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La cruz del valle, de Gustavo Adolfo Bécquer

La cruz del valle, de Gustavo Adolfo Bécquer

Este año, 2020, se cumplen 150 años del fallecimiento de Gustavo Adolfo Bécquer; acaecido en Madrid el 22 de diciembre a las 10 de la mañana en la calle Claudio Coello, 7 (actual nº 25, piso 3º dcha.), debido a una pulmonía. Sus últimas palabras fueron «Todo mortal», y media hora después del seceso se inició en Sevilla (su ciudad natal) un eclipse total de sol.

Es interesante saber que Bécquer no conoció sus libros publicados, que fueron sus amigos quienes tras su muerte se reunieron y —por suscripción popular — editaron su obra en 1871; convirtiéndose en un éxito sin precedentes. De hecho, en español, las Rimas son, junto a El Quijote, los títulos que cuentan con más ediciones.

Todo el mundo puede recitar de memoria alguna estrofa de Volverán las oscuras golondrinas… o la famosísima Poesía eres tú, o narrarnos algunas de sus bellas y tenebrosas Leyendas. Sin embargo pocos son los que conocen la faceta teatral del autor, y más concretamente su gran afición a la música y su creación de libretos de zarzuela.

"Este rarísimo facsímil fue encontrado por el bibliófilo y poeta Luis García Arés en 1994, y ahora la editorial madrileña Cuadernos del Laberinto lo edita para placer de tantos y tantos becquerianos"

Para conmemorar esta fecha tan señalada del 150 aniversario de su muerte, se ha publicado un facsímil del libreto La cruz del valle, una de las comedias que compuso en colaboración con su amigo Luis García Luna bajo el pseudónimo común de Adolfo García, concretamente la última que ambos escribieron en comandita. Se trata de un libreto de zarzuela, con música del maestro Reparaz, que se estrenó en el madrileño Teatro del Circo el 22 de octubre de 1860 y se publicó, simultáneamente a su estreno, en Madrid y en la imprenta de José Rodríguez, sita en el número 9 de la calle del Factor.

Este rarísimo facsímil fue encontrado por el bibliófilo y poeta Luis García Arés en 1994, y ahora la editorial madrileña Cuadernos del Laberinto lo edita para placer de tantos y tantos becquerianos.

El prólogo viene escrito por Luis Alberto de Cuenca, quien abre el libro con estas palabras tan significativas:

«Bécquer es nuestro padre espiritual. El padre de la poesía española contemporánea. Puede afirmarse sin ningún género de dudas que la genealogía de nuestra lírica, desde la publicación póstuma de las Rimas en 1871, se remonta al poeta sevillano. Por ese motivo, no precisamente menor, cualquier cosa que tenga que ver con Gustavo Adolfo es importante para la comunidad académica y para los lectores de su obra, que son legión en todo el orbe hispánico. Por ejemplo, esta edición facsímil».

Gustavo Adolfo llegó a Madrid en 1854 cargado de sueños y ambiciones. Sin embargo, los primeros años en la capital fueron duros, tanto económicamente como por la enfermedad que se cruzó a su paso. No obstante, Bécquer era una hombre lleno de esperanzas y proyectos y supo encontrar la forma de salir adelante con muy diversos trabajos: escribiendo biografías de diputados, fundando periódicos o trabajando como redactor o director de los mismos, llevando a cabo ideas tan ambiciosas como La historia de los templos de España, de escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, dibujando pinturas murales (como las del palacio del Marqués de Remisa) o de censor de novelas (trabajo que le proporcionó su amigo y benefactor González Bravo).

Superadas han quedado ya las biografías en las que se nos muestra un Bécquer bohemio y pobretón tan alejadas de la realidad, ya que el poeta supo abrirse camino —con bastante desahogo en algunas épocas de su vida— sin perder nunca de vista su propósito de desarrollar su carrera literaria y sin abandonar su ansia de gloria artística. Supo, pues, lidiar y aprovechar las modas del momento.

"Por lo tanto, no es nada extraño que Bécquer buscase en este nicho una forma de ganarse el pan, pero refugiándose tras pseudónimo"

Es importante saber que en esos años la zarzuela representaba uno de los divertimentos más populares y demandados. Resulta llamativa la estadística de que en esa época en España había 318 teatros en donde se representaban anualmente un promedio de 12.436 funciones (8.410 obras teatrales, 2.846 zarzuelas y 1.180 óperas), y que justamente en la temporada en la que se puso en escena La cruz del Valle (1860-1861) se estrenaron en Madrid 62 zarzuelas (fuente: Bécquer. Vida y época, de Joan Estruch Tobella. Cátedra. 1ª edición, Madrid, 2020. Pág. 158).

Por lo tanto, no es nada extraño que Bécquer buscase en este nicho una forma de ganarse el pan, pero refugiándose tras pseudónimo. De hecho, es el mismo Gustavo Adolfo quien en noviembre de 1860 (un mes después del estreno de La cruz del Valle) publica en el periódico La Iberia una carta abierta, dirigida a don Juan de la Rosa González, en donde narra:

«La política y los empleos, último refugio de las musas en nuestra nación, no entraban en mis cálculos ni en mis aspiraciones. Entonces pensé en el teatro y la zarzuela…

… Lo arreglé con mi amigo Luis García Luna…

Yo, sin embargo, que, aun cuando en esta senda me han antecedido muchos escritores de primer orden, no creo que es la que conduce a la inmortalidad; al poner en ella el pie tuve rubor y me tapé la cara…»

Todos hemos sido bautizados en Bécquer, decía Jorge Guillén en un artículo, y todos debemos agradecerle ser quien abrió la puerta a la poesía moderna dotándola de ese gigante y extraño don de la sencillez y la intimidad.

Bécquer revive en nosotros, bien sea en forma de rima, leyenda, carta o —como en este caso— de zarzuela y reconocerle tras cualquier composición exalta lo que en nosotros hay de poesía.

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Autores: Gustavo Adolfo Bécquer y Luis García Luna. TítuloLa cruz del valle. Editorial: Cuaderno del Laberinto. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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