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Cuentos para niños, la faceta más desconocida de Mercè Rodoreda

Cuentos para niños, la faceta más desconocida de Mercè Rodoreda

La plaza del diamante (1962) la encumbró como escritora, pero fue en sus cuentos infantiles donde Mercè Rodoreda encontró refugio entre 1935 y 1937, años convulsos en los que publicó diecinueve de estos relatos que denominaba «literatura para criaturas» y que ahora se editan juntos por primera vez.

«De pequeña vivía maravillada», decía la ganadora del Premi D’Honor de les Lletres Catalanes (1980), y ese mundo de fantasía y horas de juego en un jardín que se transformaba a su antojo se reflejan en Cuentos para niños, editado por Siruela, unos relatos que publicó periódicamente en el diario La Publicitat y la revista Moments durante los años de la República.

Hadas, flores, tortillas o niñas tristes protagonizan esta parte de su obra «olvidada hasta el momento» que ha retomado Sergio Fernández, editor de esta antología y autor de su prólogo, que considera esta faceta de la autora «muy novedosa para la época, incluso para hoy». Novedad que, según explica Fernández a Efe, es visible en el planteamiento de ideas que no eran habituales para el público, «ni infantil ni adulto», ya que son cuentos «presididos por un aura de pesimismo que enseña que la vida no siempre es positiva», algo que cree que es «una constante en todas sus producciones», aunque «compensa con cuentos muy divertidos».

«Es una lectura que anima a que los niños participen en la aventura de forma activa» porque se les interpela y se les interroga, se les confían secretos que no saben los propios personajes o incluso se le pide su opinión sobre aquello que se les está contando», destaca el editor. En las fábulas clásicas los animales tienen roles y virtudes siempre iguales, como los leones valientes o las hormigas trabajadoras, pero Rodoreda «ni usa animales clásicos ni les da personalidades ya conocidas, deconstruye todo ese imaginario y lo hace fascinante», señala Fernández, también investigador de la Fundación Mercè Rodoreda. Esta producción le sirvió «para avanzar muchísimo como escritora y sentó muchas de las bases de su obra adulta», en la que Fernández ve claras similitudes con estos cuentos, y es por eso que cree que le tenía tanto cariño, ya que la autora incluso quiso que se editaran, lo que no llegó a ver en vida.

«Estamos viviendo un boom para rescatar la obra infantil de autores consagrados», según Fernández, que ve la recuperación de las narraciones infantiles de Miguel Delibes, Ana María Matute o la propia Rodoreda como una muestra de que «por fin nos estamos liberando de los prejuicios contra la literatura infantil».

Mercè Rodoreda nació en 1908 en el barrio barcelonés de San Gervasio, en el que creció rodeada de flores del jardín de su abuelo y literatura que leía en las rodillas de su padre, quien le puso «la lengua catalana en la cabeza y en el corazón», según las propias palabras de la autora que recoge este volumen. Abanderada del uso de la lengua catalana, la autora de obras como La plaza del diamante (1962), Espejo roto (1974), Aloma (1938) o La calle de las Camelias (1966), se exilió tras la Guerra Civil en Francia y logró volver a España en 1972, donde continuó escribiendo hasta que falleció once años después.

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