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La felicidad de la incertidumbre

La felicidad de la incertidumbre

La editorial asturiana Pez de Plata nos presenta la nueva novela de Leticia Sánchez Ruiz en una cuidada edición, y como ha hecho siempre desde su andadura, con una preciosa portada, sello de la editorial.

Leticia tiene un don como escritora que pocos/as tienen, escribe para que quieras seguir leyendo. Tiene en su pluma, como se decía antiguamente, la capacidad de unir palabra tras palabra, para montar novelas maravillosas, en las que el lector mantenga el interés por devorar sus libros. ¿Y qué hay más importante para un escritor que querer ser leído? ¿Acaso los escritores, ella escritora, escriben con otro propósito que no sea el de ser leídos? Pues resulta que nunca se lo he preguntado a ninguno, pero lo haré, siempre he dado por hecho que las personas escriben para ser leídas, incluso en sus diarios secretos.

En Los detectives perdidos, Leticia mantiene la frescura de sus primeros libros, Los libros luciérnaga o El gran juego, que reconozco son los dos únicos que había leído, hasta descubrir esta novela detectivesca.

"Un caso que pasa de detective a detective, y en el que todos llegan a un callejón sin salida, con muchas preguntas y ninguna respuesta"

Es una novela de detectives cuyos protagonistas son ellos mismos, donde la autora pone de manifiesto la desesperanza que supone la pérdida de un ser querido, pero no una pérdida por muerte, secuestro, enfermedad, sino una pérdida ignota, en la que no hay respuestas, ni motivos, ni pistas. Es una trama hilada con la desaparición, de la noche a la mañana, de Andrea Cosano, con decenas de preguntas y ninguna respuesta, novia del famoso detective Alfredo Casares Biel, quien le encarga la investigación a Los Rosales (Homero y Aldara, padre e hija), porque Casares entiende que para investigar, y para todo en la vida, el exceso de pasión nos nubla los sentidos, y éstos a su vez piden ayuda a Marta Margaride que a la vez pide contar con Ignacio Albatros, Investigaciones Santana, Landero o Rosa Cubas.

Un caso que pasa de detective a detective, y en el que todos llegan a un callejón sin salida, con muchas preguntas y ninguna respuesta.

"En esta novela el silencio te ahoga, te hace entrar en el camino de la desesperación y se reivindica el diálogo, la complicidad, la sinceridad en las relaciones, la claridad"

Una de las peores cosas de la vida, salvando que las obvias de salud, amor y dinero las tienes solventadas, es no comprender los porqués de los demás, vivir con la incertidumbre de no encontrar, no saber las razones de los actos humanos, lo que nos lleva a separaciones permanentes y riñas eternas, conversaciones circulares y argumentos recurrentes, vidas cansinas, aunque con el tiempo, a veces, decides que no te importan los motivos, a pesar de que a Joaquín Sabina le sobren.

En mi anterior reseña alababa la necesidad del silencio y muchos amigos, al leerla, me dijeron que el silencio era muy importante, que muchas veces es mejor callarse. Sin embargo, en esta novela el silencio te ahoga, te hace entrar en el camino de la desesperación y se reivindica el diálogo, la complicidad, la sinceridad en las relaciones, la claridad. Porque quien desaparece por voluntad propia y sin dar explicaciones, deja huérfano al que se queda, le carga con la culpa que no tiene y le ancla a un pasado que no le pertenece o, quizá, nunca le perteneció.

"Andrea desaparece y todos los investigadores del caso se hacen la misma pregunta: ¿Qué monstruos ocultos había en esa relación socialmente perfecta? "

El que desaparece voluntariamente comete un acto de egoísmo no humano, porque no olvidemos que es diferente desaparecer que despedirte para no volver, no hablo de la muerte sino de la partida. Los abandonados acaban mutando en su cuerpo plasma por inseguridad, glóbulos rojos por miedo, que pasa a ser el único oxígeno que entra en su cuerpo, y las plaquetas que facilitan la coagulación sanguínea se sustituyen por una eterna incertidumbre que nunca coagula, los glóbulos blancos, padres del sistema inmunitario, son absorbidos por la eterna espera y así su nueva sangre recorre el cuerpo para convertirlo en alguien débil, vulnerable, apático y, como dice el otro detective oculto y narrador único de la novela, “el sufrimiento nos deforma de maneras complejas”.

Andrea desaparece y todos los investigadores del caso se hacen la misma pregunta: ¿Qué monstruos ocultos había en esa relación socialmente perfecta?

En el personaje de Albatros se pone de manifiesto no solo que los ricos no se dedican a determinadas cosas porque no necesitan hacerlo o que sí se pueden permitir la paciencia, sino que el ala negra de la desesperación trata por igual a ricos y pobres, aunque a nadie le guste “sentir que su dolor no es exclusivo”.

Nuestro cuerpo es débil y traidor, mucho más espontáneo que nosotros, pero en esta novela Leticia Sánchez Ruiz pone de manifiesto que “pasa muy pocas veces en la vida que lo extraordinario de pronto se cuele en tu rutina de forma tan clara”.

Al final, los y las detectives de esta novela se hermanan para intentar resolver “el caso” y llaman a sus reuniones el Club de La Fortuna de Oriente, pero, ¿quién obtiene las respuestas? Mejor nos quedamos con “la felicidad de la incertidumbre”.

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Autora: Leticia Sánchez Ruiz. Título: Los detectives perdidos. Editorial: Pez de Plata. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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