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Diego Garrocho: «La columna te exige dar un puñetazo y dejar una idea»

Diego Garrocho: «La columna te exige dar un puñetazo y dejar una idea»

Nació en Madrid en el año 1984. Aún no cumple los cuarenta, pero ya puede presumir de heterodoxia. Doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid y vicedecano de la Facultad de Filosofía de esa casa de estudios, Diego Garrocho se ha convertido en una de las voces más incisivas del columnismo en distintos medios y ahora en las páginas de ABC, cabecera a la que acaba de incorporarse.

Reconocido con el II Premio de Periodismo David Gistau, Garrocho blasona independencia. Lejos de cualquier beatería cultural, acude al debate público con ideas que, aún planteadas como provocación, destilan el razonamiento de a quienes no los acompaña ningún bando. En lugar de entumecer su pensamiento, la trayectoria académica de Garrocho inyecta ironía, lucidez y originalidad a sus visiones del mundo.

"Diego Garrocho analiza y contextualiza la tradición de la que forma parte, y al hacerlo la rejuvenece"

Cursó estudios en Université de la Sorbonne (Paris-IV) y ha completado estancias de investigación en el Boston College y el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Ha impartido asignaturas como Ética, Filosofía Política, Políticas de la Diferencia, Identidades Culturales Europeas o Teoría del Conocimiento. También es autor de los libros Sobre la nostalgia (Alianza), Aristóletes: Una ética de las pasiones (Avarigani Editores) y Sócrates: La muerte del hombre más justo (Avarigani Editores).

Sobre la centralidad de la prensa como espacio del pensamiento y sin escatimar en autocrítica para la academia de que forma parte, Diego Garrocho analiza y contextualiza la tradición de la que forma parte, y al hacerlo la rejuvenece. Tiene casi la edad de la Transición, y acaso por eso su punto de vista refuta la idea de un fin de ciclo y retoma la posibilidad de pensar España más allá de la gresca.

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—En la tradición española los filósofos han formado parte esencial de los periódicos. ¿A qué eslabón de esa cadena pertenece Diego Garrocho?

—Ortega es la gran referencia para quien hace filosofía, ya sea para emanciparse o para pensar contra él. Pero he de decir que me considero heterodoxo. No creo demasiado en las líneas disciplinarias: me puede interesar Ortega, Pla o Camba. Reconozco que en el ámbito de la prensa en España se ha hecho un periodismo muy vinculado a lo literario y a las ideas. Es ahí donde reconozco muchas influencias. Camba y Pla serían obligatorios, Ortega y Chaves Nogales también. Contemporáneamente hay muchos columnistas que tienen un nivel muy alto de idea por artículo. Y por eso me honra estar en ABC, la cabecera que tradicionalmente ha ido más allá de la actualidad fervorosa o del análisis más plano, porque confía en la mirada literaria y una hermenéutica de especial lucidez. Las cosas que se dicen con una intención de estilo cambian el análisis.

—Cuando recibió el premio David Gistau aseguró que en la prensa había muchas más ideas que en la propia academia. ¿Por qué?

"El pensamiento producido desde la academia está esclerotizando y está encorsetando esa libertad que resulta imprescindible en las áreas humanísticas"

—Aquella intuición responde al buen momento que está viviendo el columnismo de opinión, porque en España se puede invertir una hora y media en leer muy buenas columnas, literatura de muy altos vuelos. Por otro lado, en esa misma frase, hay un reproche a la manera de hacer filosofía desde la academia. Los nuevos rigores de la institución están convirtiendo el territorio académico en algo especialmente yermo. Nos somete a los controles, a los índices de impacto, y eso hace que el pensamiento sea cada vez más estandarizado y conservador. Para conservar una posición en la academia se corre poco riesgo. El pensamiento producido desde la academia está esclerotizando y está encorsetando esa libertad que resulta imprescindible en las áreas humanísticas.

—¿Qué compensa más a quien se dedica a pensar: un paper, un ensayo o una columna de opinión?

