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El arte de viajar

A José María Plaza

El viaje enseña, divierte, descansa. El viaje es un recreo para el ser humano, pleno de enriquecimiento, aunque puede ser también marco o medio para un trabajo, como a menudo es. Cambiamos de espacio y cambiamos un poco o un mucho de forma de ser, de personalidad, de mirada, de todo. Un viaje nos regala muchos yos diferentes que no conocíamos hasta el momento.

A casi todo el mundo le gusta viajar, y será por algo.

El viaje en literatura es esencial. El viaje es básico en la narración, en la novela, y por sí mismo constituye un hermoso género: los artículos de viaje, los libros de viaje.

Hace ya muchos años —porque ya no soy joven, aunque esté contento de cómo soy—, escribí una novela sobre el Cid y realicé bastantes viajes. Aproveché para hacer artículos de viajes, como el de Oña, que huella tan profunda dejó en mí. Fui a documentar una novela, pero aquello significó, también, un viaje a lo profundo de mi país, un conocimiento profundo de mí mismo, pero en la medida en que me veía reflejado, ampliado, dilucidado, en aquellos pueblos, incluso en aquellas carreteras y caminos.

"Porque qué gran placer es mirar todo, sentirlo, pasarlo por todo nuestro ser: las montañas, los ríos, las casas, las catedrales y las iglesias…"

Viajar es hermoso, insustituible. Ni siquiera los libros, que tanto tienen de viaje, pueden sustituir a éste. Yo, como viajo más bien por épocas, siento un poco de pereza para hacerlo; además me gusta viajar por un motivo claro, por ejemplo un trabajo, un libro, un artículo. Pero una vez que lo hago lamento no hacerlo más, y en seguida me entran ganas de lanzarme al camino como hicieron tantos escritores a los que admiro, el más cercano Camilo José Cela, que fue uno de los faros de mi vocación desde la infancia, con Delibes.

Una vez leí que Ortega y Gasset recomendaba a los escritores jóvenes que viajaran. Yo, que creo que los libros se escriben fundamentalmente en casa, leyendo y escribiendo, también estudiando, porque qué duda cabe que leer y escribir puede ser una forma de estudio, y hay textos que precisan más estudio que otros, yo que pienso de este modo, sin embargo también creo que hay que salir de casa, airearse, moverse, ver cosas interesantes que enriquezcan el cuerpo y el alma, “la mirada”, que diría nuestro Arturo Pérez-Reverte. “Un escritor es su mirada”, dice el novelista de Cartagena, y ésta es una verdad difícil de negar.

Porque qué gran placer es mirar todo, sentirlo, pasarlo por todo nuestro ser: las montañas, los ríos, las casas, las catedrales y las iglesias… hablar con las gentes, siempre sabias, porque son ellas mismas, los seres humanos, los hombres y las mujeres, las personas, que tan agradables son, que tan bien suenan, y que tan solícitas, a veces tan cariñosas, nos orientan en nuestro camino. Una ruta que no es otra que la vida.

"Sí, hay que viajar para saber todo lo que da el viaje; asimismo para saber todo lo que es capaz de dar el ser humano"

Todos hemos conocido personas maravillosas que en un minuto de nuestro viaje nos han recomendado un sitio para comer, nos han dicho qué carretera había que tomar cuando estábamos perdidos, o qué calle en la ciudad desconocida debíamos encontrar, y cómo. Ahora pienso que los seres humanos no podemos ser malos, tan malos como a veces parecemos, cuando uno se encuentra tanta gente buena durante un viaje que te orienta tan atentamente cuando lo necesitas. Sí, hay que viajar para saber todo lo que da el viaje; asimismo para saber todo lo que es capaz de dar el ser humano, que es nuestro hermano, aunque en ocasiones parezca que lo hemos olvidado.

Por otra parte hay que oxigenar la mente, dar un recreo a todo nuestro ser, por este cambio en el espacio, que también significa un cambio en el tiempo, pues el primero supone, si nos paramos a pensarlo un instante, un cambio sutil en el segundo, un cambio sutil pero verdadero. Si leer y escribir, con la libertad que ambas actividades, tan profundas, suponen, implican una máquina para viajar en el tiempo, mucho más, pienso ahora, lo es cuando el escritor viaja, lee y escribe sobre el viaje.

"El viaje realiza a su vez un trayecto en la mente del escritor, o del articulista, para darse después al lector"

Miguel Delibes, que escribió algunos libros de viajes, decía que escribir un viaje significaba algo así como el “revelado” de esa experiencia, comparando el acto de escribir el viaje con el de revelar fotografías, cuando las fotos se revelaban, por supuesto. Es decir, el escritor va viendo, hablando, moviéndose, viviendo, haciendo acopio de pequeñas experiencias —algunas pueden ser grandes—, y luego, al llegar a casa, normalmente allí, se sienta a escribir el viaje, y con esos recuerdos, con notas, con lecturas también, da forma a su texto.

Eso es lo que me ha ocurrido a mí con un viaje que acabo de realizar, de algún modo, porque esto es, más que un artículo de viajes, un artículo sobre el viaje, sobre el viajar, que no tiene poco de arte, que tiene mucho de viaje hacia dentro de nosotros mismos, por supuesto. El viaje realiza a su vez un trayecto en la mente del escritor, o del articulista, para darse después al lector. Es lo que Camilo José Cela llamaba “el fenómeno literario”.

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