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Escribir y bailar se parecen

Escribir y bailar se parecen

Dice Pilar Adón que los relatos de Iria Fariñas se suceden entre el gozo de narrar y la belleza de lo narrado. Con una palabra poética que no alivia la tensión de lo que cuenta, sino que la incrementa, con una dulzura envenenada, la autora se fija en lo que hacen las niñas cuando nadie las mira, en vidas adolescentes que conocen la desesperación, a veces el colapso y también el delirio, en las sombras que se forman en los claustros y en la rebeldía de unas criaturas que son subterráneas, que han soportado durante demasiados años el hastío de ser ellas mismas o que esperan y esperan aunque no sepan qué.

En este making of Iria Fariñas cuenta cómo escribió Ahí donde el riesgo late (Piezas azules).

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El primer relato de Ahí donde el riesgo late fue también el primer relato en escribirse. Orden y cronología coincidieron. Surgió en marzo de 2023, en un momento en el que me desbordaba la incertidumbre. En noviembre de 2022 había publicado “Ruido de cicatriz” con la ya difunta (pero no olvidada) editorial InLimbo. Recuerdo enviarle el relato por WhatsApp a mi editora de entonces, Ana Martínez Castillo. Me dijo: “Está naciendo un libro”. Y creo que ninguna teníamos idea de lo preciso de su enunciado.

Ese mismo mes escribí dos fragmentos narrativos que después se entrelazaron para forjar la base del relato “Al fondo de cada garganta desovan los anfibios”, el cual ha terminado ilustrando la portada. Creo que, ya desde el principio y sin yo saberlo, sus dos protagonistas conformaron la esencia de este libro: dos adolescentes raras que son amigas por encima de la violencia y de la pérdida.

"Es algo que me suele pasar: escribo de repente y escribo mucho, sin tener la menor idea de lo que estoy haciendo, pero siguiendo una suerte de intuición"

Todo lo que escribí aquel mes tenía que ver, por un lado, con una extrañeza cercana a lo monstruoso y, por otro, con la intuición, las premoniciones y los augurios. Viví 2023 como un año de cambios: hice varios amagos de mudanza, estuve de un lado para otro sin tener nada muy claro, me enamoré precipitadamente y me rompieron el corazón. También fue el año en el que me seleccionaron por primera vez para el Premio Energheia (gracias al relato “No habrá tormenta sin néctar ni escarcha”), el cual me llevó a Matera durante una semana e inspiró el relato más largo del libro, “Ventana de emergencia”. Pero, ante todo, fue el año en el que la amistad y la familia me salvaron, y en el que los cimientos de este libro emergieron de golpe y sin pedir permiso.

Terminé de escribirlo en enero de 2024, apenas dos meses después de una ruptura que había cambiado la dirección de mi vida de la noche a la mañana. Desde principios de diciembre había entrado en una vorágine de escritura imparable de la que surgieron casi tres cuartas partes del libro. Es algo que me suele pasar: escribo de repente y escribo mucho, sin tener la menor idea de lo que estoy haciendo, pero siguiendo una suerte de intuición.

"Cierras los ojos y ves destellos. Unes los destellos y formas un camino"

Hace poco, en la presentación del libro Tiempo profundo, de Ana Gorría, pregunté a la autora por su relación con la intuición. Esta, muy acertadamente, me preguntó que qué significaba para mí ese término. En el momento no supe responder, pero la cuestión se quedó flotando en mi cabeza todo el día. Esto también me pasa a menudo. Más tarde, de regreso a casa, pensé: la intuición es un baile que se produce en el territorio de la duda. Ahí, la duda se convierte en algo fértil, lleno de posibilidades, donde tomas riesgos con una certeza luminosa. Cierras los ojos y ves destellos. Unes los destellos y formas un camino. No sé si tiene que ver con conocimiento acumulado, si interviene una parte más primaria de nuestro cuerpo o si es la capacidad de crear un sentido del azar, pero la intuición me resulta indispensable, tanto en la creación como en la vida.

"Pilar Adón aceptó escribir la contraportada con las palabras más amables del mundo, así como Rodrigo García Marina hizo con el prólogo"

Elegí el título cuando estaba a punto de terminar el primer borrador (otra cosa que me sucede casi siempre: los títulos surgen al final). Ahí donde el riesgo late era, en su origen, un verso de un poema inédito. Lo estaba releyendo para enviar el manuscrito que lo contenía a un premio cuando se trazó una línea que conectaba ambos textos. Me di cuenta de que aquel poemario también hablaba de profecías autocumplidas, de la búsqueda de señales en un mundo caótico y del peligro que este entraña. Debían, por tanto, guiñarse un ojo el uno al otro.

El mismo enero en que terminé el primer borrador lo envié, tal cual estaba, a la convocatoria que había abierto Piezas Azules. El 16 de julio de 2024 me escribieron para anunciarme que lo habían seleccionado para publicarlo en 2025. Firmamos el contrato en una terraza con brisa de septiembre, donde conocí en persona a la que sería mi editora: Patricia Lodín. La otra pata de Piezas Azules, Andrea López Montero, contactó con Verónica Durán para las hermosísimas ilustraciones que acompañan el texto. Verónica y yo empezamos a mandarnos audios cada vez más largos, que se fueron apartando del libro para sumergirse en el vuelo en picado de los aviones comunes, la simbología del tarot y las similitudes entre las hipótesis y los conjuros. Pilar Adón aceptó escribir la contraportada con las palabras más amables del mundo, así como Rodrigo García Marina hizo con el prólogo. Este libro, desde su inicio, fue una promesa de compañía. Qué agradecida me siento de haber tomado el riesgo.

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Autora: Iria Fariñas. Título: Ahí donde el riesgo late. Editorial: Piezas azules. Venta: Todos tus libros.

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basurillas
basurillas
2 meses hace

Maravillosa tu descripción del proceso creativo que comparto, donde los aviones se transmutan en golondrinas aunque, a veces, en mi mente, tomen la forma de un flamante e iniciático Me-262 cuyo nombre y clase coinciden.