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La flexibilidad laboral y las mascarillas

La flexibilidad laboral y las mascarillas

Parece que se van poco a poco las mascarillas. Se va el vivir en La Zona para volver a vivir en la Un día de furia. Se van los barbijos para volver a tener los atascos a precio de oro con la gasolina. Se van cosas del confinamiento. Se van perdiendo los recuerdos del encierro mientras vuelven los cines, los conciertos, las comidas multitudinarias, las celebraciones de cumpleaños con muchas personas y las reuniones familiares sin tener que contar cabezas para estar o no en la legalidad.

Me gusta mi mascarilla de Darth Vader, pero preferiría no tener que llevarla.

Se van muchas cosas, pero hay algunas que hemos de luchar por que se queden. Como el teletrabajo, la flexibilidad laboral y la búsqueda de un equilibrio más personal entre trabajar en la empresa que se quiere trabajar y vivir en la ciudad en que se quiere vivir. No es nueva esta reflexión en mi discurso: escribí el cuento Volver para que pudiéramos empatizar con las circunstancias personales de cada uno. No somos iguales todos. No todos trabajamos de la misma manera. No todos tenemos la misma vida.

También he elegido bando en el tema de la flexibilidad laboral. No me gustan los horarios, las reuniones y las rutinas como forma de contabilizar el trabajo. Ya lo he dicho muchas veces: “Esto va de clavar clavos”. O sacar metros, que era lo que me decían a mí cuando trabajaba de pintor o albañil en mi adolescencia. Esto va de ser productivo, y cada uno es productivo cuando lo es.

Yo te cambio muchas reuniones por una llamada de teléfono. Te cambio muchas horas de noche por horas de mañana, haciendo undercut, como explico muchas veces en reuniones. Es decir, acostándome a las 20:00 para levantarme a las 04:00 y sacar horas de mañana antes de una reunión o una conferencia a las 09:00. Cada uno clava clavos como los clava. Pablito clavó un clavito trasnochando, Chemita clava el clavito madrugando y en soledad en una cafetería, escuchando música. Con La M.O.D.A. gritándole en los oídos. Cada cual con sus taras. Con sus TOCs. Con sus diferencias únicas excepcionales. O mundanas.

Así que, se vayan del tirón, en tramos o de forma puntual, me gustaría que dejar para mí la flexibilidad, el trabajo remoto, la libertad horaria, la planificación personal del trabajo no sea una consecuencia de llevar mascarillas y estar confinado haciendo puzles por las noches en encierros forzados, sino una elección personal de forma de trabajo. Clava clavos con tus horarios, desde tus rincones. Ya sea en Huelva, Málaga, desde una isla entre Costa Rica y Nicaragua, o desde una casita en la playa en el concello de Porto Do Son mirando el atardecer rojo sobre la ría. Clava clavos, saca metros, y haz que tu vida sea mejor trabajando en el trabajo que quieres trabajar, viviendo en el rincón del planeta en el que quieres vivir.

Viendo esta puesta de sol también se puede trabajar bien.

Eso sí, clava clavos, saca metros, sé responsable con tu trabajo, y así nos ayudas a todos los que defendemos esta forma de trabajar. Los que defendemos que el trabajo es una parte fundamental de la felicidad de la vida. Una parte muy importante. Una parte importantísima que se puede disfrutar de muchas formas. Dejando espacio para otras partes en tu vida. Así que, aunque se hayan ido las mascarillas, que no se vaya la posibilidad de conectarse por Zoom a una reunión, de trabajar desde casa, o desde la playa.

Y después échate la siesta, lleva a los niños al colegio, ve al gimnasio, sal a cenar con amigos, ve al cine, lee libros, disfruta de hacer el tonto como hago yo subido a un monopatín eléctrico diciendo “Ññññññññiiiiiiiiiaaaaaaaaaauuuuunnnnn” y tómate en serio vivir a tu manera, aunque sea haciendo el cabra sobre ruedas. El resto de partes de la vida al margen del trabajo también molan… Y más sin mascarillas.

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