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Luis Enríquez: «Feijóo es James Stewart en Liberty Valance»

Luis Enríquez: «Feijóo es James Stewart en Liberty Valance»

Luis Enríquez (Madrid, 1971), consejero delegado de Vocento, se somete a un cuestionario sobre periodismo y cultura parido con la inestimable ayuda de Juan Carlos Laviana y la discutible colaboración de la inteligencia artificial de ChatGPT.

De sobremesa en El Quinto Vino, una taberna de Cuatro Caminos, el barrio donde vivió de niño, Enríquez recuerda que el año pasado, cuando entrevistó a Gay Talese en Nueva York, el legendario periodista y escritor norteamericano le ofreció un whisky nada más entrar en su casa. «Por supuesto, le dije. Yo me lo terminé, y él no», deja caer, y pide uno con hielos.

—¿Por dónde empezamos? ¿Por Ray Donovan, o por Vocento? Esto puede ser como la pastilla roja y azul de Matrix.

—La azul, siempre la azul, pero sin ninguna duda por Ray Donovan.

—Una de sus series favoritas. ¿Qué le atrae de Ray?

—Es un perdedor. Un perdedor que se preocupa por los suyos. Que pretende hacer lo correcto, aunque la vida lo lleve por derroteros con cartas marcadas. El tener que soportar a su padre, a su hermano Terry, con el Parkinson provocado porque el padre lo enredó en combates de boxeo desiguales para ganar en las apuestas, al otro hermano, que padece unos abusos extremos, a la mujer y unos hijos a los que no acaba de entender… Ray Donovan los tiene que sacar a todos adelante. Es determinado, directo, ejecuta, habla poco.

—Donovan, salvando las distancias, es un señor Lobo como el de Pulp Fiction. El CEO de un grupo de comunicación, además de otras cosas, ¿es también un solucionador de problemas?

—«Olvídate, yo me encargo». Sí, quien trabaja en un grupo de comunicación a veces tiene que decir algo así. Pero tú puedes encargarte de tu familia, de tus hermanos, tú puedes hacer las veces del fixer, pero en un grupo de comunicación, como no montes un equipo que se encargue de las cosas estás perdido. Tienes que tener tu Avi, que ha trabajado en el Mosad, a tu Lena, que se encarga de las bases de datos y aparece con el bate de béisbol o la pistola en el momento adecuado…

—Iba a usar a Tony Soprano como pastilla de Matrix, pero preguntarle si el trabajo de un editor de periódicos a veces se asemeja al del dueño del Bada Bing igual no es procedente.

—Pero Soprano te lleva a una época del periodismo que me gusta mucho más que ésta: la época en la que se bebía whisky y se fumaba en las redacciones, y se iba a sitios como el Bada Bing.

—¿Tiene nostalgia de un tiempo que no ha vivido, como dice José Luis Garci?

—Lo cuenta Garci para recordar que lo decía mucho David Gistau: la nostalgia del tiempo no vivido. Yo tendría que haber sido un periodista de treinta años en 1967 y haber vivido esa época que Gay Talese refleja en El reino y el poder.

—Después de mencionar a José Luis Garci podemos hacer escala en Cowboys de medianoche, el programa de radio conducido por Luis Herrero en el que a veces usted sustituye al propio Garci, al bardo Luis Alberto de Cuenca o al fiscal Eduardo Torres-Dulce. Y que emite esradio, un medio que no pertenece a Vocento. ¿Ningún accionista se lo ha echado en cara?

—No, ninguno. Aunque soy un turista radiofónico, no un suplente. O más, como dijo Luis Herrero, un aspirante a suplente. Pero soy hijo profesional de la Antena 3 de Manuel Martín Ferrand y, aunque luego la vida me llevó por donde me ha llevado, la radio es mi medio, me encanta. Luis Herrero para mí era un ídolo, y cuando he tenido la oportunidad de hacerme amigo suyo y de Garci, pues imagínate: convivo con ídolos.

"Me hubiera gustado ver cómo era el Antonio Herrero que se mantuvo de pie frente al Aznar que lo quería defenestrar al año de entrar a gobernar."

—Del cowboy Luis Herrero podemos pasar a Antonio Herrero, otro de sus ídolos, del que ha escrito en ABC. Y antes ha mencionado a Gistau. ¿Nuestros muertos también nos definen?

