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Cómo escribir en 7 incómodos pasos

Cómo escribir en 7 incómodos pasos

Obsesión. El primer paso siempre es la obsesión. No logro salir de la adolescencia, es un tiempo que ocupa un espacio desmesurado en mi cabeza, un globo que debo reventar. Soy una niña con hidrocefalia que ya sólo escucha canciones de entonces, Violent Femmes, La Mode, Psychedelic Furs, Golpes Bajos…

Dentro del globo, algo oscuro y viscoso, quién sabe si el secreto de la vida o acaso un trauma, no lo distingo bien.

Por primera vez tengo el título al comienzo: la memoria del alambre. Me explicaron que el alambre tiene memoria, que una vez torcido, por más que trates de enderezarlo, siempre tenderá a su posición maleada. Eso es la adolescencia, el momento en que el alambre se tuerce para siempre.

"Mi tránsito particular al mundo adulto fue abrupto. A los 15 ya había probado todo tipo de drogas, había abortado, había olvidado una infancia, había leído a Freud, había hecho una película"

Se me ocurre una frase que anoto: la adolescencia es un tumor propio creciendo en la carne extraña. Me suena vagamente. Voy a un blog que tenía hace años y descubro que me plagio a mí misma: no se acaba de salir indemne de la adolescencia. El sexo no es moneda suficiente a cambio de la inocencia. Nunca volveremos a ser tan delgados.

Mi tránsito particular al mundo adulto fue abrupto. A los 15 ya había probado todo tipo de drogas, había abortado, había olvidado una infancia, había leído a Freud, había hecho una película. Había sido inocente.

Y se me ocurre que la adolescencia es exactamente el final del verano, un tumor propio dentro de la carne extraña.

Me parece impúdico haber publicado eso. Me parece impúdico reproducirlo ahora.

Aún no sé qué quiero contar. Escribir es perseguir a ese fantasma que llevamos dentro, al que no alcanzamos a verle el rostro.

Segundo paso: encontrar un hilo conductor, ese velero que surca la superficie mientras abajo, las sardinas y los tiburones, las estrellas de mar y las praderas de poseidonias.

"¿Es capaz la memoria, sin ningún dato nuevo, sólo reorganizando los recuerdos, de alcanzar la verdad?"

Ese hilo es la música, claro. Mi protagonista va de pueblo en pueblo cantando canciones que aborrece, como una metáfora facilona de su inadaptación a un presente bisbalero y desabrido. Recuerda a Carla y las canciones que escuchaban en los 80, Carla y las aventuras que vivieron, Carla arrollada por un tren justo cuando moría de la melodía, cuando la música bakalao desalaba todos los mares.

Aún no sé bien de qué hablo.

Tercer paso: me falta una pata, la tercera. Siempre son tres. Es la memoria, sus trampas, su misterio, la memoria que es pura imaginación, la memoria que es literatura.

La historia será la respuesta a un mail de la madre de Carla que le pregunta si lo de su hija fue un suicidio o un accidente. ¿Es capaz la memoria, sin ningún dato nuevo, sólo reorganizando los recuerdos, de alcanzar la verdad?

Cuarto paso: ya soy personaje, me muevo en la Valencia de los 80, Delphine se ha convertido en Carla y yo en la narradora. Claro que a veces yo soy Carla, soy la adolescente que muere y la que sobrevive. Entro en ese territorio en que la ficción y la realidad llevan a cabo su trasvase.

"Estoy preparada para un fracaso más, que he perfeccionado tanto el arte que ahora puedo fracasar bien, con estilo"

Extraigo de mi memoria anécdotas como la de aquella vez que nos pillaron robando en El Corte Inglés, o cuando aquellos cincuentones nos dieron dinero a cambio de unos besos. Las estiro, las deformo, las ficciono.

Y cuando trato de volver a mis recuerdos originales, me doy cuenta de que están adulterados por la ficción. Aun así, constato que ahora se aproximan más a la verdad. Todo es muy extraño.

Quinto paso: no sé cómo seguir. El personaje principal no tiene nombre, y esa madre me resulta inverosímil. ¿A dónde voy? Esto es una novela fallida.

Guardo el manuscrito (que es un documento Word) en un cajón (que es una carpeta virtual) hastiada de que el lenguaje sea tan condenadamente simbólico.

Sexto paso: casi dos años después, mi amigo Néstor me pide que acabe esta historia, que quiere publicarla.

Pienso que ahora sí estoy preparada para un fracaso más, que he perfeccionado tanto el arte que ahora puedo fracasar bien, con estilo.

Aparece el padre de Carla, que siempre estuvo ahí, moviendo los hilos en la sombra, esperando su momento.

Séptimo paso: ahora ya sé que hablo de la culpa, de cómo aprender a perdonarse a uno mismo.

Por fin he logrado salir de la adolescencia. Pongo punto y final a la novela.

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Autora: Bárbara Blasco. Título: La memoria del alambre. Editorial: Tusquets. Venta: Todostuslibros.

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