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Claudio Guerín Hill, autor de películas escabrosas

Claudio Guerín Hill, autor de películas escabrosas

En 1973, con anterioridad a la cabeza caliente y otras modernas grúas de grabación audiovisual, cuando las películas simplemente se rodaban —ahora dicen que «se graban», y no mienten quienes así se expresan, puesto que son un archivo de datos, como casi todo—, el cineasta, si se preciaba de serlo, debía estar allí donde colocaba su tomavistas, por muy complicado y de difícil acceso que fuera el emplazamiento.

Afortunadamente eran muy pocas, pero ya entonces había ocasiones, como las hay ahora y las habrá siempre, en que la fatalidad iba a truncar una filmografía singular y deslumbrante cuando empezaba a despuntar. Ése fue el caso del gran Claudio Guerín Hill, uno de los cineastas más personales y dotados de su generación. El dieciséis de febrero de 1973, yendo a saltar a lo alto del campanario de la iglesia de San Martiño, en Noya (La Coruña), donde había emplazado su cámara para el rodaje de uno de los planos más complicados de La campana del infierno (1973), se precipitó al vacío desde una altura de veinte metros. Cuando llegó al hospital, ya había perdido la vida.

"Entre sus colaboradoras de entonces destacaron las futuras realizadoras Josefina Molina y Pilar Miró"

Su filmografía quedó así reducida a un par de largometrajes. El segundo y póstumo, de escasa distribución y de difícil acceso incluso ahora, que el cine se expolia sin miramientos en Internet, ha quedado como toda una cinta maldita. No le faltan motivos. Pero tampoco méritos para ser calificada como una obra maestra.

Nacido en Sevilla en 1939, Guerín Hill pasó sus primeras edades en Alcalá de Guadaira. Ya en Madrid, cursó estudios de Comercio y de Filosofía y Letras, antes de matricularse en la legendaria Escuela Oficial de Cine de la Dehesa de la Villa, que en aquellos días estaba en el lugar que ahora ocupa el Instituto Oficial de RTVE. Aún se recuerdan las críticas que publicó entonces en la revista Nuestro Cine, toda una referencia en la prensa cinematográfica española. Diplomado en 1965 con el mediometraje Luciano, en sus secuencias proponía un estudio dialéctico sobre una serie de crímenes reales y la personalidad de su autor. Entre sus colaboradoras de entonces destacaron las futuras realizadoras Josefina Molina —ayudante de dirección en aquel rodaje— y Pilar Miró —script—.

Película colectiva Los desafíos.

Los comienzos de su actividad profesional también pasaron por la radio, en la que se empleó como guionista y director. Ahora bien, al igual que tantos de sus compañeros en la Escuela, lo que en verdad contó en el principio fue la publicidad. Llegado a la segunda cadena de TVE cuando ésta era el UHF y proponía las emisiones más interesantes para los espectadores más exigentes, Guerín Hill no tardó en hacerse notar en espacios documentales como Conozca usted España. Aunque sus trabajos de entonces fueron temas clásicos del universo patrio —los toros, La Mancha del Quijote, Galicia— plásticamente hablando, estos documentales, pues de eso se trata, tienen una impronta moderna —en la primera acepción de la palabra— que les distancia de la imagen tradicional con la que se retrataba nuestra geografía y nuestro folclore. No cabe duda: la práctica publicitaria aportó a la mirada de Guerín una sensibilidad que lo distancia del documentalismo romo, caduco y manido. De ahí que sorprenda el escándalo que en 1967 provocó la emisión del capítulo dedicado a Galicia, basado en un texto de Álvaro Cunqueiro.

"Lo que nadie ha puesto nunca en duda es la capacidad del malogrado realizador para los espacios dramáticos televisivos"

Cincuenta años después, en 2018, en el Festival Cortocircuito, una muestra de cine celebrada en Santiago de Compostela, todavía era objeto de polémica el cortometraje gallego de Guerín. Sus detractores lo acusaban de mostrar una imagen errónea de Galicia; sus defensores lo comparaban con el documentalismo del free cinema, el nuevo cine inglés de los años 60.

Lo que nadie ha puesto nunca en duda es la capacidad del malogrado realizador para los espacios dramáticos televisivos. Sus adaptaciones del francés Jean Anouilh —Becket— y del inglés Harold Pinter —El portero— constan en los anales. Merced a ellas, no tardó en llamar la atención de los productores de cine.

La casa de las palomas

Debutó en la gran pantalla con un filme colectivo puesto en marcha por Elías Querejeta: Los desafíos (1969). El de Guerín fue el primer fragmento, José Luis Egea y Víctor Erice dirigieron los otros dos. La casa de las palomas (1971), el primer largometraje de nuestro cineasta, fue la clásica película escabrosa de la época. Su asunto giraba en torno a la relación sentimental que una madre y su hija —incorporadas por Lucía Bosé y la maravillosa Ornella Muti, respectivamente— mantenían con el mismo hombre. Fue la clásica «cinta escabrosa», que se llamaba entonces a las películas de moralidad dudosa para la época.

"La mirada de Guerín Hill no tiene parangón con la de ningún otro cineasta español de la época"

Y así llegó el fatal rodaje de La campana del infierno, una coproducción con Francia de holgado presupuesto. Sobre un guión original de Santiago Moncada, su asunto versaba sobre un joven, Juan (Renaud Verley), al que su tía ha internado en un hospital psiquiátrico para hacerse así con su herencia. Al salir del sanatorio, el tipo llevará a cabo su venganza. Empezará por volver a seducir a sus tres primas. Pero el desquite tendrá fatales consecuencias para Juan. Más que por la escabrosidad, que aquí también es notoria, La campana del infierno cautivó a los cinéfilos por su fascinante realización. La mirada de Guerín Hill no tiene parangón con la de ningún otro cineasta español de la época. Y luego está esa modernidad que el cineasta supo enmarcar en la Galicia telúrica, la de las meigas y la Santa Compaña. Sin ir más lejos, se dice que la iglesia en la que el realizador se mató está condenada a la asimetría que le confiere un solo torreón. El cantero que la estaba construyendo corrió el mismo destino que el cineasta y la dejó sin terminar mientras levantaba el campanario. El trabajo de Guerín —apenas le quedaba una secuencia— fue concluido por Juan Antonio Bardem. Tras pasar por la cartelera autóctona sin pena ni gloria, el mito de La campana del infierno arrancó en el extranjero, donde el fantaterror español es un género venerado. De un tiempo a esta parte, ya en España, el malogrado, y por tanto maldito, Claudio Guerín Hill es un autor de culto cinéfilo.

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