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Historia secreta de una novela

Historia secreta de una novela

Justo arriba de la balda de los libros de la infancia (no los infantiles, sino los leídos de niño y adolescente), se sitúan las obras de cómo escribir ficción y crear personajes memorables. Las claves del mejor guion posible. Epifanías de trucos literarios. Y así en este plan… hasta que encuentro uno fuera de su lugar. Me llama la atención su título. Lo leí hace 21 años. Vuelvo al placer de la relectura.

No aspiro a convertir —todavía— esta zendiana sección omoshiroi en una sucesión semanal de consejos de escritura, como ya ofrecí la semana pasada con los de David Foster Wallace, pero vamos de nuevo con una nueva entrega de un escritor prodigioso y su cocina literaria.

Nacido en Mallorca en junio de 1971, este ejemplar muy fino, que siempre se agradece porque se trata de “no aburrir ni a Dios sobre todas las cosas” (Manuel Alcántara dixit), se llama Historia secreta de una novela, de Mario Vargas Llosa (Tusquets). Lo escribió en plena ebullición del boom, cuando vivía en Barcelona y era amigo de García Márquez.

"No se podía ser escritor a tiempo parcial, en los tiempos libres, de fin de semana. Iba a organizar su vida en torno a la literatura"

La verdad aparece aquí como una de las grandes obsesiones de MVLL: “Por ese tiempo empecé a descubrir esta áspera verdad: la materia prima de la literatura no es la felicidad, sino la infelicidad humana, y los escritores, como los buitres, se alimentan preferentemente de carroña”.

“Ya lo sospechaba, pero entonces lo supe de manera flagrante y carnal: la ‘verdad real’ es una cosa y la ‘verdad literaria’ otra, y no hay nada tan difícil como querer que ambas coincidan”, continúa el escritor, perdido en aquel entonces en el bosque de su primera gran obra narrativa, donde desplegó sus poderosas armas de arquitecto de novelas.

Volvamos a finales de 1958. Vargas Llosa estudia en Madrid un Doctorado en la Facultad de Letras. Cual Quijote, no para de leer novelas de caballerías, y fue entonces, finales de 1958, en una pensión de la calle del doctor Castelo, no lejos del Retiro, cuando “quedó perpetrado el acto de locura”. Se conjugó que iba a ser escritor.

"Le costó más de tres años unir esos dos mundos, escribir una sola novela que aprovechara toda esa masa de recuerdos"

Tenía claro que hasta ese momento todo lo que había escrito era mediocre o más bien malo, y la razón era que el tiempo que dedicaba a la escritura no era absoluto, no había convertido su trabajo en un sacerdocio. No se podía ser escritor a tiempo parcial, en los tiempos libres, de fin de semana. Iba a organizar su vida en torno a la literatura.

El joven Varguitas, ya en París, en 1962, trabajando de periodista y profesor, enhebró recuerdos de Piura y de la selva. De Santa María de la Nieva. La Mangachería, “la casa verde”. Al principio trabajó estos dos materiales como dos novelas independientes, pero se canibalizaban. Le costó más de tres años unir esos dos mundos, “escribir una sola novela que aprovechara toda esa masa de recuerdos”.

Garriga Vela escribió en 2007 que La Casa Verde es un lugar que no existe, un mundo aparte, un conjunto de mentiras que acaban siendo verdad. Su letanía de la verdad de las mentiras. El escritor barcelonés leía en 1971 la novela de MVLL y desde el Mediterráneo sureño cruzaba el océano Atlántico, y atravesaba el Perú hasta llegar a esa ciudad remota en la costa del Pacífico “asediada por grandes arenales”.

Este es el misterio del hogar de ficción de Vargas Llosa. En él nos refugiamos, nos abrigamos ante un tiempo que se mueve y un espacio que ya es otro dentro de nuestra lectura. Porque a veces los secretos, como los de la historia de este libro que releo con disfrute, hay que compartirlos.

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