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Falcó y la caída de los Caballeros Blancos

Falcó y la caída de los Caballeros Blancos

Hay días que echo de menos la edad de la inocencia y a los hombres buenos. A los héroes inmaculados. A esos de moral intachable que corrían aventuras y solventaban entuertos con una firme línea de lo correcto trazada en su mente. En aquellos tiempos funcionaban.

Hoy parece que los hayamos olvidado. D’Artagnan, Robin Hood, el Capitán Trueno o Flash Gordon son algunos ejemplos de aquellos aventureros y líderes apasionados que no se rendían en pos de la causa humana, defendiendo a los desvalidos y a los necesitados.

Para ellos embarcarse en una aventura era casi una obligación. Proteger a los débiles era un deber, pero siempre manteniendo el rumbo de sus hazañas con un rígido timón de moralidad. Hasta el más vil de los villanos podía ser merecedor de perdón o piedad, ya que la misericordia es lo que separaba a los héroes de las bestias y hacía diferente al héroe del villano.

Cuántas veces, estando ambos malheridos pero alzados ante el malvado derrotado, el compañero preguntó al héroe por qué perdonar la vida al vil, y cuántas fueron en las que el caballero blanco aleccionó a su escudero con la sentencia “porque entonces no seríamos mejores que  él”.

"Tras conocer a Lorenzo Falcó y recordar a algunos de mis héroes del comic como Spawn, me doy cuenta de que los héroes cansados y los antihéroes son la última defensa que nos queda."

Cuando la maldad venía del exterior y había ejércitos invasores de otras tierras o criaturas malignas deshumanizadas procedentes de otros mundos o universos, combatirla era fácil, estaba claro, incluso desafiar a reyes injustos y opresores polarizados hacia una maldad incuestionable. Pero con el paso de los años las fronteras se han abierto y la maldad ya no viene tanto del exterior sino de nuestras propias tierras. De antiguos compañeros de armas corrompidos por el poder, de vecinos que se calumnian por envidia y se arrastran mutuamente hasta la ruina, de la enajenación y el salvajismo de quienes un día amaron o de quienes en su locura sólo traen desgracia en un discurso propio incapaz de entenderse.

Ante todo esto la moral de los caballeros blancos sucumbe.

Como digo, los echo de menos. El mundo se ha vuelto tan oscuro que los caballeros blancos han huido, incapaces de soportar tanta inmundicia. Parece no haber lugar para ellos. La maldad del hombre, durante años enmascarada en una simplificación poética, se ha retorcido tanto que han quebrado sus principios, obligándolos a batirse en retirada.

Los pocos que han quedado están cansados ya de luchar. De intentar ayudar a un ser humano que no tiene la menor intención de ayudarse a sí mismo. A los viejos héroes ya solo les interesa sobrevivir y en algunas ocasiones proteger el pequeño círculo que les rodea, pues han dejado de creer en su antaño gloriosa empresa.

Con las aventuras de Alatriste pudimos asistir a esa caída. Pudimos ver cómo el héroe se agotaba mientras que se  aferraba a su moral para no hundirse por completo en el abismo.

Tras conocer a Lorenzo Falcó y recordar a algunos de mis héroes del comic como Spawn, me doy cuenta de que los héroes cansados y los antihéroes son la última defensa que nos queda antes de que colapsemos nuestro propio mundo.

Detalle de la portada de Falcó, la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte

¿Qué hicimos con los caballeros blancos? Eran tan perfectos que nos rendimos. Al principio nos inspiraban, queríamos ser como ellos. Combatir las injusticias y volver a levantarnos con cada derrota. Levantarnos más fuertes. Controlar la ira hacia nuestros enemigos y doblegar ambos con honor.

Era un camino de virtud, de buscar la perfección. Un viaje imposible e interminable pero que en cada paso que dábamos nos convertía en alguien mejor.

Pero era un camino difícil. Con cada pequeña satisfacción nuevos sinsabores se multiplicaban exponencialmente y al final la perfección inalcanzable nos obligó a rendirnos.

"Los héroes cansados nos han acompañado para ayudarnos a mantenernos firmes mientras todo lo que creíamos correcto se desmoronaba y se pudría."

Tanta perfección en un mundo demasiado podrido era inviable. El honor no te salva siempre el pescuezo, una cuchilla de afeitar escondida en un sombrero y bailada sin aviso sí lo hace.

Los héroes cansados y los antihéroes nos atraen porque nos resulta más fácil encontrar nuestro reflejo en ellos, tienen algo de nosotros, o al menos una versión más palpable de lo que podríamos llegar a ser, o de lo que escondemos en nuestro interior. Nos dan permiso para ser como somos, para no mirarnos con desprecio y odiarnos por habernos rendido. Para poder combatir la injusticia, pero sabiendo que no la erradicaremos del todo, que sólo ganaremos pequeñas batallas a nuestro alrededor. Que puede que salvemos a los que nos rodean, o puede que no, pero que indudablemente sobreviviremos sin tener que sentirnos culpables por ello. Son siervos de Maquiavelo que nos permiten llegar a ser crueles sin tener por qué sentir remordimientos mientras seamos fieles a nosotros mismos.

Antihéroes de corazón de escorpión que no pueden dejar de ser lo que son por naturaleza. Que se verán obligados a hacer actos bondadosos para ayudarnos a seguir creyendo que conservan su humanidad, pero que nunca dejarán de mostrar los colmillos cuando algo no vaya a su gusto.

Los caballeros blancos han caído, pero han dejado su huella, nos mostraron el camino para hacer lo correcto y a lo que debemos aspirar. Pero ellos confiaban de la bondad del mundo para alcanzar su meta.

Los héroes cansados nos han acompañado para ayudarnos a mantenernos firmes mientras todo lo que creíamos correcto se desmoronaba y se pudría. Nos dieron su hombro para que nuestros principios no se envilecieran.

Ha llegado la hora de brindar con los antihéroes. ¿Estamos preparados? No son trigo limpio, y no tenemos por qué ser amigos suyos, ni seguir sus métodos al pie de la letra, pues no nos harán mejores personas, pero puede que necesitemos algo de su magia para sobrevivir en este mundo.

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