—Sí, pero no debieran estar muertos. Hay muertos que te acompañan porque les tocaba: mi padre murió con 83 y le tocaba y está conmigo. Pero Antonio Herrero no debió morir en aquella época, sobre todo porque me hubiera gustado ver cómo era el Antonio Herrero que se mantuvo de pie frente al Aznar que lo quería defenestrar al año de entrar a gobernar. Ese Antonio Herrero que decía que la mejor forma de autorizarse como periodista, después de haber sido la gran amenaza del socialismo felipista, era convertirse en el enemigo a batir del aznarismo vigente. Hay muertos que no deberían serlo. David Gistau murió con cuarenta y nueve años, y no debía estar muerto.

—Estamos en Zenda, así que le puedo ver, si no le importa, no sólo como una persona sino como un personaje. Pero vislumbrar su Rosebud me parece complicado… ¿De dónde viene? ¿Cómo era su vida pongamos que en 1983, hace 40 años?

—Iba al colegio Maravillas, estaría en quinto o sexto de EGB… De repente me dio por ser portero de balonmano, una estupidez, porque te dan pelotazos sin medida y nadie te valora… Ese año o quizá en el 82 me hice socio del Real Madrid, con mi amigo Fernando Alquiaga… Y veía la televisión sin medida.

—Bueno, como todos los niños de nuestra generación. Teníamos sólo dos canales pero eran más que suficientes para tenernos enganchados.

—Yo me peleaba con mi hermano pequeño en el cuarto de estar, y entonces veíamos cosas que a mis amigos no les dejaban ver, como Dinastía, Dallas, Vacaciones en el mar

—… Las pelis de dos rombos…

—Todas. Incluso El pájaro espino. Mis padres eran bastante permisivos. Luego iba mucho al cine Novedades, al Campeador… Ir al cine, al Santiago Bernabéu y a los toros con mi padre eran los planes.

—¿Leía periódicos?

—Es que a mi padre, médico, le encantaba la política. Yo he tenido dos tíos que se han dedicado a la política; uno senador, en Zamora. Y a mi padre también le encantaban los medios. Yo sabía quién era Pedro Jota, Jiménez Losantos, Miguel Ángel Aguilar… Iba con mi padre a los Vips a comprar la edición de la una de la mañana de Diario 16, que era el periódico que leía…

—¿Y ya entonces escuchaba Antena 3 Radio?

—Por supuesto. Desde Antonio Herrero por la mañana hasta Balbín por la noche, pasando por García Juez por la tarde, Gomaespuma los sábados, las tertulias de Carandell y de Luis Ángel de la Viuda… Yo escuchaba todo. Y me decía: «Estos tíos se la juegan, hablan de maravilla, tienen un gran bagaje cultural».

—No teníamos internet pero quizá cuando éramos niños estábamos más informados que los chavales de ahora, con los telediarios omnipresentes, porque no había otros canales, y con periódicos de papel en los hogares. O quizá accedíamos a una información distinta.

—Mi hijo Luisito, de dieciséis años, se entera de muchos asuntos antes que yo, pero tal vez nosotros teníamos un poco más de contexto, un poquito más de profundidad. Sabíamos quién era Felipe González, por ejemplo. Recuerdo a Alfonso Guerra diciendo que el siguiente presidente de España todavía está estudiando COU. Sabíamos quién era Corcuera y la ley de la patada en la puerta o los condicionantes del Golpe de Estado del 23F. Ahora tienen más información inmediata pero menos elaborada.

—Vamos a saltar de diez en diez. En 1993, con 22 años, ¿cómo era entonces?

—En el verano del 93 hago prácticas en Pepsi, estoy terminando cuarto de carrera, en ICADE (en la Universidad Pontificia de Comillas) y me sigue interesando mucho el periodismo. Y leo El Mundo, que es el periódico que elegí en primero, al empezar la carrera. En ese año 89 nace El Mundo.

—Empezó lanzando una historia del comunismo por entregas.

—Eso es. Y luego aquel trivial que se inventó Pedro Jota, con una caja azul.

—Trabajando en Pepsi, ¿podía imaginar que acabaría trabajando en un grupo de comunicación?

