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J. L. Martín Nogales: “Esta novela es un homenaje a las mujeres que tiran para adelante a pesar de las dificultades”

J. L. Martín Nogales: “Esta novela es un homenaje a las mujeres que tiran para adelante a pesar de las dificultades”

J. L. Martín Nogales vive en el campo, en un pueblo de menos de cien habitantes. Lee, escribe, cuida un huerto. Profesor de Literatura, ha publicado libros sobre la literatura contemporánea y cinco novelas, dos de ellas juveniles. El faro de los acantilados lleva ya once ediciones; Verás caer una estrella, que recibió el premio de la Fundación Cuatro Gatos en 2021, seleccionado como uno de los mejores libros españoles e iberoamericanos del año, ha alcanzado ya la cuarta edición. Ambos libros los leen en colegios e institutos, en la asignatura de Lengua, y él se reúne con los estudiantes, les da ideas para que lean, escriban, tengan pensamiento crítico y sean creativos. Después de La mujer de Roma y Herederos del paraíso, ahora tiene una nueva novela: La mujer que amaba a las abejas (Menoscuarto ediciones).

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—Cela decía que el título de una novela no debe tener más de dos palabras. Parece que no ha seguido su consejo.

"Mi madre, que tenía un colmenar, me decía que las abejas siempre nos traen buenas noticias: nos anuncian que algo bueno va a suceder"

—No lo he seguido, pero voy a contarle algo que me sucedió. El día que terminé esta novela, cuando puse el punto final a la primera versión, levanté la vista, miré hacia la ventana y allí, afuera, pegadas al cristal, había tres abejas que subían por él y revoloteaban. Así, tal cual… No sé qué hacían allí, ni cómo habían llegado, pero a mí me pareció algo mágico. Porque mi madre, que tenía un colmenar, me decía que las abejas siempre nos traen buenas noticias: nos anuncian que algo bueno va a suceder. Y fue entonces cuando decidí poner este título a la novela: La mujer que amaba a las abejas.

Cuenta la historia de una mujer, Delia Nogales, que vive entre dos familias enfrentadas. El origen del conflicto es la muerte del hombre del que se enamoró, en circunstancias que nunca fueron aclaradas. Una historia de conflictos familiares.

—Es eso, sí; pero es, sobre todo, la historia de una mujer valiente, que tiene que construirse su vida, desafiar los prejuicios de la época y salir adelante en momentos difíciles. La novela cuenta sus ilusiones, sus sueños, sus amores y las dificultades a las que tiene que enfrentarse. Yo escribí esta novela pensando en esas mujeres que salen adelante a pesar de las dificultades, que no se rinden, que hacen de su vida un continuo comenzar de nuevo, a pesar de lo que ocurra.

Esa mujer tiene un hijo que es clave en su vida.

—La novela trata de la relación de una madre con su hijo, de la ausencia del padre, de los secretos familiares. Combina una historia de amor y la investigación de un crimen. Se plantea esta pregunta: ¿qué está dispuesta a hacer una mujer para sacar adelante el amor de su vida? ¿Qué está dispuesta a hacer una mujer por su hijo?

Trata de la maternidad, evidentemente.

"La literatura es memoria. Borges decía un poco exageradamente que en realidad toda literatura es autobiográfica"

—Ese es uno de sus temas principales. Hay varias experiencias de la maternidad en esta novela: la joven embarazada que sabe que va a tener que sacar adelante a su hijo ella sola; la mujer que conoce que no va a poder tener hijos… ¿cómo se enfrenta a ese dolor?; la mujer que ya no aguanta más y decide marcharse para siempre, prepara al bebé, lo limpia, lo perfuma… y lo deja todo.

No sé si es correcto, pero sospecho por la intensidad emocional del libro que ha puesto historias personales en esta novela.

—No se equivoca del todo. La literatura es memoria. Borges decía un poco exageradamente que en realidad toda literatura es autobiográfica. Novelas de Manuel Vilas, de Marcos Giralt Torrente, de Elvira Lindo, de Luis Landero, de Antonio Muñoz Molina y de otros escritores han seguido ese camino en los últimos años. En La mujer que amaba a las abejas no cuento mi vida, por supuesto, sino otras cosas. Pero al escribir sí tuve en cuenta aquello que decía Godard: «Para hablar de los otros hay que tener la honestidad de hablar de uno mismo».

