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Flor del cerezo es nombre de mujer

Flor del cerezo es nombre de mujer

La protagonista de la serie de animación Aggretsuko (Rarecho, 2018), de los productores de Hello Kitty, es una pequeña panda roja antropomórfica que, para liberarse de la frustración generada —entre otras cosas— a raíz de su alienante trabajo como oficinista, se desgañita cantando death metal en la intimidad de un karaoke tokiota. El contraste es brutal porque la buena de Retsuko, que así se llama, no es sino lo que la sociedad espera de ella: educada, amable, servil. Y es que la imagen occidental de la mujer japonesa todavía descansa sobre el estereotipo del ser angelical, de pasitos cortos, mirada huidiza y sentimientos profundos. No obstante, relegar a la mitad de la población nipona al papel de geishas o, a lo sumo, complacientes idols presenta innumerables problemas. Por ejemplo, invisibilizar el imprescindible, continuado y maravilloso rol que la literatura femenina ha jugado en la conformación de una cultura tan compleja como la japonesa.

Por suerte, Carlos Rubio (1951) se ha armado con el refrescante martillo de derribar clichés para descubrirnos un auténtico tesoro: Mil años de literatura femenina en Japón (Satori Ediciones, 2021), un ensayo monumental tras los pasos de las escritoras que han alimentado —y siguen alimentando— el ingente corpus de la literatura japonesa; una obra con vocación enciclopédica, rigurosa, escrita desde la lucidez, y que alcanza un nivel de detalle solo posible tras años de dedicada investigación.

"El autor, que ya nos había regalado otra obra de consulta obligada de similar profundidad, Claves y textos de la literatura japonesa, recoge un espectro que cualquiera habría calificado de inabarcable, y nos alegramos de que lo haga"

Esta fascinante biblia literaria bucea hasta los orígenes ancestrales del pueblo nipón para presentarnos las biografías de autoras esenciales desde antes del período Heian (794-1192) hasta la actual era Reiwa, introduciendo una acertada revisión de las circunstancias sociopolíticas en las que cada una de ellas desarrolló su carrera literaria. Y no contento con semejante nivel de detalle —ya sin parangón en nuestra lengua—, Rubio también lista sus obras más destacadas, realiza un análisis de su estilo e incluso señala las principales ediciones en castellano. Novela, relato, poesía, libro de viajes, diarios íntimos; todo tiene cabida en Mil años de literatura femenina en Japón.

De este modo, nos asombramos con la inmortal Murasaki Shikibu (apróx. 978-1014) y su Genji Monogatari o La novela de Genji —para muchos, la primera novela de la historia de la literatura, por su riqueza léxica y la profundidad de sus personajes—, con el ingenioso Libro de la almohada, escrito por su rival en la corte Sei Shōnagon (apróx. 968-1000/1025), y con los nikki o diarios de la sensual Izumi Shikibu (apróx. 976-1033) y la imaginativa dama Sarashina (apróx. 1008-1057). Hallamos la paz en lo pequeño gracias a los poemas de la maestra Chiyo (1703-1775),  perfeccionista, observadora y venerada allá donde su obra era leída, o nos deleitamos con la obra de Akiko Yosano (1878-1942), poeta de la pasión, revolucionaria, estudiosa de los clásicos y pionera del feminismo. Conoceremos la convulsa sociedad decimonónica nipona gracias a los relatos de la efímera Higuchi Ichiyō (1872-1896), cuya huella ha perdurado hasta ser reconocida como la primera gran escritora del Japón moderno. El Japón contemporáneo está mejor representado que nunca en las más recientes floraciones de autoras niponas: Yūko Tsushima (1947-2016) y su fascinante mirada de los roles de género tradicionales; Hiromi Kawakami (1958), cuya obra explora la dificultad para establecer conexiones con el prójimo; la moderna Banana Yoshimoto (1964), que saltó a la fama internacional por su lenguaje fresco y desenfadado; Yukiko Motoya (1979), heredera de una prosa extraña que ha ganado, entre otros, premios como el Akutagawa o el Mishima; la reputada Yōko Ogawa (1962), auténtica bestseller internacional y autora japonesa más traducida al castellano hasta la fecha. Y esto, amantes de la japonología, es solo una pequeña muestra de los cientos de firmas femeninas —hasta ciento ochenta y una— que encontraremos entre las páginas de este volumen.

"Abrir este atlas bellamente editado por Satori es asomarse a una referencia ineludible no ya para los interesados en la literatura nipona, sino para cualquiera que sueñe y vibre con la historia de la literatura universal"

El autor, que ya nos había regalado otra obra de consulta obligada de similar profundidad Claves y textos de la literatura japonesa (Cátedra, 2019)—, recoge un espectro que cualquiera habría calificado de inabarcable, y nos alegramos de que lo haga. Porque, en sus propias palabras: «no existe en el mundo una tradición literaria femenina tan antigua y acrisolada como la japonesa: un fenómeno único en la historia cultural de la humanidad». Y lo cierto es que Rubio —Doctor en Lingüística Aplicada por la Universidad de California (Berkeley), profesor en la Universidad de Tokio, coeditor de diccionarios japonés/español, profesor en la Universidad Complutense de Madrid, traductor de más de treinta y cinco obras clave, y distinguido por la Casa Imperial de Japón con la Orden del Sol Naciente— sabe de lo que habla.

Así que créanme: abrir este atlas bellamente editado por Satori es asomarse a una referencia ineludible no ya para los interesados en la literatura nipona, sino para cualquiera que sueñe y vibre con la historia de la literatura universal. Y, sobre todo, es un despertar. El despertar a la conciencia de que las flores del cerezo siempre han llevado nombre de mujer.

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Autor: Carlos Rubio. Título: Mil años de literatura femenina en Japón. Editorial: Satori. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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