—Yo quería haber sido periodista, pero mi padre no me dejó. Estaba metido en la carrera y, como todos los que estábamos en Económicas y Empresariales, me interesaba el mundo financiero y la bolsa. Pero al año siguiente, en el 94, entré en la Central Hispano de Bolsa y me pareció un coñazo atómico. Cada día se me hacía como una semana, me aburría y no aportaba ningún valor. Y a la vuelta de las prácticas de la mili universitaria, gracias a mi padre, que era el médico de Antonio Asensio, entré a trabajar en un grupo de empresas satélites de Antena 3. Y me dediqué a contratación artística, realidad 3D, teletienda,… Y acabé en Aurum, una empresa de distribución de cine con un absoluto genio que se llama Paco Ramos.

—¿Y qué aprendió allí?

—De todo. Era una huida hacia adelante continua. Asensio no daba garantías de nada, pero comprábamos cuarenta películas americanas al año y al mismo tiempo producíamos aquí mucho cine: Los lobos de Washington, Sobreviviré, La mujer más fea del mundo, El corazón del guerrero,

—Saltemos diez años más. En 2003 ya lleva tres años en Unidad Editorial. Tres años con Pedro J. Ramírez pueden cundir bastante.

—Mucho. Era maravilloso estar en Pradillo 42. Y no sólo por él sino también por el universo pedrojotiano. Con Laviana, Cuartango, Baeta, John Müller, en aquel momento primero Alfonso Rojo… Cruzarme en la primera planta de Pradillo con periodistas monumentales, que para mí eran estrellas del rock, como Victoria Prego, Fernando Mas, Múgica, Bermejo… Y bueno, Isabelita, la secretaria de Pedro Jota, maravillosa. Era el periódico de Luna nueva. Y tipos como Francisco Frechoso, Juan Carlos Escudier o Aníbal Malvar, que escribían como Dios y hacían de representantes del resto para las huelgas y las bajadas del sueldo que padecen los medios desde que yo trabajo en este sector.

—En el 2003 empezábamos a olvidar la época de las vacas gordas, los años noventa.

—Bueno, en el 2003 estábamos justo con la resaca de la crisis de las puntocom. Del 95 al 2000 hubo un subidón de publicidad interminable y una subida en ventas ligada a los scoops de Pedro Jota, con las noticias de Casimiro García-Abadillo a cuatro columnas. En 2001 llegó esa crisis, en 2002 el estrellazo contra la pared y ahí ya me tocó reestructurar las ediciones regionales de El Mundo, que tenía auténticos periódicos completos: el que montó Melchor Miralles en el País Vasco, con Iñaki Gil e Iñaki Arechavaleta, a quien luego me volví a encontrar en Vocento, las ediciones de Valladolid, de Valencia, de Andalucía, de Cataluña… Me tocó redimensionar todo aquello, con los pelos que te dejas en la gatera y la gente muy cabreada.

—Penúltimo salto. En 2013 ha pasado dos años como consejero delegado de Vocento. Y quizá se ha acostumbrado a vivir una crisis quizá interminable, o capear un mundo nuevo, ya distinto para el periodismo.

—Visto desde hoy, es exactamente la misma historia. El otro día tenía una conferencia con toda la plantilla de Vocento y les decía: «Estamos justo surfeando una ola, y tenemos que seguir en el borde de esa ola, para no caernos e irnos al fondo». Y esto ha sido así todo el tiempo. En el 2013 hicimos una apuesta decidida por ABC y por la calidad de los periódicos regionales, con directores monumentales, como Juan Carlos Martínez, Alberto Aguirre, Ángel Ortiz, Eduardo Peralta o Josemi Santamaría, tíos que dirigen periódicos que se la juegan, que plantan verdadera cara al poder establecido y que al mismo tiempo se erigen como los verdaderos defensores de sus ciudades y regiones.

—La prensa de Madrid no suele ser consciente del poderío de los regionales en sus ciudades y comunidades autónomas.

"La opinión pública de Vizcaya la marca El Correo sin lugar a dudas. Lo que sucede en Madrid a veces termina en la M-40."

—No es la prensa de Madrid, es cualquiera que haya nacido en Madrid. Cuando la gente habla de opinión pública, que si El País, El Mundo, ABC, Marca en la prensa deportiva, no es verdad en absoluto. La opinión pública de Vizcaya la marca El Correo sin lugar a dudas, y todo lo demás es residual. Para salirme de mi grupo: la opinión pública de Galicia la marca La Voz; eso, si no has nacido en La Coruña, no lo entiendes, porque crees que todo lo que sucede en Madrid irradia, y no es verdad. Lo que sucede en Madrid a veces termina en la M-40. O en la M-50 como mucho.

