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Delibesismo o barbarie

El maestro Miguel Delibes, de cuyo centenario, por cierto, no estamos pudiendo disfrutar como merece, publicó su última gran novela en el año noventa y ocho. Se trata de El hereje, un título no tan celebrado dentro de su celebradísima obra, pero que pasa por ser uno de los favoritos del que ahora escribe esta columna. En dicha novela, Delibes dibuja una sociedad, la de la España del siglo XVI, capaz de cometer todo tipo de atrocidades en pos de un dogma. Con su pericia habitual, el pucelano nos coloca frente al espejo: es inevitable no identificar como propio de nuestra coyuntura el cerrilismo que alcanza el ser humano cuando se pone en duda un axioma preestablecido. Un periodista vio también este paralelismo entre el XVI y la contemporaneidad, y decidió preguntarle a Delibes si lo había pensado en 1998 a la hora de tratar el asunto. Frisaba entonces el maestro los ochenta años de edad, así que, sabio y de vuelta, contestó: «Su pregunta es anacrónica, porque entre aquella sociedad y esta hay una Ilustración por medio».

"Es sorprendente cómo es capaz de salvar el anacronismo la horda de fanáticos que tumba estatuas a golpe de Instagram Stories"

Es sorprendente cómo es capaz de salvar el anacronismo la horda de fanáticos que tumba estatuas a golpe de Instagram Stories. Si el ídolo muestra una cara que sí ha trascendido al paso del tiempo, ésta perece bajo la sentencia anacrónica de turno. Si Aristóteles escribió algún renglón a favor del esclavismo, ¿qué importa que a lo largo de estos dos milenios hayan cambiado la religiosidad, el modelo de sociedad o el concepto de clase? Caiga todo su legado estrictamente contemporáneo, caigan su Poética, sus teoremas matemáticos y los cimientos del pensamiento moderno que levantó. Si Cervantes escribió el genoma de la literatura, con bases todavía hoy vigentes, ¿acaso importa? Era español, y esos fueron muy malos hace ya unos cuantos siglos, ¡caiga su Quijote! Si Churchill escribió un párrafo chirriante, qué importa que lo hiciese en medio de varias décadas de conflicto, con dos guerras atroces y un colonialismo en ocaso, ¡caiga su lucha contra los nazis y su defensa de la democracia!

"Parece evidente que esta ola de vandalismo sólo puede salvarse como tantos otros problemas en boga hoy, con un remedio infalible: más cultura"

Hay una relación directa entre salvar el anacronismo, obviar los méritos vigentes y la incultura: porque sólo conociendo la evolución diacrónica de la historia puede ser justo un juicio moral de este calibre. Por eso parece evidente que esta ola de vandalismo sólo puede salvarse como tantos otros problemas en boga hoy, con un remedio infalible: más cultura. Porque cultura puede significar, por ejemplo, enriquecerse con la herencia de los distintos pueblos que forman el sustrato de cada país, en lugar de rechazarla de plano. O puede significar, también, ser capaz de absorber aquello por lo que Aristóteles o Cervantes perviven, en lugar de arremeter contra aquello que, como decía Delibes, es pura y simple anacronía. Al fin y al cabo, el maestro ya supo ver el remedio en la novela citada al inicio de esta columna. En uno de sus pasajes, el protagonista habla de la quema de libros que la Inquisición había llevado a cabo en Salamanca, y cierra el pasaje con una sentencia memorable: la verdad y la cultura siempre marchan unidas. Pues eso, delibesismo o barbarie.

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