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En un lugar de África

Difícil no pensar en Joseph Conrad al empezar a leer este libro. Sin embargo, la referencia al Quijote en el título, el párrafo del mismo libro que abre la narración y, en fin, el hecho de que el autor lo lleve consigo durante el viaje nos sitúa en muy otras coordenadas. Porque si bien en El corazón de las tinieblas es el Congo también el río que se recorre, nos encontramos con dos cauces insólitamente distintos. El de Conrad, que por cierto lo remonta y no será ésta una circunstancia baladí para lo que pretenda en su obra, es mítico, fantasmagórico y palpitante porque así nos lo evoca el autor. El de Aldekoa, que lo baja, y esto tampoco, ni mucho menos, será un detalle menor para lo que el autor pretende, es también mítico, fantasmagórico y palpitante porque así lo ve el autor.

"El descenso, con Aldekoa es, al contrario, rápido, de una agilidad que no renuncia a la lucidez y que nunca termina en realidad, porque cuando uno llega al final desea volver a empezar de nuevo el libro"

Quiere decirse que con Conrad uno se pregunta cuánto de lo que cuenta es real y cuánto producto de su imaginación, al servicio, por supuesto, de su propósito narrativo. Y lleva uno en realidad interrogándose sobre ello desde que, a mediados de los 90, lo leyó. Hasta que uno ha podido leer este otro de Aldekoa, que nos muestra hasta qué punto lo real, allí, parece producto de la imaginación. Donde Conrad evoca, Aldekoa describe. Pero el efecto es el mismo: dejarnos, párrafo a párrafo, frase a frase, suspendidos en una sensación de irrealidad desasosegante. Y magnética, también. Porque resulta difícil al leerlo detenerse. Y uno quisiera hacerlo, para reflexionar, para interrogarse acerca del verdadero estatus de lo que se cuenta, si realidad o ficción, pero no puede: una frase llama a la otra y así, párrafo a párrafo, capítulo a capítulo, hasta el final. El ascenso, con Conrad, es lento, de un cansancio revitalizante que comprenderá quien haya hecho un mínimo de ejercicio intenso, y finalmente sobrecogedor. El descenso, con Aldekoa es, al contrario, rápido, de una agilidad que no renuncia a la lucidez, y que nunca termina en realidad, porque cuando uno llega al final desea volver a empezar de nuevo el libro.

"Ese Quijote se nos presenta al principio como inspiración, como bálsamo para lo que pueda pasar, pero uno acaba tentado de interpretarlo en un sentido mucho más metafórico"

El río Congo se torna aquí en elemento vivo, en algo más allá de una raya en el mapa, que es de lo que de él sabía hasta ahora quien esto escribe. De una viveza, en cualquier caso, desconcertante, por lo que de sorprendente tiene, a los ojos, al menos, de un europeo lego como quien esto firma, lo que allí sucede. Es tanta y tan variada la peripecia que aquí se relata, tan insólita y, a veces, demasiadas veces, desgarrada, que uno se pregunta también —de vez en cuando, incluso, lo desea— si no habrá trastornado al autor el libro que lee, ese Quijote que se nos presenta al principio como inspiración, como bálsamo para lo que pueda pasar, pero que uno acaba tentado de interpretar en un sentido mucho más metafórico, como si en realidad nunca lo hubiera llevado Aldekoa consigo, como si fuera algo así como una pista para el lector, una clave para interpretar todo lo que, frase a frase, va aconteciendo ante sus ojos.

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Autor: Xavier Aldekoa. Título: Quijote en el Congo. Editorial: Península. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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