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Margot Kidder: El último vuelo de Lois Lane

Margot Kidder: El último vuelo de Lois Lane

La buena suerte, como la gloria, siempre es efímera. Cuando uno es el peor enemigo de sí mismo, esa fugacidad de la fortuna es aún mayor. He ahí la historia de Margot Kidder, una de las musas más genuinas del nuevo cine americano de los años 70. Aunque la enconada animadversión contra sí misma, que se profesó desde la pubertad —cuando ya intentó quitarse la vida en varias ocasiones—, fue la causa de que nunca llegase a terminar su autobiografía, también lo fue de que toda una generación de espectadores la admirase en Hermanas (Brian de Palma, 1973) —donde nos dio lo mejor—, Black Christmas (Bob Clark, 1974) o La reencarnación de Peter Proud (J. Lee Thompson, 1975). De lo que se sigue de las anotaciones de sus diarios de adolescencia, Margot Kidder quiso ser una estrella de Hollywood porque le daba miedo no ser más que ella misma.

"Víctima de un fuerte ataque de histeria, se había arrancado las fundas de los dientes y rapado la cabeza"

La pena fue que, tras perder aquel encanto que la convirtió en una de las chicas más desenvueltas e interesantes de la pantalla de los años 70, enloqueció por el alcohol y la cocaína. El 25 de abril de 1996 fue encontrada por la policía, después de llevar tres días desaparecida, víctima de un fuerte ataque de histeria: se había arrancado las fundas de los dientes y rapado la cabeza. A los agentes les costó trabajo reconocer en ella a la Lois Lane, que sobrevolaba el cielo de Metrópolis abrazada a Superman, en todas las entregas de la saga protagonizadas por Christopher Reeve.

Como tantas de aquellas chicas desenvueltas de los años 70, que concebían las drogas como una sustancia liberadora, Margot acabó enganchada a la coca. También es triste que, para ella, víctima de un trastorno bipolar que la sumía en profundas depresiones, esta adicción fuese más perniciosa que para el resto de los mortales. Pudo haberse defenestrado con cualquier bajón, como si Superman hubiese volado bajo su ventana para salvarla.

Sisters,1973

Atrás habían quedado sus primeros días en Los Ángeles. Llegada de su Canadá natal, tras darse a conocer con pequeños papeles en series televisivas, comenzó a moverse por los mismos círculos que Brian de Palma, Martin Scorsese y algunos otros de los impulsores del nuevo Hollywood. En 1996, puesta a escribir sus memorias, cuando su ordenador fue infectado por un virus, creyó que su primer marido, el guionista Thomas McGuanne, quería matarla. Al punto desapareció, hasta ser encontrada por la policía en tan lamentables circunstancias. Nunca dejó de odiarse a sí misma.

"Margot Kidder decidió poner fin a sus días con una mezcla letal de alcohol y fármacos"

El colmo de sus males fueron dos accidentes de tráfico. El primero, en 1989, la mantuvo casi dos años alejada de la pantalla; el segundo, en 2002, otro tanto. Entre todo ello, su filmografía se vio condenada a telefilmes y películas de escaso presupuesto. Amén de en la tetralogía de Superman, también se la recuerda en títulos como Horror en Amytiville (Stuart Rosenberg, 1979). Con su historial psiquiátrico, sobra apuntar que bordaba sus creaciones para el cine de miedo. Cumple llamar la atención sobre Danielle y Dominique, las dos siamesas, inquietantes y antagónicas, que incorporaba en Hermanas.

El trece de mayo de 2018 no tuvo ningún personaje con el que exorcizarse a sí misma. De modo que Margot Kidder decidió poner fin a sus días con una mezcla letal de alcohol y fármacos. De aquella actriz que era como las chicas de los 70, que en la vida real olían a pachuli y anudaban en sus pulseras piedras de Mauritania, sólo quedaba una extraña anciana.

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