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Huérfanas con padres

Huérfanas con padres

Tras el éxito de sus cuentos reunidos bajo el título En la celda había una luciérnaga (Blackie Books, 2022), Julia Viejo llega a las librerías con una primera novela, Mala estrella, que cuenta el verano en el que una niña se convierte en mujer. Un verano, por tanto, en el que todos los secretos de familia saltan por los aires.

En este making of, Julia Viejo cuenta el origen de Mala estrella (Blackie Books).

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Hubo una época, a primeros de los 90, en la que mis padres dejaban a todo correr cualquier cosa que estuvieran haciendo para grabarme Celia en Televisión Española. Aquellas seis cintas de vídeo, guardadas debajo de nuestra tele liliputiense junto a los libros de Elena Fortún en los que se basaba la serie, supusieron mi primer contacto con una niña interesante. ¿Qué es una niña interesante? En esta definición caben multitudes, pero me atrevería a decir que todas las niñas interesantes tienen un rasgo en común: son capaces de sostener una historia propia al margen de sus padres.

"Enseguida me hice adicta a esas huérfanas (con y sin padres): Pippi Långstrump, Punky Brewster, Matilda…"

Resulta paradójico que gracias a mis padres descubriera las virtudes de no tener padres, pero los mecanismos que relacionan la vida real y la ficción no siempre siguen una lógica justa. Bueno, perdón: Celia sí que tenía padres, pero eran tan sumamente ineptos que era lo mismo que no tenerlos. Enseguida me hice adicta a esas huérfanas (con y sin padres): Pippi Långstrump, Punky Brewster, Matilda… Y así, antes de poder darme cuenta, en poquísimos años de vida ya tenía en la cabeza a un montón de amigas de ficción carismáticas, rebeldes y absolutamente libres, y eso me tranquilizaba un poco porque yo también me creía carismática, rebelde y absolutamente libre. Poco después, al seguir creciendo, me di de bruces con la cruda realidad de que yo no era nada de eso. Pero quizás podía serlo de otra forma. Y con esa decepción construí Mala estrella.

Como todo lo que escribo, Mala estrella nació con una vocación de juego. Quería darme el capricho de crear una de esas protagonistas rebeldes en una historia amable. Lo malo es que cuando empecé a escribirla, en mi veintena, ya tenía instalada en los oídos una voz que me decía que las niñas libres y felices no tienen cabida en este sistema oscuro. En una chica de trece años (como tiene Vera), todo acto de rebeldía recibe un castigo reaccionario, la primera libertad sexual es identificada como perversión y el desarrollo de una voz propia esconde una profunda soledad. Y entonces la historia de Vera se convirtió en algo mucho más trágico de lo que había ideado en un principio.

"León es la chica que no espera a pedir permiso. León es la cerilla que nunca será apagada"

Escribí esta historia en varias fases a lo largo de una década. El primer germen fue un pequeño relato de 2014 titulado En un viaje, que me valió el primer premio literario que gané en mi vida (y que aún se puede encontrar si googleas hábilmente). Lo único que sobrevive de aquel relato es la presencia asfixiante del abuelo muerto, ahí representada en un cuadro que le raspaba las rodillas a una niña dentro de un coche. El abuelo, que en la novela acabó siendo una estatua gigante que corona la rotonda de acceso al pueblo, encarna literalmente el patriarcado. Pero también es el máximo exponente de la herencia envenenada que la familia lleva años arrastrando. En el plano real, esta herencia es la trama de corrupción que protagonizan el abuelo, el padre y a sus aburridísimos vinos y ayuntamientos; y en el plano mágico, la maldición que tanto atormenta a Vera desde la primera frase de Mala estrella: «En mi familia eran muy de morir en verano».

Pero por mucho que me gusten esas huérfanas con padres, ya estaban todas perfectamente inventadas. Lo mejor que podía hacer para honrar el género era aportar una nueva vuelta de tuerca, y enseguida me di cuenta de que necesitaba un contrapunto que sacara a la protagonista de su propia cabeza y cubriera la historia de un barniz mágico (que ya empieza a parecerse a una obsesión personal). Y así nació el personaje que finalmente da sentido a Mala estrella: León, el hombre monja. León es una mezcla del Gato de Cheshire y Leopoldo María Panero. León es la chica que no espera a pedir permiso. León es la cerilla que nunca será apagada. León significa muchas cosas, aunque la mayor parte todavía no las he descubierto, porque se coló en este libro de un salto y todavía no he dado con el porqué. En cualquier caso, da igual lo que yo opine, porque los resortes de la ficción permiten que sean los propios personajes los que cuenten su porqué a los lectores, y por tanto cada uno de ellos siempre acaba obteniendo una respuesta distinta. No me importa, y de hecho me gusta, porque así y solo así es como el libro se convierte en lo que debe ser: un fenómeno líquido, como una adolescente.

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Autora: Julia Viejo. Título: Mala estrella. Editorial: Blackie Books. Venta: Todostuslibros.

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