Diego Moldes (Pontevedra, 1977) publica Más grande que la vida: Escritos sobre cine, 2000-2025 (Confluencias). Este libro recoge alrededor de doscientos textos y artículos escritos por el historiador del cine, publicados en el primer cuarto del siglo XXI, desde el año 2000 hasta la primavera de 2025. Contiene análisis detallados sobre películas de cineastas de los que Moldes es un experto, como Hitchcock, Polanski o Jodorowsky, o que ha estudiado en profundidad, caso de clásicos como Ford, Lang, Orson Welles, Bergman, Fellini o Sam Peckinpah, de directores modernos como Clint Eastwood, Víctor Erice, Woody Allen, Spielberg, Terrence Malick o Scorsese o de películas contemporáneas de nuestro siglo, dirigidas por Christopher Nolan, Denis Villeneuve, Guillermo del Toro o los hermanos Coen.
Este sábado, Diego Moldes responde a nuestro cuestionario.
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—¿Qué libro, película, serie, disco y obra de arte salvaría en un diluvio o un incendio?
—Imposible salvar uno solo de cada género. Hoy diría el Quijote (Cervantes), Vertigo (De entre los muertos) (Hitchcock), Juego de tronos (David Benioff y Daniel B. Weiss), The Dark Side of the Moon (Pink Floyd), y El jardín de las delicias (El Bosco).
—Puestos a salvar, elija una actriz, un actor, un personaje histórico y un político actual.
—Actriz viva, Eva Marie Saint, que cumplió 101 años este verano y es la única actriz del periodo clásico que sigue entre nosotros. Actor, Daniel Day-Lewis, que, aunque en cuarenta años solo ha aparecido en una docena de películas, todas sus interpretaciones son artísticamente excelentes. Personaje histórico, la activista feminista paquistaní Malala Yousafzai, la única persona que yo sepa que ganó un premio Nobel (de la Paz) siendo menor de edad (con 17 años), «por su lucha contra la represión de los niños y jóvenes, y por el derecho de todos los niños a la educación». Especialmente, para la educación de las niñas en su país.
—¿Qué aventura real o literaria le gustaría haber vivido?
—Aventura real, la era de la invención de la imprenta durante el Renacimiento, haber sido un humanista que hubiese vivido casi todo el siglo XV y hubiese sido protagonista de aquella expansión fascinante del conocimiento por las ciudades europeas. También el período de c. 1880 a c. 1950, que, pese a las trágicas guerras, debió de ser fascinante, por la irrupción del cine, la radio, la televisión, las vanguardias… Literaria, haber sido Ismael en Moby-Dick; o, la ballena, de Melville.
—¿Y qué recuerdo personal le gustaría que jamás se perdiera en el tiempo, como lágrimas en la lluvia?
—El nacimiento de mis dos hijos, por supuesto.
—¿Cuál es su primer recuerdo lector?
—Unos versos de Miguel Hernández que aparecían en un póster que reproducía el retrato a lápiz que le hizo en la cárcel Antonio Buero Vallejo. Era una estrofa de El niño yuntero:
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Estaba en la pared de la habitación donde dormí de niño, muy niño, tendría unos cinco años. Luego pasó a dormir allí mi hermana mayor, porque yo tenía miedo a la oscuridad.
—¿Cuál es el último libro que ha leído?
—Una novela increíble. Theodoros, de Mircea Cărtărescu, obra maestra absoluta.
—¿Puede recomendar un libro clásico?
—Sí, claro. Del siglo de las luces: La Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano (The History of the Decline and Fall of the Roman Empire), del historiador británico Edward Gibbon. En la edición española en dos tomos, de Atalanta. Insuperable.
—¿Y uno actual?
—No. Preferiría no hacerlo, como diría Bartleby…
—¿Qué libro no ha podido acabar?
—El sonido y la furia, de Faulkner; Ulises, de Joyce; Las olas, de Virginia Woolf. Los tres los empecé a leer en mi adolescencia y los abandoné. Al de Joyce he vuelto varias veces, con resultados catastróficos.
—¿Puede recitar de memoria un poema?
—Sí, varios. El primero que memoricé en el colegio fue el Romance del prisionero, que es anónimo. Creo que debe ser del siglo XIV. Nuestra profesora Maite nos dijo que memorizásemos un poema, debió ser en tercero de EGB, con ocho o nueve años, y yo elegí ese. Luego, gracias al programa de TVE La bola de cristal y a un libro de Rubén Darío de la biblioteca familiar, memoricé entera su extensa y sonora Sonatina. Al igual que la Canción del pirata, de Espronceda.
