desprovisto de incertezas
Eso le pasó al dueño del bar de la esquina
y no sobrevivió a diciembre

Desde entonces ando abrigada
con capas y capas de resistencia
y cuando siento que el aire
se lleva alguna de ellas
salgo corriendo hacia el metro
en un vagón desvencijado y sucio
tomo asiento
se me caen las lagrimas
seco alguna y observo
el silencio impávido de los que me rodean
nada trasciende, nada se agita

Bajo en la siguiente parada
con un poco más de decencia
limpia de penas
ajena al miedo y la intransigencia
celebrando que esa terapia
es el mejor antídoto
contra la incertidumbre.

El día en que me faltes

A mi padre

Empiezo a sospechar
que no llevo conmigo
suficientes remedios
para dibujar en ti una sonrisa
Cada día que pasa
te descubro un nuevo temblor
un nuevo olvido
y un camino de lágrimas
que se deslizan
sin control por tu ojo izquierdo

Créeme que trato de hacer tu noche fácil
evito nombrarte a los amigos que no tuviste
tampoco nombro a esa compañera tuya
esa soledad tan abrigada
de la que nunca conseguiste desprenderte

Para ti inventé
dos vidas nuevas a Keith Richards
hasta que un día
cansado de sus desdichas
decidiste inventarle un buen final

Vi en los pliegues de tus arrugas
el reflejo de mi niñez
y me detuve a recordar
el cariño con el que inventabas mi nombre
los paseos por el Raval
o como hacíamos del absurdo
nuestro credo

Ahora ya no hablamos
todo está dicho
tan solo nos sentamos a mirar
como caen las hojas de ese árbol que te acompaña
dibujamos con los ojos el recorrido de las ramas
y cuando el frío acaricia tus manos
las cubro con las mías
me miras y asientes
esa es tu manera de darme las gracias
de decirme que me quieres
de arropar el desgarro que provoca
ver el declive de un hombre bueno

Como ves
soy precisa en describirte
porque el día en que me faltes
siempre estarás aquí conmigo.

El refugio de tu nombre

Desearía volar como si fuese palabra
y al tú nombrarme

hacerme mundo
y ser

lo que es el pan a los besos
una historia de amor.

—————————————

Autor: Montse Ordóñez. Título: Siempre es de noche en Pyongyang. Editorial: Huso poesía. Venta: Todostuslibros y Amazon

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