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Corto Maltés: siempre de paso

Corto Maltés: siempre de paso

Equatoria es el segundo y estupendo volumen de la nueva era de Corto Maltés, ahora en manos del guionista Juan Díaz Canales y del dibujante Rubén Pellejero, inspirados en la obra creada por el italiano Hugo Pratt quien, a su vez, logró con las aventuras de su personaje agrandar las fronteras de la literatura y la semántica de la imaginación a miles de lectores de varias generaciones.

De la obra de Hugo Pratt dedicada a Corto Maltés se puede pensar que sus guiones no son literatura, pero sería injusto y falto de sensibilidad afirmarlo. Sin duda estamos ante una contradicción, fácilmente resoluble si aceptamos que leyendo a Corto Maltés nos situamos en ese poderoso espacio creador donde cada palabra —y también cada dibujo— se somete al sincopado universo del cómic, pero en el que nuestra soberanía como lectores se ejerce sin límite, capaces de crear toda la literatura, todas las palabras de las que por necesidad debe prescindir una historia contada en cuatro tiras por página. Será así como nuestra imaginación, con la ayuda de nuestro bagaje lector, completará a discreción tanto el texto como esa sucesión de dibujos que se tornará fotográfica, cuasi fílmica, pero siempre literaria.

"La amada Venecia de Corto Maltés luce los mejores paños de su intrigante geografía, el viaje hacia Malta, Alejandría y Zanzibar se presenta sin dilación y pronto se detiene en el robo, la crueldad y el exterminio del colonialismo europeo en África."

Si en la primera y sobresaliente entrega, Bajo el sol de medianoche, los nuevos autores nos llevaban a la inmensidad territorial del Gran Norte presente entre Estados Unidos y Canadá, junto con un buen puñado de personajes notablemente entrelazados que aportaban una deliciosa complejidad a la trama y una serie de lances dignos del mítico marino junto con la presencia de un Jack London a la altura de la narración, en Equatoria el número de personajes se limita, la peripecia se contrae y la intriga se focaliza. Tal y como dice el propio Corto Maltés, «la historia trata de una carta falsa, un rey que nadie vio nunca y un espejo mágico». «La historia», continúa Corto, «comienza en 1165. Tras el fracaso de la primera cruzada empieza a circular por Europa una carta dirigida al emperador de Bizancio. Dicha carta venía firmada por el Preste Juan que se presentaba a sí mismo como “el más grande monarca bajo el cielo y cristiano devoto”. Ese reino se hallaba en un lugar impreciso entre África y la India y su mayor tesoro era un espejo mágico a través del cual era capaz de observar cualquier parte del reino. Pero el verdadero origen del Preste era Mongolia y al parecer era un Khan llamado Toghril, convertido al cristianismo nestoriano».

Con este comienzo, las primeras páginas ilusionan. La amada Venecia de Corto Maltés luce los mejores paños de su intrigante geografía, el viaje hacia Malta, Alejandría y Zanzíbar se presenta sin dilación y pronto se detiene en «el robo, la crueldad y el exterminio» del colonialismo europeo en África. No conviene descubrir mucho más a los lectores.

Ya en Bajo el sol de medianoche, Rubén Pellejero defendía su libertad para interpretar a Corto Maltés amparándose en la evolución técnica que el propio Hugo Pratt había tenido. Esta declaración de intenciones, sin duda más poética que real, se cumple desde el punto de vista del trazo del dibujo de algunos personajes, pero no en el de Corto Maltés. Porque las medidas de Corto las dibujó ya para siempre Hugo Pratt. En cuanto al guión, Juan Díaz Canales muestra en Equatoria una narración más contenida y sutil, de distinto aliento, acaso algo menor que la anterior, a medio camino entre las entregas más genuinas y las más inquietantes creadas por Hugo Pratt. Y con el recorte en el número de personajes, yo diría que Corto se encuentra más «agobiado» que acompañado, pues los personajes femeninos destacan más por la impronta y el atractivo que les confiere el propio Corto Maltés que per se. Lo que no obsta para percibir y valorar el esfuerzo de los autores por dotarlas de una preeminencia pareja a la del protagonista. Y así es como debemos entender las tiras de las páginas 21 y 22 cuando charla con su amiga Aida, trasunto de Ida Treat, periodista y paleontóloga americana reconvertida en reportera para National Geographic. O con el regreso imaginado de Ferida Schnitzer a África. Con todo, es Afra, la muchacha esclava que encuentran desnuda y atada en una boya y a la que rescatan, quien contiene la mayor carga emocional y cuya presencia mejor representa la denuncia de los genocidas y esclavistas europeos. Existe además, un hallazgo metafórico de altísima expresión cuando Corto le cede su chaquetón marinero a Afra. Este detalle —este chaquetón protector— recorta y significa la realidad dotando a Afra de un poder legítimo para ejercer sus derechos, su venganza, y decidir, más allá del género y la raza, su propio futuro. En medio de esta ambientación femenina, también es alentadora la presencia de Constantino Kavafis, así como la referencia a Gauguin, aunque el episodio referente al atentado a Winston Churchill quizás hubiera merecido un mayor detenimiento.

"Sería magnífico que otra nueva promoción de lectores recurrieran con urgencia a Corto Maltés, ya sea releyendo al imaginado por el italiano Hugo Pratt o vibrando con este tan genuino."

Una vez más, ahora con Equatoria, se muestra al lector que estamos ante un viajero consciente de su aventura y su tiempo, comprometido con los menos favorecidos, pero conocedor de sus límites, entrometiéndose sólo en la historia de su propio viaje o lo que es igual, en su propio destino. Y también se demuestra que el icónico Corto Maltés es un personaje clásico, y por tanto actual, porque su personalidad contiene rasgos que muchos hubiéramos deseado emular: entretenido, empático y consolador. No hay en él lugar para el romanticismo, habitante en los convulsos años de la segunda y tercera décadas del siglo XX, sino para ese estar siempre de paso —como canta Luis Eduardo Aute—, irónico y descreído, poco dado a la diplomacia y alejado de cualquier suerte de maniqueísmo. Algo que ya el marino maltés aprendiera desde aquel episodio en la mítica La balada del mar salado, cuando fue rescatado por un magnífico malvado, y desde entonces amigo, que responde al nombre de Rasputín.

 

Por todo esto, ahora que apenas quedan aventuras en el horizonte y acaso tampoco héroes o antihéroes —ni siquiera estos ciudadanos que ahora se han falsificado con encantamientos de sirenas populistas, buenistas o nacionalistas—, sería magnífico que otra nueva promoción de lectores recurrieran con urgencia a Corto Maltés, ya sea releyendo al imaginado por el italiano Hugo Pratt o vibrando con este tan genuino, recreado con pulso y exactitud, con finura y tensión por los españoles Juan Díez Canales y Rubén Pellejero. ¿A dónde nos llevarán en la próxima entrega? Quién sabe… Seguro que a cualquier lugar. A cualquiera menos a Ítaca.

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Autores: Juan Díaz Canales (guion) y Rubén Pellejero (dibujos). Título: Equatoria. Editorial: Norma. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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