¿Qué hace que una novela antigua con tintes folletinescos pueda ser elevada a la categoría de inmortal y que el tiempo no pase por ella? La respuesta reside en que una obra de estas características perdura cuando, más allá de su envoltorio, contiene arquetipos universales, personajes vivos, un ritmo narrativo irresistible, una mirada lúcida sobre la sociedad, un estilo propio y una emoción auténtica. Lo folletinesco es la forma, mientras que la inmortalidad nace del fondo.
El prólogo de Pérez-Reverte impulsa al lector —veterano o neófito— a adentrarse con entusiasmo en la obra. También resulta estimulante el prefacio original del autor, que aumenta el deseo de comenzar la lectura.
Dumas era escritor de ficción, no historiador. Encontraba más cómodo insertar su inventiva en hechos reales que crear acontecimientos nuevos. Bajo su talento —y con la ayuda de alguno de sus muchos colaboradores— la historia adquiere una pátina de verosimilitud que ha contribuido a la permanencia del libro.
Los tres mosqueteros destaca por su estilo ágil, humorístico e irónico, por su suspense, su acción y su profundidad psicológica. Aúna con acierto literatura y entretenimiento, exaltando valores como la amistad, la camaradería, la lealtad, la valentía y el ejercicio virtuoso de la honradez.
La dualidad entre el bien y el mal, propia de las novelas de aventuras, sigue resultando atractiva. Qué le voy a hacer si pertenezco a esa generación —de sesión doble continua a las tres de la tarde— que aplaudía y pateaba cuando llegaba el Séptimo de Caballería a salvar a los sitiados.
El gran mérito de Dumas es haber creado personajes que han pasado al panteón de los inmortales; buena prueba de ello es la cantidad de adaptaciones que se han hecho en muchas de las diversas artes del famoso cuarteto.
Una de las virtudes del libro es su extraordinaria resistencia al paso del tiempo. Con una estructura lineal y directa, ajena a barroquismos, ha superado durante más de siglo y tres cuartos numerosas críticas y sigue siendo recordado con cariño por quienes lo leímos. Su gran éxito proviene de la confluencia de lectores de orígenes, gustos y formaciones muy distintos que coincidimos en su admiración.
Hoy es raro encontrar una biblioteca que se precie y no incluya algún ejemplar de esta obra.
La novela comienza con un muchacho listo, arrogante y ambicioso que desea comerse la vida a bocados para progresar y lograr su sueño: servir a su rey en su guardia de corps, “los mosqueteros”. Todo lo que acontece a continuación es fruto de los avatares de la vida: a veces encontrarse en el sitio adecuado, y otras muchas en el lugar más inconveniente en el momento menos oportuno. Lo que sigue es una sucesión trepidante de acontecimientos que impulsan al lector a continuar la lectura sin descanso, encontrando en ella virtudes, defectos y pecados que la convierten en una novela muy humana.
Aclamada por su trama vibrante y sus personajes memorables, la obra conserva el ritmo propio de su publicación por entregas: capítulos breves y giros constantes. Entre sus puntos fuertes destacan:
- La trama: acción, duelos, amor, intrigas y giros diseñados para enganchar.
- Los personajes: carismáticos y bien definidos. Además del protagonista D’Artagnan, destacan el atormentado Athos, el fuerte Porthos, el astuto Aramis y los villanos: la pérfida Milady, el sicario Rochefort y el maquiavélico Richelieu.
- El ritmo narrativo: rápido, dinámico y adictivo.
- El idealismo junto con la justicia, honor, valentía y amistad como motores de la historia.
Entre sus aspectos más discutidos podemos mencionar:
- Inexactitudes históricas: libertades propias del folletín, de la ficción histórica. El autor retuerce la historia para que encaje en su trama
- Arcaísmos estilísticos: un estilo a veces convencional, a veces farragoso.
- Contradicciones: fruto posiblemente de la publicación por entregas y de las prisas.
Todas ellas se pueden considerar discrepancias de escasa relevancia.
Conclusión:
La historia narrada por Dumas se mantiene como una obra maestra del género de aventuras gracias a su capacidad para entretener y atrapar al lector mediante una narración llena de acción y personajes carismáticos. Si se lee entendiendo que fue concebida, en la mitad del siglo XIX, para divertir, se disfruta aún más; y pese a ello, o precisamente por ello, ha acabado convirtiéndose en una obra esencial de la literatura histórica de aventuras.
Me gustaría añadir, antes de finalizar, que, para mí, volver a leer Los tres mosqueteros representó, en estos tiempos de fragmentación cultural, pérdida de referentes y vulgarización creciente, una reivindicación —serena, pausada y elegante— del valor de la palabra: como refugio, como conocimiento y como una de las formas de seguir contando historias. En un mundo tan ruidoso, Dumas nos recuerda que la literatura, cuando es auténtica, continúa siendo un lugar donde todavía es posible encontrar refugio, consuelo y belleza.
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Autor: Alejandro Dumas. Título: Los tres mosqueteros. Traducción: Carlos Puyol. Editorial: Zenda-Edhasa. Venta: Amazon.


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