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«El ruido de entonces», la novela del secuestro y asesinato del ingeniero de Lemoniz

«El ruido de entonces», la novela del secuestro y asesinato del ingeniero de Lemoniz

Este viernes se cumplen 40 años del secuestro de José María Ryan, el ingeniero de la central nuclear de Lemoniz al que ETA asesinó días después. Su historia, la de «un hombre inocente atrapado en una encrucijada», la cuenta Antón Arriola en El ruido de entonces, una novela en la que se combinan realidad y ficción.

Esta publicación, editada por Erein, llega a las librerías coincidiendo con este aniversario, aunque su proceso de gestación se inició hace tiempo por la necesidad del autor vizcaíno de «sacar a través de la escritura» lo que tenía «dentro» desde los 13 años, pues sus padres era vecinos y amigos de la familia Ryan, y vivió muy de cerca aquel dramático episodio.

Antón Arriola (Durango, 1967) hizo un primer intento cuando trató de confeccionar un relato «muy pegado a los hechos», pero fue tal el «muro de dolor» con que el que se topó al hablar con quienes sufrieron aquel asesinato que aparcó el proyecto, y el pasado año, durante el confinamiento, decidió retormarlo para hacer algo distinto. «Pasé a hacer una novela alegórica en la que no mencionaba ni a Ryan ni a la central de Lemoniz por su nombre, sino a través de trasuntos. Eso me permitió meterme en las reflexiones y emociones del personaje», ha explicado el escritor. Con ese cambio, el título pasó de El hombre sin importancia a El ruido de entonces, que hace referencia al ronroneo que despertaba a su madre muchos sábados por la mañana cuando Ryan pasaba el cortacésped por el jardín de su casa, al que daba la ventana donde ella dormía. Ha contado que a José María Ryan lo mataron un viernes y al día siguiente su madre se despertó «con ese ruido abstracto en la cabeza». Le volvió a ocurrir muchas veces después, lo que le causaba un «gran impacto» en los primeros instantes.


Ese recuerdo materno lo incorpora a la novela porque cree que tiene «más fuerza» por tratarse de algo real, motivo por el que también ha hecho «un conjunción» de lo que él vivió y de lo que oyó durante esos años a su propio padre, quien hizo la mili con Ryan y comenzó a trabajar en Iberduero (ahora Iberdrola) el mismo día en que lo hizo el ingeniero asesinado. Su padre fue asimismo, junto a otro ingeniero de Iberduero, al bosque donde los terroristas habían matado a su amigo, donde agentes de la Guardia Civil se hallaban «muy nerviosos» ante la posibilidad de que, en vez de encontrar a la víctima, ETA les hubiese tendido una trampa y fuera a explotar una bomba. «Son cosas que tienen un valor porque se vivieron de forma muy directa y que no están en los libros de Historia», ha señalado Arriola.

En esa alternancia entre realidad y ficción, reflexiona también lo que supuso para la sociedad vasca ese suceso, con el que «muchos abrieron los ojos», «se les cayó la venda» ante la violencia de ETA, la cual logró «uno de sus mayores éxitos, si no el mayor» con la paralización del proyecto de la central de Lemoniz, aunque su estrategia criminal fue contestada con manifestaciones multitudinarias en las calles.

También se pregunta el autor «si es lícito ficcionar sobre unos hechos tan trágicos y tan cercanos», y además, como un objetivo sobrevenido durante el proceso de escritura, busca «construir memoria» con la recuperación de sus recuerdos «para que esto no vuelva a ocurrir», y porque «es tiempo ya de reconciliarse». Cree que para combatir la «negación de la memoria» es importante que cada uno comparta su relato, aunque advierte de que todos ellos deben tener «aspiración de autocrítica».

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