—¿Cuál es la canción más hermosa del mundo?
— “Stairway to Heaven”, de Led Zeppelin, por su potencia alegórica y su amplitud melódica y tonal. En el sentido trágico de “hermosa”, “The End”, de The Doors.
—¿Puede decirnos una heroína y un héroe —literarios o cinematográficos— imprescindibles?
—Miranda en Picnic en Hanging Rock (1967) y Eugenia Grandet (1833), de Balzac. Alphonso van Worden en Manuscrito encontrado en Zaragoza (1808).
—¿Y un personaje malvado que le fascine?
—Harry Lime en El tercer hombre (1949), libro y película. Y Jean-Baptiste Grenouille en El perfume (1985), de Patrick Süskind.
—¿Tiene una editorial y una librería preferidas?
—No. Tengo varias, en ambos casos.
—¿Cuántos libros hay en su biblioteca? ¿Qué porcentaje, aproximadamente, ha leído?
—Unos dos mil. Como no me caben en la casa de Madrid, ni en el trastero, tengo otros en Galicia, en la casa de mis padres. Habré leído unos mil quinientos. Tengo cientos de libros que no he leído y algunos que sé que no me dará tiempo a leer, pero que no compré: me los mandan las editoriales desde hace unos veinte años. Recomiendo libros en las redes con frecuencia. En el caso de las novelas y relatos, elaboro un listado desde niño llamado Grandes novelas y relatos que he leído, que actualizo en mi web.
—¿Con qué libro se ha emocionado más? ¿Ha llorado tras la lectura de alguno?
—Me emociona más la poesía que la ficción. Muchísimos poemas. Leo poesía en español, gallego, portugués, inglés e italiano (ahora releo el magistral Lavorare stanca, de Pavese). Últimamente me emocionan mucho los poemas del mexicano José Carlos Becerra, la argentina Alejandra Pizarnik, la uruguaya Idea Vilariño, el sirio Adonis… y los de Antonio Machado. Y de entre los vivos, dos luises, Luis Alberto de Cuenca y Luis García Montero, dos grandes poetas. No recuerdo haber llorado leyendo una novela, pero sí me emocioné mucho leyendo El cuarteto de Alejandría (Justine I, 1957), de Lawrence Durrell, y El corazón es un cazador solitario (1940), de Carson McCullers. En mis años juveniles, dentro de la literatura española, me emocionó mucho Réquiem por un campesino español (1960, aparecida como Mosén Millán en 1953), de Ramón J. Sender. Y aún más, ahora que lo recuerdo, Cinco horas con Mario (1966) y El príncipe destronado (1973), de Miguel Delibes. Me marcaron, por su profundidad humana. Las debí de leer con catorce años.
—¿Se ha excitado alguna vez leyendo? Si es así, ¿con qué libro?
—Sí. Con Carmilla (1872), del irlandés Joseph Sheridan Le Fanu.
—¿Cuál es el rasgo principal de su carácter?
—Empático (también algo obsesivo y persistente).
—¿Y su principal defecto?
—¿Demasiado empático?
—¿Qué aprecia más de sus amigos?
—Su lealtad.
—¿Cuál es su ocupación preferida?
—Leer. Y ver cine.
—¿Y su sueño de felicidad?
—Que mi mujer y mis hijos vivan, felices, más de cien años.
—¿Cuál es el estado actual de su espíritu?
—Sereno.
—¿Qué detesta más?
—La mentira, el odio y la manipulación, que son frutos siempre del egoísmo. En su mayor grado, esto desemboca en la guerra y, por tanto, en las muertes masivas de personas inocentes en muchos casos. Soy pacifista, como creo que lo es toda persona sensata.
—¿Qué faltas le inspiran la mayor indulgencia?
—Las cometidas por amor, claro.
—Ojalá que no tenga que ir nunca a una isla desierta, pero si así fuera, ¿qué libro se llevaría?
—El Quijote, pare releerlo mejor de lo que lo he hecho. No hay libro de ficción que invite más a su relectura. Lo mismo pasa con todos los cuentos de Borges.
—¿Y a qué persona?
—A una sola imposible: a mi mujer y mis dos hijos. No podría llevar a uno solo.
—Si todas sus respuestas han sido sinceras, diga ahora una mentira.
—Me gusta el fútbol.
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Autor: Diego Moldes. Título: Más grande que la vida: Escritos sobre cine, 2000-2025. Editorial: Confluencias. Venta: Todostuslibros.



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