Galaxia Gutenberg publica una nueva edición revisada y ampliada de un ensayo, publicado originalmente en 2009, en el que Chantal Maillard propone una ruptura con los prejuicios que rodean el mundo de la creación plástica y visual. Este libro, además, dispara contra la mercantilización del arte.
En Zenda reproducimos parte de la introducción de Contra el arte y otras imposturas (Galaxia Gutenberg), de Chantal Maillard.
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Acerca del título del libro
A modo de introducción
Los muros y los bastones sirven para apoyarnos. Dado que el suelo es horizontal y la posición natural del cuerpo humano es la vertical (respetable es, por supuesto, la opinión de quienes defienden que sea la horizontal), con vendremos en que la situación del ser humano en el mundo no ha sido nunca muy cómoda. Por eso ha necesitado siempre, más que otros animales, de utensilios –los muros, los bastones– que le ayuden a mantenerse erguidos. Los bastones hacen con el brazo las veces de arbotantes, transmiten a la tierra la fuerza de la cúpula (la cabeza) y sostienen el cuerpo. Los muros actúan de forma similar, como contrafuertes; a veces, cuando adoptan una forma circular, lo hacen como corsés, guetos o cárceles y otras, cuando su altura o su longitud es excesiva o cuando se multiplican en demasía, como obstáculos o barreras.
Podríamos pensar, como lo pensaron algunos sabios chinos, que ciertos conceptos y valores en los que vivimos hayan sido inventados para paliar la pérdida de la espontaneidad, ese saber anterior, esa armonía con las leyes del universo, lo que hace que una acción, la de un animal por ejemplo, sea certera. Una vez perdido el sentido de la armonía, dice el Laozi, fue sustituida por la humanidad y ésta, a su vez, por la justicia, hasta que también ésta fuese reemplazada por la cortesía. La ciencia y la ética serían, en último término, algunos de los nombres que le damos a nuestra estupidez.
Nuestras construcciones son fórmulas para ayudar nos a caminar con nuestra ignorancia. Pero cuando con vertimos sus aserciones en verdades, la ignorancia de viene estupidez. Los bastones se vuelven contra nosotr@s formando empalizadas y jaulas o convirtiéndose en armas destructivas, y los muros empiezan a oprimirnos. Conceptos que nos servían para entendernos devienen categorías de la realidad. Entonces es cuando lo que componíamos empieza a imponérsenos. La estructura de los muros se nos antoja, progresivamente, la del universo. Y con la pérdida progresiva de la conciencia del proceso, lo «impuesto» deviene impostura.
Para que nos entendamos, pondré un ejemplo sencillo: el de la «hiperactividad». Cuando esta palabra vino a formar parte del léxico de la psicopatología para designar un determinado conjunto de rasgos comportamentales, de repente se entendió que designaba una realidad: la hiperactividad era algo que existía antes de ser nombrado y que se había «descubierto». ¿Cómo puedo saber que mi hijo es hiperactivo?, pregunta un padre inquieto ante la posibilidad del diagnóstico de la nueva enfermedad.
Así construimos realidades. Ni la hiperactividad ni Dios ni el Arte existían antes de ser nombrados. Tampoco aquellos valores que nuestros códigos (morales, religiosos, científicos, políticos, etc.) reseñan. Si lo entendemos así es porque los muros contra los que nos apoyamos son fuertes y lo propician.
Contra esos muros es contra lo que se han escrito estas páginas. Desde una miopía congénita, por supuesto, la que padecemos tod@s l@s que hemos crecido entre ellos, pero con la suficiente voluntad de transparencia como para evaluar la resistencia de alguno y cuestionar no tanto sus materiales ni su disposición como su existencia misma. Quisiera creer que tal voluntad fuese, en mí, un rastro de ingenuidad, esa cualidad que los otros animales, a los que tanto estimo, no han perdido y que es el sustrato previo a toda impostura.
A fin de proporcionar algunas pautas de lectura, he agrupado los ensayos en tres partes. No son compartimentos estancos: hay túneles (o hilos, según se vea) que atraviesan todos los artículos (el arte y las estructuras ficcionales, por ejemplo, o India, que respecto a estas cuestiones es, de una u otra manera y por contraposición, una constante), de ahí que algunos de ellos hubiesen podido situarse indiferentemente en uno u otro grupo.
En la primera parte reúno ensayos que tienen como denominador común el arte y la estética y sus conexiones, extensiones o derivaciones en el conjunto de valores que las sociedades adoptan en uno u otro momento de su historia. En «Kitsch y globalización» quise mostrar hasta qué punto la trivialización es una estrategia de mercado. El lema de la globalización, «uniformiza y vencerás», conlleva la propagación de una categoría estética y moral, la del kitsch, en todos los ámbitos de las culturas. Esta modalidad afectiva que en nuestras regiones consideramos un residuo de la sentimentalidad posromántica es en diversos países orientales la representación de un valor social, el de la occidentalización. Y puesto que en una sociedad de mercado la virtud no hace el valor, a nadie puede extrañarle que las cosas, para convertirse en productos, hayan de ser desvirtuadas. Cualquier objeto es susceptible de ser desvirtuado; también los objetos rituales. De esto trata el capítulo «Contra el arte». Cuando un objeto, cualquiera que sea su procedencia, tradicional u otra, es introducido en el ámbito del arte (museos, salas de exposiciones), sufre un proceso de descontextualización. Se convierte en objeto para ser contemplado y pierde la función para la que fue concebido. Es ésta una de las múltiples formas que adopta la voluntad de colonización de las naciones occidentales: la anulación de los valores tradicionales, su conversión en valores de mercado.
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Autora: Chantal Maillard. Título: Contra el Arte y otras imposturas. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todos tus libros.


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