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La casa del poeta llega al Instituto Cervantes de Madrid

La casa del poeta llega al Instituto Cervantes de Madrid

Ilustración de cubierta de La casa del poeta, de Kira Díez

A raíz de una biblioteca heredada, Trampa ediciones ha editado una antología coordinada por Gonzalo Escarpa y Carmen Berasategui que reúne a 111 poetas de todos los rincones de la geografía nacional, habitando el tejado, los cimientos, las puertas y las ventanas de la presente antología. A través del verso y de las imágenes, los poetas nos hablan de sus casas, de sus refugios para escribir, para crear, para amar, para llorar, para vivir. Este libro es un homenaje vivido. Es también un poderoso patrimonio y un atlas sentimental y artístico de la casa, de nuestra casa, de cualquier casa: la proyección, el sueño, el recuerdo, el hogar, lo íntimo, su silueta presentada por más de un centenar de poetas. El libro presenta estas 111 habitaciones en castellano, pero también en su versión original, abrazando todas las lenguas del país, para regalarnos un universo poético fértil y acertado en cuanto a estilos, lenguajes e historias. En palabras de los propios coordinadores:

«La casa es madriguera, jardín, mismidad, sí; es el lugar donde cohabitan el dolor, el silencio, el amor, el hastío, la esperanza, el deseo, el desconsuelo; el refugio donde se da la vida, o se espera la muerte; el rincón en que se aspira a todo, o ya no se cree en nada. Pero la casa es también el espacio que identifica y hermana a los hombres con los sueños, los temores, las preocupaciones o los arrebatos que nos son comunes. Si abrimos nuestra casa, abrimos nuestros brazos, y nuestra mismidad así ofrecida alumbrará una otredad reconocible y compartida». Carmen Berasategui.

«La poesía no se impone; más bien se filtra, se irriga, se traspasa, se subdivide, se figura, se encarna, se traza, qué sé yo, pero al final acaba siempre manchándolo todo de luz y de azúcar azul». Gonzalo Escarpa.

El acto de presentación del libro, con entrada libre, tendrá lugar el viernes 22 de octubre a las 19:00 h en el Instituto Cervantes de Madrid (entrada por C/ Barquillo 4) y en él intervendrán algunos de los habitantes poéticos de esta casa. Presentamos una breve selección de textos incluidos en la antología.

******

ADA SALAS

La casa que abrigó tu corazón

será una ruina. Furtivos

en la noche

la habéis abandonado.

Oscura en el jardín la tierra removida.

Quise

decir traición

y dije llanto.

***

 

AMALIA BAUTISTA

He soñado la casa de mi infancia

 

He soñado la casa de mi infancia,

la galería, el vértigo del patio,

la escalera gastada, el pasamanos.

Me he visto ahora, con mis hijas,

enseñándoles cómo se podía

vivir en los espacios

que ellas sentían tan extraños.

Cómo cantar o saltar a la comba,

o cómo merendar con los abuelos,

o cómo, en la ventana,

esperar que mi padre volviera del trabajo.

Y allí estaban aquellos, los fantasmas

que antes de serlo fueron esa vida

y mi vida. Se acercan, me preguntan

cómo va todo. Y yo digo que bien,

miento y no les engaño, ellos saben

quién me quiere y quién no. Mis hijas miran

con esos ojos que son mundos plenos.

No entienden casi nada. Yo tampoco.

Salimos del portal, la nube se desgaja,

mis fantasmas siguen allí, sonríen.

Desde lejos me abrigan con su sombra.

 

***

 

ANTONIO GAMONEDA


Blues de la casa

En mi casa están vacías las paredes

y yo sufro mirando la cal fría.

Mi casa tiene puertas y ventanas:

no puedo soportar tanto agujero.

Aquí vive mi madre con sus lentes.

Aquí está mi mujer con sus cabellos.

Aquí viven mis hijas con sus ojos.

¿Por qué sufro mirando las paredes?

El mundo es grande. Dentro de una casa

no cabrá nunca. El mundo es grande.

Dentro de una casa –el mundo es grande–

no es bueno que haya tanto sufrimiento.

***

 

ERIKA MARTÍNEZ

 

La casa encima

Tantos siglos removiendo esta tierra

que atravesó el ganado

y alimentó al ganado y a los hombres

que regaron esta tierra

con el curso negro de su sangre

−la sangre cambia de color

cuando sale del cuerpo−.

