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Debe de ser la caballería del demonio

Debe de ser la caballería del demonio

«Sí, ni siquiera fui feliz en el útero. En resumen, mi período en el útero resultó bastante infernal, y, al ser expulsado, el escenario general no me pareció que mejorara demasiado. Solo intento indicar que…». Como en El Rey, de Donald Barthelme, Lapvona¸ de Ottesa Moshfegh, es una parodia, quizás, más verosímil que la que escribió Barthelme dos años antes de morir en Roma en 1989. En El Rey se mataban a más de 30 dragones auténticos; en Lapvona, en cambio, todas las mujeres violadas tenían cara de llamarse Agata, sin tilde. Es la Edad Media y todo parece valer, incluso la llegada de una precipitada parusía. Nadie fue feliz.

Ottesa Moshfegh (Boston, 1981) afirma que, como escritora, lo primero que debe hacer es traumatizar al lector. Y para ella la mejor forma de hacerlo es comparando su escritura con ver cagar a Kate Moss (sic). Discípula posible de algún Bukowski, no se considera perdedora, puesto que con Lapvona demuestra que destilar sadismo, perversión y crudeza es fácil, aunque a veces le salga parodia. Barthelme ha trazado una coordenada y Bukowski, al que podemos vislumbrar en el realismo del estilo en Lapvona, sigue, desde su senda, ofreciendo victorias. Moshfegh hila fino. Sus personajes, incluso, detectan las mentes más sucias porque les basta con encontrar las uñas más limpias.

"Hay una gran historia, una urdida trama y un buen argumento. Y un narrador que los domina a todos, quien, como Dios, usa el mejor invento de la ficción, la omnisciencia genial y virguera"

Lapvona cuenta la historia de un señor feudal, Villiam, que es gobernador de Lapvona. Un personaje vil colmado de la idiosincrasia del Peter Ustinov de Quo Vadis? Sus payasadas sádicas, y en ocasiones sangrientas, se desparramaban sobre las vidas de los lapvonienses. No así el bien más preciado y almacenado: el agua que con avaricia oculta y custodia en un lago situado en lo más alto de una colina y que provocará la sequía de los campos de Lapvona, la muerte de las reses y un periodo de canibalismo entre los aldeanos. Lapvona fue una tierra fértil y feliz hasta que Villiam heredó el poder, terminó de engordar y se pudrió.

"La novela oscila entre el gusto por lo grotesco y la voz paródica de sus personajes principales. Villiam produce la voz más estridente, con evidentes y repugnantes toques de crueldad"

Junto a Villiam, aparece Marek. Marek era feo, «con la pose con la que parecía estar eludiendo un puñetazo», aunque, imagino, menos deforme que el joven Quasimodo de Víctor Hugo. Marek pretende ir al cielo y no se harta de pensar «Dios, perdóname esta indulgencia»; es un hombre domeñado y amansado para ser siervo de Dios, pero ocurre un accidente que cambia su destino. Marek es hijo de Jude, y Jude, primo de Villiam. Vayan armando el puzle. Marek fue abandonado por su madre, Agata, que puso todos los medios para sacárselo de dentro antes de que naciese con la ayuda de Ina y una hierba rara, el aciano. A Ina no le deja de gotearle leche del pezón durante toda la novela y por ese motivo sus pechos alimentaron a la mitad de la población de Lapvona. Frente al aura mágica y supersticiosa de Ina, aparece un contrapeso religioso, en este caso pérfido: Barnabas, sacerdote con un ojo de más en su codo izquierdo, taimado y subterráneo, oscuro pese a ser ministro de Dios. Dibra, la mujer de Villiam, casquivana como aquella Ginebra que conociste con Lancelot, madre de Jacob y amante de Luka. Aquí están los principales. Hay una gran historia, una urdida trama y un buen argumento. Y un narrador que los domina a todos, quien, como Dios, usa el mejor invento de la ficción, la omnisciencia genial y virguera. Con demasiada maestría. Faltarían un par de secundarios en la escena como Lispeth, sirvienta de Jacob… ¡y de Marek! Clod, que dibuja lo que sucede durante las pantagruélicas cenas de Villiam, aunque nunca tuvo la oportunidad de hacerse un selfi con él, por sugerirle a la autora otro rasgo paródico para Lapvona; Grigor, el sabio anciano, padre de Jon y suegro de Vuna, que era como una cristiana vieja. Y toda una cohorte de sirvientes amaestrados por el miedo que son tomados como corderos llevados al matadero. Por eso congenia tan bien la ilustración de la portada de la edición española de Alfaguara, que es una de las siete versiones del Agnus Dei (1631) de Zurbarán, con todo el contenido de la novela.

La novela oscila entre el gusto por lo grotesco y la voz paródica de sus personajes principales. Villiam produce la voz más estridente, con evidentes y repugnantes toques de crueldad. Lapvona es entretenida. En ocasiones encarrila algunas páginas en el guion de Juego de tronos. Incluso recuerdas la comicidad de los Python. Magistralmente cohesionada, imbricada entre temas y remas que se suceden hasta la escena final, donde la acción y argucia de Marek anuda y cose milagrosamente todos los hilos manchados de sangre, semen y odio. Marek se olvida de Dios por un momento y ahuyenta al temido fantasma del Deus ex machina. Ve, desde arriba, Lapvona, que parece un escenario fantástico donde han sucedido cosas medievales.

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Autora: Ottessa Moshfegh. Traductora: Inmaculada Concepción López Parra. Título: Lapvona. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

© Andrew Casey.

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