—Académicamente, un paper. Pero en muchas ocasiones se publican documentos sobre asuntos que no importan a nadie, mientras que la columna te exige pegar un puñetazo y dejar una idea. Para que funcione, una columna debe tener una idea, y eso es algo que los trabajos académicos tienden a obviar, porque no hay momento tético, mientras que creo que en prensa las columnas siempre se corresponden con una afirmación tética con la que puedes estar de acuerdo o no. Uno tiene que decir algo.

—¿Es la divulgación un territorio denostado para quienes producen pensamiento?

"Atreviéndote a ser sincero puedes incluso tener más lectores. En el territorio político ocurre lo mismo. Creo que nos autocensuramos"

—La propia idea de divulgación es perversa. Es el insulto al marchamo para los libros que se venden mucho. Es una designación que parte de la envidia. Si vendes mucho haces divulgación, y si no vendes nada, pues estás haciendo una investigación sesuda, cuando es obvio que eso no es cierto. Eso no ocurre en otros países: en Francia la irrupción de los grandes pensadores, desde Sartre en adelante, está marcada por su capacidad de proyectarse. Mientras, en otros contextos como en la música y en el cine pueden combinarse el éxito y la calidad. Por ejemplo, El Padrino es una película muy taquillera y de enorme calidad, como tampoco se puede decir que los Beatles no sea uno de los mejores grupos y de un éxito tremendo, pero en el ámbito intelectual nos hace falta validar esos movimientos en su relación con las masas. Muchas veces, en la academia se invalida aquello que tiene éxito.

—Ha estudiado en Francia y EEUU. ¿Esa hibridación lo ha hecho más libre para refutar algunas ideas y expectativas?

—Me encantaría adornarlo y decir que ha sido mi experiencia extranjera, pero en realidad ha sido una necesidad absoluta. Estaba muy aburrido de hacer cosas que no me interesaban. En un momento de mi carrera en que consigo cierta estabilidad y conquisto una cierta libertad que me permite hacer cosas que me interesan, decidí plantearme otras cosas. Eso comenzó a ocurrir cuando escribí Sobre la nostalgia, me permití el lujo de escribir el libro que yo quería escribir. Descubrí que de esa manera tenía muchos más lectores, que mis ideas llegaban a mucha más gente y que ya no tengo que fingir que me interesan los temas que están en boga. Atreviéndote a ser sincero puedes incluso tener más lectores. En el territorio político ocurre lo mismo. Creo que nos autocensuramos. Es cierto que en redes pueden ocurrir determinados episodios, pero creo que tenemos un régimen de opinión pública saludable.

—Hay una geopolítica del pensamiento en el que cada vez es más difícil compartir posiciones comunes. ¿Le han obligado a pagar peajes por eso?

"En el ámbito intelectual es saludable ser omnívoro. Supone un ejercicio intelectual mucho más interesante"

—Nunca he tenido la necesidad de sentirme abrigado por un bando, quizá porque he cambiado de opinión tantas veces que habré defraudado a unos y a otros. Una vez que ya has decepcionado a todo el mundo, qué más da. ¿Qué es lo peor que puede ocurrir? Uno tiene que obligarse a una cierta valentía y una cierta audacia. Hay que ser flexible, abandonar esas trincheras de seguridad y avanzar a la intemperie.

—¿Existe un eslabón intelectual con el que mantiene una conversación?

—Las referencias que he encontrado siempre han sido lo suficientemente plurales como para que frisen la esquizofrenia. En el ámbito intelectual es saludable ser omnívoro. Supone un ejercicio intelectual mucho más interesante. Por eso defiendo la heterodoxia, que es producto de una curiosidad intelectual indómita, por eso mi carrera académica es tan plural, he cambiado de tema muchas veces: hice una tesis sobre Aristóteles, he traducido a Derrida, he renegado de Derrida y de ambos incluso, y supongo que estaré cambiando de sitio continuamente, porque me siento incómodo en los lugares. Eso me ocurre en el ámbito ideológico y personal: yo me aburro.

—Alguien que escribe es alguien que piensa, la palabra como instrumento para poner orden. ¿Cuál es su relación con la narrativa y la ficción?

—La respeto y admiro, en la distancia. Quienes nos dedicamos al mundo de las letras normalmente nos acercamos a través de la ficción. Mi profesión me ha llevado a cultivar específicamente el ensayo, pero no renuncio a la ficción.

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