Tantos siglos alineando ladrillos,

aquí hubo un establo

sobre el que se construyó una iglesia

sobre la que se construyó una fábrica

sobre la que se construyó un cementerio

sobre el que se construyó un edificio

de protección oficial.

Tantas mujeres fregando sus baldosas,

pariendo en sus baldosas,

escondiendo la mierda debajo de las baldosas

que pisaron sus hijos ebrios

y sus sobrios maridos

que trabajaron y fornicaron

por el bien de un país en el que no creían.

Tantos siglos para que yo,

miembro de una generación prescindible,

pierda la fe en la emancipación,

mire el techo de mi dormitorio

y se me venga la casa

encima.

***

JOAN MARGARIT

 

En un pequeño pueblo

 

De unos bajos oscuros en una calle estrecha

sale polvo de escombros y el ruido de un martillo.

Por la abertura de la puerta veo

un hombre que golpea y, junto a él,

un viejo que le mira. No conversan,

como si oyesen ambos en los golpes

ese dolor que nadie sino ellos

puede reconocer.

La puerta me devora la mirada

y con ferocidad la arrastra al interior.

Quizá, si me acercase, ni se darían cuenta.

Son las interminables, lentas obras

de una casa hacia adentro, adonde nadie mira.

***

KARMELO IRIBARREN

 

Momentos que no tienen precio

 

Llegar al fin

hasta la puerta

de tu casa,

entrar,

echar todas las cerraduras,

y, como quien saborea

el sabor de la venganza,

decirlo:

«ahí

os quedáis,

hijosdeputa».

 

***

 

KIRMEN URIBE

 

Oculta

 

Under my window, a clean rasping sound

When the spade sinks into gravelly ground:

My father, digging. I look down.

(Seamus Heaney)

 

Mi madre suele estar oculta siempre que voy a visitarla.

Suele estar en el garaje, o en el desván,

o dando un paseo por el monte con los perros.

Yo la llamo en voz alta

y, por un momento, me estremezco

esperando a oír su voz.

Mi madre no me deja entrar en casa de inmediato.

Me agarra del brazo y me lleva hacia el huerto.

Como siempre, me pregunta: «¿Qué ha cambiado?».

«Qué sé yo…», le contesto para ganar tiempo,

mientras al mismo tiempo miro y remiro,

por todas partes, qué será lo que está distinto.

Suele ser que ha podado las rosas,

o que ha pintado de blanco la caseta del perro.

Para ella, el trabajo de una semana;

para mí, un momento de atención.

Mi madre, nacida en los años del hambre, aquella niña

que, cuando llovía, se quedaba en casa sin ir a la escuela,

porque sin zapatos adecuados podía enfermar.

Por eso, toda la vida le han gustado los cambios

a aquella mujer que, de joven, quiso

transformar la sociedad de arriba abajo.

De aquella generación que, en los tiempos más oscuros

y a escondidas, conservó la lengua vasca.

Al fin, me deja entrar en casa,

y hace que se regrese a la infancia

mediante el sabor de sus platos, y porque

es la única que aplaca mis temores.

Al despedirnos me dice que la próxima vez

no me olvide de llevarle un libro, que no hay libros nuevos

en la estantería, y está cansada de releer los que hay.

Subo al coche y considero la pregunta de mi madre:

«¿Qué ha cambiado?», esos crueles cambios que,

como las arrugas, aparecen sin que nos demos cuenta.

Será que últimamente la veo más cansada,

será que también yo estoy cada vez más solo.

Yo no quiero que nada cambie.

Querría seguir siempre visitando a mi madre,

e intentar acertar su adivinanza,

tomados del brazo y caminando por la huerta.

 

***

 

LAURA CASIELLES

 

¿Esto era?

 

When I was a child

I thought I’d

when I were thirty I could be a men

with a family and a dog at home

It was a dream

I am to say child but worse

I’m a dog with no home

(Silvia Pérez Cruz)

 

Es cierto que no es esta

la mejor época de la vida, faltan

sin duda algo de amor y algo de luz, sobra

bastante trabajo;

los días se hacen largos como noches, y las noches

intransitable ausencia con preguntas, y los días

de nuevo una resaca sin remansos.

