FB

Primero fue un rechazo radical, luego un combate entre un no sé y un quizás, y al fin, tiempo después, como el amor, como la fiebre, como una pasión imprevista te lleva por delante, la relación se vio de cuajo escalando incurable.

Primero fue intuir que aquel pintor incómodo —grosero a veces, impecable otras—, y su pincel violento, podían cobijar, más allá de sus trazos y huesos desahuciados, un conato de alma… Luego sentir un día que los años pasan, y el deterioro ahí, y ese final fatal que ya advertía Malraux sobre la condición humana, ya no era sólo el miedo a envejecer yo mismo, sino la destrucción más real, más cierta al lado, más sin metáfora, y encima, ¡dios!, y eso sí que ya me era insoportable, contemplar el cuerpo de la mujer más hermosa, llamémosla madre, mujer de carne y humo, idealizada, llamémosla cada uno por el nombre que más ame, o que más madre, mujer de carne y hueso, destrozada, muriéndose durante tres semanas infames. La madre que ya no era mi madre, sino mi madre, tu madre, cualquier madre, cualquier padre, cualquiera, hasta nosotros mismos caminando inexorables hacia ello, esa edad, destino, ese desguace cuando un cuerpo late ya tan sólo en grito, en pavor, en desenlace…

"Biografía y ficción al mismo tiempo, por supuesto sin autorización alguna, como él hizo y nos enseñó siempre"

La vida desollada, la brutalidad de los hechos… que diría Francis Bacon, aquel pintor al que acabo de dedicar varios años de mi vida escribiendo mano a mano con él, o desde su memoria, un libro casi a medias, Bacon sin Bacon. Biografía y ficción al mismo tiempo, por supuesto sin autorización alguna, como él hizo y nos enseñó siempre, afortunadamente, a la hora de retratar con crueldad, pero sin maldad alguna, con belleza letal y verdad bruta a sus seres más queridos. Lo que eran y lo que vendrían a ser…

Nunca sabemos que quieren o qué esperan de nosotros los demás. Qué aspiramos también los artistas a decirles a ellos. Qué grito o qué aullido nos queda todavía por poner en sus bocas, como hice en apenas dos o tres rasgos, dos o tres trazos, en muchas de mis criaturas… 

Bacon sin Bacon

Un monólogo a dos voces, si cabe esa contradicción, tan humana, por cierto. Monólogos vividos tantas veces en pareja. Habitaciones dobles, pero siempre de uso individual. O viceversa. La vida misma. Una trasfusión de sangre finalmente entre el poeta que escribe en prosa esta vez y el artista que se deja pintar, y ambos desde la mueca, la desazón, el frío, la intemperie, la grieta, el mordisco que cada uno esconde… Y desde esa herida la torsión, la distorsión, la contorsión salvada a la postre por el trazo, la forma, el naranja cadmio, el color, el instinto animal, el genio, la belleza.

Qué hay de mí, FB, qué hay de él, FB, me preguntan ahora. Qué más da dónde acaba lo de uno, dónde comienza lo de otro. Qué es mío, que es de él, qué es de todos nosotros. O de ese personaje nuevo, en definitiva, que se llama ficción…

Exponer la angustia, arropar el espanto. Amar aún.

Belleza que está ahí, siempre ahí, siempre a la espera, pero encerrada en sí misma, como decía Virgilio, aguardando a que alguien la desvele, la muestre, la comparta.

Nos abra los ojos…

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Autor: Fernando Beltrán. Título: Bacon sin Bacon. Editorial: Ardora ediciones. Venta: Todostuslibros

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