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Comerse al otro que uno mismo es

Comerse al otro que uno mismo es

¿Cómo retratar lo Real a través de lo Simbólico e Imaginario? ¿Cómo articular el caos de lo que carece de forma y sentido a partir de un determinado discurso, sea del orden que sea? Esta línea de cuestionamiento acerca de los límites o capacidades de la representación atraviesa cualquier teoría de la imagen. ¿En lo Simbólico se anuda lo Real o bien, por el contrario, la violencia de lo que adolece de referencia y significación, acaba deformando lo Simbólico hasta hacerlo un simple eco deformado de su estallido? Tarea compleja y abismal en la que, por ejemplo, las indagaciones teóricas cinematográficas no cesan de formular y reformular sus tentativas de respuesta.

El libro de Antonio José Navarro está tejido a partir de esta problemática fundamental, ahora bien, para acometerla, se centra particularmente en una cuestión particular y específica: el canibalismo. Cómo articular, desde la imaginería cinematográfica, una experiencia tan visceral, compleja, ambigua y problemática como es la del canibalismo. Cómo ir más allá de los preceptos culturales, y de los tabúes personales, y ahondar en la problemática para exhumar algo de su realidad. Para ello, como no podía ser de otra forma, su aproximación no será exclusivamente cinéfila: la antropología, filosofía, psicoanálisis, psicología, literatura o religión, por citar algunas áreas, se erigirán en los vértices sobre los que se asentará la articulación cinematográfica.

"Ha habido y hay un canibalismo litúrgico, de la misma manera que hay un canibalismo aceptado en nuestra sociedad occidental: inyección de hormonas, injertos de piel, placentofagia..."

Así pues, desde esta transversalidad, hay que leer el libro como una serie de círculos concéntricos que pretenden rodear la cuestión del canibalismo con el fin de aportar, en última instancia, el asidero para una aproximación del mismo desde el cine. Además, en otro nivel de lectura, de lo que se tratará será de observar cómo dialoga el discurso cinematográfico con el resto de discursividades y ver así sus límites e influencias, sus simbiosis y repelencias. Por ello, no es de extrañar que, en primer término, veamos cómo a través de los relatos de Vespucio, Seligman o Seabrook, se expone sin ambages los rituales, practicados por determinadas culturas, de ingesta de carne humana. Rituales que implican, asimismo, un determinado orden social pero también el goce de quien se deja absorber por ellos y los practica con la máxima delectación. Ha habido y hay un canibalismo litúrgico, de la misma manera que hay un canibalismo aceptado en nuestra sociedad occidental (inyección de hormonas, injertos de piel, placentofagia…). El tratamiento del canibalismo litúrgico también puede verse, por ejemplo, en la literatura contemporánea, como, por ejemplo, la obra de Melville Taipi: un edén caníbal que, a su vez, sirvió para popularizar el fenómeno.

"El retrato del canibalismo se convierte, en muchas ocasiones, en la excusa para abordar otros problemas, pero en todo caso es un intento de reflexionar sobre la condición humana"

En todos estos relatos, en todas estas narraciones, sean ficticias o reales, el lector siente una ambigua fascinación, una terrorífica admiración hacia aquello que lo sitúa en lo Unheimlich. Por un lado, esa fascinación procede de la concepción que tenemos del Otro como monstruo, como ser infernal que aglutina tanto nuestras sombras como el caos interior que, ineludiblemente, nos es inherente. Por otro lado, a su vez, hay deslumbramiento paralizante ante el caníbal porque representa lo abyecto del Orden: “existe el caníbal como monstruo porque es el producto de todo aquello que ha excluido y reprimido el Orden y que, en cierto momento, retorna bajo una forma monstruosa” (p. 71).

Y es aquí donde el cine puede ofrecer sus respuestas al fenómeno, o mejor dicho, sus tentativas de respuesta. Tal y como ya puede observarse en Gow the Head Hunter (Edward A. Salisbury, 1928), primera demostración cinematográfica de un acto real de canibalismo, así como en Terror sin habla (Pete Walker, 1974) o Las colinas tienen ojos (Wes Craven, 1977) o las obras que configuran las Hillbilly Horror (Deliverance, La matanza de Texas, La noche de los muertos vivientes…), Canibal Movies italianas o el cine Mondo, por no mencionar las más recientes (Ravenous, Crudo, La Carretera, The Bad Batch…) o las integrantes de lo que se ha llamado Elevated Horror, el retrato del canibalismo se convierte, en muchas ocasiones, en la excusa para abordar otros problemas (consumismo caníbal, goce del cuerpo, crítica al colonialismo o a la civilización, cosificación del ser humano…), pero en todo caso es un intento de reflexionar sobre la condición humana: una condición, tal y como nos lo muestras las películas de canibalismo zombi, por ejemplo, frágil (moral y físicamente), errante, en búsqueda de asideros para escapar de la vacuidad del mundo y de la nada de la muerte. La representación del canibalismo en el cine, de este modo, ahonda en nuestra fragilidad: en el miedo a nuestra sombra inconsciente, a nuestro alter ego abismal y reprimido dada su oscuridad, a las ansias de poder, pero simultáneamente a nuestras miserias existenciales y corporales que continuamente la sabotean.

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Autor: Antonio José Navarro. Título: El banquete infame. Representaciones del canibalismo en el cine. Editorial: Hermenaute. Venta: Todos tus libros y Casa del Libro.

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