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El Heavy del Bigotón y su perro Barón

El Heavy del Bigotón y su perro Barón

Barón, can de mil razas
Perro solitario 
Acechas y cazas
Barón, vives un sueño
Vives conmigo 
Mas no soy tu dueño
¡¡BARÓN!! 

Canción: “Barón”
Álbum: Perro callejero (2012)

De niño, El Heavy del Bigotón nunca pudo tener un perro: lo más similar fue Rodolfo, un pavo con el que, a falta de corral, compartía habitación y que, por aquello de que las gallináceas acaban pareciéndose a sus dueños, desarrolló un marcado gusto por la música moderna, y no era extraño oírlo gluglutear al ritmo de los Beatles. Meses después desaparecía misteriosamente poco antes de Navidad.

Afortunadamente, el ave reapareció unos días después, aunque nadie le preguntó dónde había estado, y no por desinterés, sino más bien por las dificultades de comunicación existentes entre los homo sapiens sapiens y los meleagris gallopavo domesticus. Vivió una existencia feliz, muriendo de viejo años después, aunque no sin antes protagonizar un hecho trascendental en la trayectoria del Bigotón: presentaron a Rodolfo a un concurso nacional de nuevos talentos y su sentida interpretación de «Yesterday», que habría sacado alguna lagrimita del mismísimo Paul McCartney, fue merecedora del segundo premio, y con ese dinero la madre regaló, a escondidas de su marido, una guitarra eléctrica a su hijo.

Mucho más tardaría en llegar el perro: años después, tras finalizar un concierto, y para evitar a las masas que seguramente estarían esperándole, el Heavy del Bigotón abandonó la sala por un callejón donde una sombra revolvía entre basuras. Se trataba de un chucho: mestizo, de tamaño mediano, pelo largo pero tan descuidado que lo llevaba lleno de nudos, y que para defender el hueso que acababa de encontrar mostró sus dientes a aquel desconocido que se le acercaba.

—No tengas miedo, bonito —sacó una púa de guitarra del bolsillo para apurar los restos de una lata de atún y se los ofreció al can—. ¿Te vienes conmigo?

Perdió una púa y casi el dedo, pero en ese instante decidió adoptarlo porque era obvio que estaba abandonado: la herida entre los omóplatos demostraba que su anterior dueño le había arrancado el microchip a lo bestia.

—Te llamaré Barón —le dijo, mientras en la entrada principal un único joven esperaba en vano que por allí saliera su artista preferido para decirle cuánto lo admiraba y le firmara algunos discos.

—Barón no te dará mucho amor, pero le encanta recibirlo —explicó el Bigotón en una entrevista—. No es agresivo, aunque muerde de vez en cuando para saber que tu amor es desinteresado: porque es muy fácil y no tiene mérito querer a quien mueve la cola sólo con verte.

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