 

Y sin embargo es lunes,

once y pico, la jornada acabó

sin sobresaltos, desde el balcón se escucha

el jaleo de los bares, he regado

la planta casi muerta y me parece

que alguna hojita tierna reverdece

como augurio de algo,

la gata ya se acerca un poco más,

el vino no estaba –como me temía– picado,

suena un mensaje en el teléfono,

la idea se aparece ya en forma de verso;

y de algún modo, creo,

se da la sensación

de que está todo bien,

las cosas en su sitio:

por más que el sitio no se parezca en nada

a lo que hubiéramos creído.

 

***

MERCEDES CEBRIÁN

Detener la moqueta

 

1)

Decidí enmoquetar

porque mi idea era asentarme allí.

No se enmoqueta para un fin de semana, la moqueta

es irreversible. De la moqueta

no te puedes ir: es fuente de electricidad

estática y lo estático tiene que ver con garrapatas,

con sanguijuelas, con todo lo que se niega

a abandonar la piel –

sólo nuestra intervención

logra arrancarlas.

Las ventosas, al menos,

permiten que corra algo de aire entre

ellas y nosotros.

2)

Un caramelo chupado,

un clip, una goma elástica pasada: todo eso

vive en la moqueta o entre la moqueta.

Estaba ahí remetido: no brillaba el clip

ni se dejaba ver el tornasol

del caramelo de menta, ni por asomo destacaba

la goma elástica formando un dibujo sobre el suelo.

Se agazapan las cosas

dentro de la moqueta y hay que aprender

a verlas.

 

6)

Lo más cercano a una adolescente

lo soy en la moqueta. Un encierro

de horas en mi cuarto

con las piernas en sitios infrecuentes, una caja

con una llavecita que esconde mis tesoros.

La moqueta es testigo

y es cómplice a la vez. Al igual que la sangre

no debería verse (cuando sale a la luz

se considera herida o hemorragia), la moqueta

no nos muestra sus calvas.

¿Había dicho ya que la moqueta esconde?

7)

Pero no existe el encima, el sobre la moqueta.

Enmoquetar equivale a tomar la Bastilla. En la moqueta

se está o no se está. La moqueta es radical:

paladas

de moqueta pueden llegar a cubrirnos

por completo –yo nunca dije

que la moqueta fuese sólida.

 

***

 

MIRIAM REYES

Con tu cuerpo se fueron también las paredes el techo

el suelo de la casa que nunca poseíste.

Una casa no es un mérito ni un don

una casa es una propiedad.

En agosto tus hijos consumirán sus vacaciones vaciándola

discutiendo quién necesita más uno u otro recuerdo

llenando cajas

oliéndote todavía una vez más por los rincones

huyendo de los niños que esperan acostados en sus camas

el beso de mamá que no llega

en las viejas habitaciones que comienzan a desmontar.

Después de mucho trabajo

entregarán las llaves de la última inquilina.

(Tampoco tus hijos por haber nacido en ella

tienen algún derecho.)

La casa no será más que un espacio en su memoria

para aquel largo corredor donde tus pasos

seguirán haciendo crujir la madera.

***

 

OLVIDO GARCÍA VALDÉS

mecanismos de quien avanza en el proceso de pérdida del

habla (y de la memoria y la capacidad de atención, pero conserva,

en cambio, los hilos de los afectos)

emisión de sonidos unidos y cortados con el ritmo de las

palabras en la frase, pero en formaciones fónicas anómalas y no

significativas (no se le entiende nada), y que sin embargo están,

en su decir, llenas de sentido; a veces solo la entonación, lo que

el tono transmite puede contextualizarlas aportando significado

aparición de suplementos expresivos, como dobletes automáticos

de la emisión vocal

cuando está alegre –y el aura de su cara lo expresa– la formulación

de las frases, su encadenamiento, el tono (sean comprensibles

o no, completas o no, reiterativas o no), reproduce

el modo de la conversación jubilosa o irónica anterior al proceso

de pérdida; las huellas de la antigua normalidad parecen

persistir sobre todo en los mecanismos de lo tonal, en lo más

corporal o carnal de la expresión

una equivalencia liga afecto, expresividad y tono

y, sin embargo, la memoria menos previsible, más sorprendente

o inesperada, aunque de modo interrupto, permanece:

me acuerdo muchas veces de vosotros allí en vuestra casa 

—————————

Autor: AA. VV. Título: La casa del poeta. Versos para quedarse a vivir. Editorial: Trampa Ediciones. Venta: Todostuslibros.com y Amazon

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