—Y lo que ocurre en Galicia o Bilbao muy a menudo marca la actualidad en el resto de España.

—Hay algunos países que son de prensa regional, y España es uno de ellos.

—¿Mientras haya bares habrá periódicos regionales? Cuesta entrar en un bar que no tenga varios.

—Sí. Como dice Moehringer (autor de Open y la reciente biografía del príncipe Harry), son parte de mi vida. Llegas por primera vez a Cartagena, por ejemplo, entras en un bar, pides una cerveza y ya estás como en tu casa, y la vida mejora. Los bares están están vinculados con las personas y su vida, como lo está la prensa regional con sus ciudades.

—De algo de siempre, como los bares, veamos algo recién llegado y para quedarse, como la Inteligencia Artificial. ¿Será la IA un enemigo, o un aliado de los medios de comunicación?

—Mi hija tiene 23 años y tiene un compañero de trabajo que tiene que hacer un discurso, y me ha dicho que ha recurrido a ChatGPT para que le dé una estructura. Y mi hija le ha dicho: «¿Pero qué valor tiene esto?». Hace tiempo que pienso que muchas de las cosas que están pasando no son amigas sino enemigas. Queda poco moderno pero, como decía Talese: «Hay algunas cosas que han pasado desde los ochenta que no he visto que mejoren nada».

—Pues ayer le pregunté a ChatGPT quién es Luis Enríquez, no Luis Enrique, por cierto, y…

—En el 94, cuando estaba haciendo la mili, un día en un Corte Inglés, en Barcelona, se me acercaron dos niños y me dijeron: «¿Eres tú Luis Enrique, no?». Él llevaba el pelo rapado desde los Juegos Olímpicos del 92, y yo también iba pelado. Y les firmé un autógrafo. Por una letra no les iba a amargar el día.

—Pues ChatGPT me soltó que usted, antes de unirse a Vocento, fue director de contenidos y programación de Mediaset España. Es decir, le confundió con otra persona. O mezcló mal la información.

—Pues podría pasarles entonces una reclamación por todo el dinero que me deben (y se ríe). El cargo me parece bastante inspirador. No está nada mal.

—Sin embargo, luego pregunté esto a ChapGPT: ¿Qué pregunta interesante puedo hacerle a Luis Enríquez en una entrevista periodística? Y para mi sorpresa en vez de una me dio cinco preguntas. ¿Se atreve a responderlas?

—Cómo no, pero veremos qué sale de ahí.

—Ahí van: Una: ¿Cómo cree que puede adaptarse y evolucionar Vocento para mantenerse relevante?

—Como decía Talese: haciendo un periodismo tozudo, deviant, es decir, pervertido, y despreocupado del interés nacional. Haciendo un periodismo de contrapoder.

—Dos: ¿Cómo aborda Vocento los desafíos y oportunidades que presenta el periodismo en la actualidad, como la polarización política, la proliferación de noticias falsas y la falta de confianza en los medios de comunicación?

—Haciendo un trabajo muy serio a diario. Y apartándonos en la medida de lo posible de la polarización. Los periódicos regionales, por ejemplo, son medios antipolarizables, integradores, dedicados a una comunidad. ABC probablemente sea nuestro medio de marcación más ideológica, pero lo hace huyendo de los extremos. Evidentemente, desde un ámbito conservador y liberal, pero no creo que ABC esté contribuyendo al debate nacional polarizado.

—Tres: Los medios de comunicación tienen un impacto significativo en la sociedad. ¿Cómo se asegura Vocento de cumplir con su responsabilidad social y ofrecer contenido que sea informativo, preciso y respetuoso con todos los sectores de la sociedad?

—Teniendo los profesionales adecuados y dándoles libertad para hacer su trabajo.

—Cuatro, doble: ¿Cuál es la estrategia de crecimiento de Vocento a medio y largo plazo? ¿Planea lanzar nuevas iniciativas o expandirse a otros mercados?

—Sin ninguna duda. Ya lo hemos hecho. En el ámbito de los medios de comunicación acabamos de lanzar Relevo, que no para de darnos alegrías en cuanto a premios, tráfico, impacto en redes sociales… Todo es joven, fresco, una delicia. El crecimiento en todas las iniciativas dentro de nuestro core, los medios de comunicación, cuesta mucho trabajo, pero para eso hemos venido. Y toda la estrategia de crecimiento viene por la diversificación planteada.

