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Hablemos de Eso

Los miedos siempre resultan algo fascinante. Cómo un sentimiento tan frecuentemente irracional es capaz de doblegar la voluntad de quien menos esperamos. El miedo puede paralizar a un hombre ante un gato que cruza el paso ajeno e indiferente a todo lo demás, provocar sudores fríos en un acróbata al despegue de un avión o hacer perder el conocimiento de un gigante al ver una gota de sangre.

Los miedos, fobias y aprensiones son inherentes en el ser humano, tienen todo tipo de orígenes y desencadenantes, en ocasiones justificados, en muchas otras sin responder a razón alguna.

Es indiscutible que si hay un autor moderno que se relaciona con el miedo ése es Stephen King. Aparcando durante unos momentos a los grandes clásicos como Lovecraft o Poe, y analizando la literatura de terror y misterio de las últimas décadas, King siempre se ha alzado como uno de los máximos exponentes del terror.

It, publicada en 1986 y siendo una de sus obras cumbres del género, no fue una novela más de miedo, es la obra del miedo por excelencia. En ella el miedo en sí es el mal al que han de enfrentarse sus jóvenes protagonistas, pues nadie sabe más de sentir miedos que los niños.

"Los Cinco cedieron su turno en su momento a Los Goonies o a Cuenta Conmigo y hoy en día Super 8 y Stranger Things tomaron el testigo de este formato."

En estos días, donde la nostalgia se ha convertido en uno de los motores más fuertes de la sociedad de consumo, el mercado está plagado de productos que recuerdan, imitan o recrean de nuevo grandes éxitos de los años ochenta y noventa.

El público vuelve a disfrutar de las aventuras de esas pandillas de niños de verano o de escuela obligados a trabajar en equipo para resolver misterios y apoyarse mutuamente en los momentos más oscuros de su paso a la madurez.

Los Cinco cedieron su turno en su momento a Los Goonies o a Cuenta Conmigo y hoy en día Super 8 y Stranger Things tomaron el testigo de este formato.

Esta dinámica de reinicios cinematográficos, secuelas y productos conocidos bajo hábiles lavados de cara, han propiciado un caldo de cultivo perfecto para adaptar por segunda vez esta obra cumbre del terror de la que hablamos.

Eso ha llegado a nuestras pantallas y esta vez lo hace por la puerta grande, a los cines y con una adaptación que sorprende por lo bien que recicla todo lo aprendido en la adaptación original de la miniserie televisiva de los años noventa. Transformando un producto ya desactualizado y librándolo de ese manto de polvo de serie B del que había quedado impregnado.

"Seamos honestos, la leyenda de Tim Curry interpretando a Pennywise ha ganado peso por su origen en el recuerdo de quienes lo vieron por primera vez de niños."

Casi a la altura de los originales, que probablemente fueron el punto fuerte de la miniserie original, los nuevos actores juveniles que dan vida a “Los Perdedores” forman una pandilla que se gana en segundos a los espectadores con sus variopintas personalidades, perfectamente definidas tal y como la obra original establece. Entre ellos una cara algo más conocida como la de Finn Wolfhard, precisamente de Stranger Things, que trae al que será probablemente el personaje más sólido de todos y responsable de la mayoría de momentos de humor de la película. Igualmente todos y cada uno de ellos aportan algo al grupo dando un empaque completo que funciona a lo largo de toda la obra. Incluso Stanley, que siempre me pareció un soso y un rancio, lo sigue siendo.

Es indiscutible que los niños le roban el protagonismo al diabólico payaso Pennywise, no sólo en minutos de metraje sino en carisma.

Aunque el antagonista funciona a la perfección, no queda retratado como un nuevo icono del cine como hubiese sido lo deseable. Bill Skarsgard tiene la sombra de Tim Curry a sus espaldas a la hora de interpretar al diabólico payaso y eso es difícil de olvidar. Algo que tampoco tendría por qué ser así.

Seamos honestos, la leyenda de Tim Curry interpretando a Pennywise ha ganado peso por su origen en el recuerdo de quienes lo vieron por primera vez de niños. A todos impactó un payaso con rostro malvado y dientes afilados, pero Pennywise nunca fue un Freddy Krueger. Nunca tuvo el carisma ni las líneas de texto adecuadas en pantalla para ganarse esa fama. Sus apariciones en la miniserie original se reducían a un par de gruñidos y primeros planos terroríficos para niños pero poco más. Se jugaba con el terror de lo que no se mostraba más que de lo explícito.

El actual Pennywise hace mucho más de lo que hizo en su día. Salta más alto, corre más veloz y agresivo. La impotencia que genera el ataque de su primera aparición recrea una secuencia dura y dolorosa que arranca la película de forma espeluznante, al igual que lo hacía el libro. Y es que cuando los niños son las víctimas todo es siempre más horrible.

Su abanico de expresividad es mayor. Esta vez está envuelto en toda una variedad de habilidades proporcionadas por los efectos CGI que la era de la informática pone a su disposición para provocar terribles pesadillas en pantalla a los niños.

Pero al final sigue siendo un payaso de dientes afilados, un perro ladrador, y cuando te das cuenta de eso deja de dar miedo. Paradójicamente eso es lo que da sentido a toda la obra.

"La película no adapta la historia completa. Tampoco juega con los flashbacks como el libro y la miniserie. Es una primera parte que abarca la aventura de juventud de sus protagonistas pero deja las puertas abiertas para su regreso."

Así es el cine de terror de hoy. El mismo Pennywise lo sabe. Así es como atormenta a esos niños para alimentarse de sus miedos, de la misma forma que nos atormenta a nosotros en las butacas. Sustos, música, parones de sonidos seguidos de estridencias, sombras desconocidas que recorren con velocidad un pasillo, formas grotescas salidas de la nada. Pesadillas para los niños, tensión para nosotros. Pero al final, cuando nos hemos acostumbrado a la oscuridad, cuando hemos descubierto sus artimañas, los efectos especiales se esfuman y lo que queda es un estúpido payaso de dientes afilados que no alcanza el sadismo de un Joker, y que bajo su expresión retorcida podemos ver a un matón cuyo poder se basa en la intimidación. Un poder insignificante frente a un puñado de chicos que se tienen los unos a los otros para apoyarse.

It funciona como tratado del miedo, como película de aventuras con un toque perverso. No es Expediente Warren, ni Anabeth, ni otra obra más sobre exorcismos. Es una película para volver a ser niños y encontrar nuevos amigos con los que descubrir un misterio y vencer a nuestros propios demonios.

La película no adapta la historia completa. Tampoco juega con los flashbacks como el libro y la miniserie. Es una primera parte que abarca la aventura de juventud de sus protagonistas pero deja las puertas abiertas para su regreso. Quedando dividida del mismo modo que lo hizo la miniserie predecesora.

Siempre se echarán en falta pasajes del libro original, fragmentos que en su época tenían sentido y que hoy en día, por su explícito contenido han decidido omitirse, ideas actualizadas. Pero dentro de lo que es una adaptación, este It trae la esencia de la obra que escribió Stephen King en estado puro. Es su tratado sobre la amistad, la infancia y la madurez. Sobre cómo sobreponerse a los propios miedos.

Es Eso…

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