La novela abarca un período amplio: desde la Guerra Civil hasta la Transición de 1978.

"La literatura es un intento de ordenar la vida… Para tratar de comprenderla… Para buscar sentido a lo que ocurre"

—Esta novela pretende reconstruir el ambiente de un tiempo histórico, desde la guerra y el franquismo hasta la Transición. La guerra marcó la vida de varias generaciones, y mientras la escribía yo recordaba aquel comentario de Gila, que es mucho más serio de lo que parece: “Lo malo de la guerra civil es que no sabes si el enemigo es el otro o eres tú mismo”.

El narrador de la novela vuelve a ese pasado, que es su infancia, para investigar un suceso que le marcó la vida.

—Así es. La literatura es un intento de ordenar la vida… Para tratar de comprenderla… Para buscar sentido a lo que ocurre. Y eso es lo que él hace: indaga en el pasado, va a los lugares donde ocurrió todo, se encuentra con secretos familiares y recupera la memoria del pasado y de su niñez. A través de él he querido transmitirle al lector la experiencia de un hombre que vuelve a su infancia y encuentra la imagen de lo que fue. Transmitir ese temblor de vida, para que el lector realice su propio viaje a la memoria de su infancia.

Una de las características más emotivas de este libro es que todas esas situaciones están contempladas desde la mirada inocente de un niño.

—Escribir es recuperar la infancia perdida. Mientras imaginaba esta novela, antes de ponerme a escribirla aún, daba vueltas a aquella frase de Henry Roth que tengo subrayada en su libro Redención desde que lo leí por primera vez. “La niñez no es un paso en el camino, sino todo el camino”. En la infancia estamos abiertos a todos los estímulos, los absorbemos como esponjas y quedan grabados en la memoria hasta que muramos. Por eso los recuerdos que proceden de la infancia son los más intensos, los que vuelven siempre. Decía Saramago que uno siempre va con el niño que fue.

Esa mirada y esa voz narrativa constituyen el tono con el que está escrita esta novela. Me parece que ese es uno de sus logros fundamentales. Porque consigue transmitir una vivencia que es de asombro y de inocencia al mismo tiempo. Es la mirada de un niño para quien la realidad tiene algo de mágico y terrible a la vez.

"Las experiencias de la niñez son siempre un descubrimiento, que tienen un significado mucho más profundo de lo que imaginamos"

—Las experiencias de la niñez son siempre un descubrimiento, que tienen un significado mucho más profundo de lo que imaginamos. Por ejemplo, ese niño de la novela descubre un día la atracción del imán, que es un símbolo, porque pasado el tiempo aprenderá que el amor es aún más fuerte que el imán. En otro momento no entiende que nunca se puede volver a lo que ya es pasado; lo comprenderá algunos años más tarde, cuando recuerde la historia que le contaba su madre del niño que perdió un caballo. Ese niño reconoce lo que ha estado viviendo, pero siempre tarde. Se entera tarde de que su madre no puede tener más hijos. Se entera tarde de que se está despidiendo de él. Se entera tarde de dónde está su padre. Y es ya en la edad adulta cuando se da cuenta de que su infancia ha sido un tiempo feliz, a pesar de todo.

Esa idea nos lleva al comentario que le hacía al principio: ¿qué sentido ha querido dar al título de la novela, La mujer que amaba a las abejas?

—Las abejas son un símbolo: realizan la polinización, son imagen de la primavera, de vida, de esperanza. Las abejas simbolizan la capacidad de renovarse permanentemente, como una colmena. Cuando en el capítulo final el narrador observa los almendros florecidos en pleno invierno, recuerda las palabras que le decía su madre cuando era niño: que la vida es un continuo comenzar de nuevo, a pesar de lo que ocurra. Y eso es lo que aprendió de ella. Por eso esta novela es un reconocimiento a esas mujeres que tiran para adelante a pesar de las dificultades.

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