—Quinta: Cuenta con una amplia experiencia en la industria de medios de comunicación. ¿Qué consejos daría a los jóvenes que comienzan en esta industria?

—El mismo que dan Pedro Jota o Pedro G. Cuartango: que lean.

—Cuando usted tuiteó su entrevista a Gay Talese, el año pasado, nuestro Juan Carlos Laviana, maestro de periodistas, le dijo que había demostrado que ser editor de periódicos va mucho más allá que manejar bien los números. Se me ocurrió que Laviana podría ser una persona idónea para competir con la IA y por eso le pedí que me enviara una pregunta.

—Qué bueno.

—Pero, como la IA, en vez de una sola me ha mandado varias más. Si no le parece mal, se las traslado.

—Claro. Sacarme a Laviana es como si a un tenista junior le hablas de Nadal.

—Coincido. Primera de Laviana: Quienes le conocen dicen que, pese a su juventud, usted es un editor de periódicos a la antigua, más preocupado por el periodismo que por las cifras. ¿Nunca ha tenido la tentación de dirigir un periódico?

 —Todas las mañanas. Gracias por lo de la juventud, pero son cincuenta y uno ya. Sí, todas las mañanas, pero uno elige un camino y ya no puede volver sobre sus pasos. Pero tus tendencias son las que son.

—Segunda: ¿Qué editor de periódicos, del presente o del pasado, admira más o le sirve de referencia en su trabajo? Laviana, en vez de CEO, le denomina editor de periódicos.

—Ojo con eso. Yo, no es falsa modestia, me tengo por un ejecutivo de medios. Los editores son herederos de muchas generaciones de familias que han sido propietarias de medios, los han creado y los han desarrollado. Lo que hago es contribuir en mi humilde medida durante el lapso que me han dejado. De los que yo he conocido, Santiago Rey y Alfonso de Salas. Y sin ningún género de duda, Manolo Martín Ferrand. Y me hubiera gustado mucho conocer a Guillermo Luca de Tena.

—Tercera: Con frecuencia, los editores dicen que tienen que tomar decisiones contra su propia voluntad, decisiones que nunca les hubiera gustado tomar. ¿Cuál ha sido su peor momento como editor?

—El cierre de Punto Radio. Era una decisión empresarial contra la tripa del editor. Y cualquier reestructuración, cualquier despido, cualquier bajada de sueldo. Es terrorífico. Reducción, reestructuración, redimensión para aminorar: todas esas decisiones son malas.

"¿Cuál ha sido su peor momento como editor? Cualquier reestructuración, cualquier despido, cualquier bajada de sueldo."

—Valore los cuestionarios, por favor. ¿Laviana o ChatGPT?

—Laviana me conoce y sabe dónde preguntar. Laviana cien a uno.

—«Quizá los mejores periodistas deberían ser traidores», le dijo Talese. ¿Hay muchos traidores en periódicos como El Correo o ABC?

—Hay alguno, pero no tan marcado, como cuando Talese dijo que al infierno con el interés nacional. El interés nacional de un periodista es que se sepa lo que se puede demostrar. Y todo lo demás son cuentos chinos.

—Talese también comentó que en Estados Unidos son hipócritas y miopes al denunciar los males ajenos sin ver los propios. ¿Usted cómo ve España?

—Peor que Estados Unidos en ese campo. Se quejaba porque los estándares a los que estaba acostumbrado en los años 70 eran inabarcables. Él hablaba de periodismo pervertido, como muestra en La mujer de tu prójimo, donde pone en tela de juicio el matrimonio. ¿Eso quién lo hace ahora en España? Muy pocos.

—¿Qué cree que ocurrirá el 23 de julio?

—Que va a obtener Feijóo una mayoría de las antiguas. De las de 165 escaños.

—Una corta: en un western, ¿qué papeles tendrían Sánchez, Feijóo y Abascal?

—Feijóo es James Stewart en El hombre que mató a Liberty Valance. Abascal es Tom Doniphon, es decir, John Wayne, en esa misma película. Y los demás por descarte.

"Feijóo es James Stewart en El hombre que mató a Liberty Valance. Abascal es Tom Doniphon, es decir, John Wayne, en esa misma película."

—¿Sánchez?

—Por descarte. Estaba en esa película y ya no me voy salir.

—En un ring de boxeo, ¿por quién apostaría, por Pablo Iglesias, o por Yolanda Díaz?

—¡Qué combate de mierda! Estarían dando vueltas, bailando el uno alrededor del otro. No habría combate, sólo una especie de diálogo eterno y superfluo.

—Estos días se celebra en Madrid la Feria del Libro. ¿Qué libro le apetece comprar?

—Los que me recomienda Cuartango. Ahora tengo dos suyos y me acabo de terminar Veneno, una crónica periodística espectacular. Y tengo en la mesa, para empezar a leer, los de Emilia Landaluce y Rosa Belmonte (La mala víctima) y Ussía (El puente de los suicidas). También tengo pendiente la biografía de Brian Johnson.

—No sólo Cuartango le ha recomendado libros, ¿verdad?

—Así es. Siempre me ha gustado que me recomienden libros. Pedro Jota me dijo que me leyera The Best and the Brightest, de David Halberstam, por ejemplo. Nos pongamos como nos pongamos, en el campo periodístico Estados Unidos es Roma, y por eso me interesa mucho gente como Talese, Joan Didion o Tom Wolfe, o las biografías de Ben Bradlee o Katharine Graham. Me gustan las historias bien contadas.

—Y puestos a regalar un libro durante esta feria, por ejemplo a la hija que antes ha mencionado, ¿qué elegiría?

Todos quieren a Daisy Jones, la trasunta historia de Fleetwood Mac. Está muy bien contada.

—Para terminar: ¿cómo se marida ser padre y directivo?

—Va cada cosa por su lado. No hay mucho que ver. Supongo que cada uno tiene un estilo de paternidad. Uno quiere a sus hijos pero algunas veces, quizá, te pueden caer mejor o peor. No es mi caso. Mis cuatro hijos me caen de puta madre. Blanca, la mayor, es disfrutona; Santi, que es cerebral pero apasionadísimo de la música y del cine; Lola, una mujer inteligente con un gran carácter; y Luisito, que aspira a ser de mayor un Cuartango, que lee a Salinger, Conrad o Carrére, con dieciséis. Y que quiere escribir bien.

—¿Y le asesora?

—Yo intento llevarle con gente que le pueda asesorar. Con Rubén Amón, con Fernando Bermejo, con Jaime Rodríguez. «¿Qué hay que hacer para escribir bien?», les pregunta. Y le responden lo mismo: «Leer».

—¿Y usted de dónde saca tiempo para leer?

—Duermo poco. Hay libros que me duran tres días y otros que me cuestan un mes. Depende de los viajes, de las rachas de trabajo o de otros planes.

—¿Se obliga a terminar los libros que empieza, o en cuanto un libro no le interesa lo deja?

—Siempre los acabo. Y sufro y me cabreo cuando uno me parece una basura, como el último de Tarantino.

—Un último salto: ¿cómo se ve en 2033?

—No tengo ni idea. ¿Dónde me veo, o dónde me gustaría estar?

—Esa ya es una pregunta retórica, que puede responder quien la formula.

—Me gustaría estar escribiendo y hablando por la radio.

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Ricarrob
Ricarrob
10 meses hace

Buena entrevista. Yo le preguntaría cómo sobreviven frente al monopolio informativo y sectario de la izquierda y sobre todo frente a la creación de «relatos» y desinformación de El País.

Respecto a película, yo hubiera elegido «La guerra de las galaxias». A mi entender, el personaje de la Princesa Leia, luke Skywalker y el de Darth Vader están claros. Para dejarlo más claro aún, por si acaso, diré que la princesa es Ayuso y Luke es Feijoo. Pero se puden asignar múltiples personajes como Ja-Jar-Binks a Zapatero, Grand Moff Tarkin a Iglesias, Chewbacca a Miguel Ángel Rodríguez, Darth Maul a la Yolanda, etc. etc.

Saludos.

Raoul
Raoul
10 meses hace

¿Feijóo Randsom Stoddard y Abascal Tom Doniphon? Venga ya, como mucho Terence Hill y Bud Spencer en Le llamaban Trinidad…

Isabel
Isabel
10 meses hace
Responder a  Raoul

Totalmente de acuerdo. Esas comparaciones de Feijóo y Abascal son un insulto al western…