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La guerra en casa, de Luca Rastello

La guerra en casa, de Luca Rastello

La guerra en casa (Ariel), de Luca Rastello, es un libro de Historia y de historias. La del francotirador y sus intentos por empezar una nueva vida fuera de Yugoslavia. La pesadilla de Izmet, detenido por la policía estatal y machacado a golpes por ser musulmán… Es esta una obra que nos ofrece una visión humanística de la guerra.

Zenda adelanta el prólogo que el autor ha escrito a la obra.

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PRÓLOGO

A pesar de los años transcurridos, sigues encontrándote con gente que te pregunta qué te lleva a interesarte por esa gente y esa guerra, y tú eres incapaz de encontrar una respuesta convincente: «Si es que están muy cerca, a siete u ocho horas de viaje desde aquí…». El interlocutor calla, perplejo, y confías —sintiendo unas inmensas ganas de largarte— en que no te salga con la habitual frase embarazosa que siempre suena más o menos así: «Sois dignos de admiración». Admirar, en su sentido literal, significa «mirar con asombro». Y el asombro suele reservarse para lo que se aleja de lo familiar, de lo cotidiano. Cual monstruo capaz de despertar asombro, te sientes incómodo.

Vivir con refugiados no es algo espontáneo ni natural, ni tampoco se las apañan mejor ciertas personas excéntricas. El mío es un malestar que se repite, de diferentes maneras, en todos los que han vivido durante estos cinco años las mismas experiencias: se han sentido aplastados a menudo por el cansancio, han experimentado el impulso irresistible de huir, han creado espacios de silencio y de clausura. A menudo no tirar la toalla es una mera cuestión de vulgar orgullo o de cabezonería; o incluso solo una consecuencia de los lazos establecidos con las personas, vínculos que, pese a haberse vuelto retorcidos, conflictivos y difíciles, nunca llegan a cortarse de verdad. Muchos han renunciado a explicarse, ante su propia dificultad para comprender muchas cosas. No han faltado interpretaciones apresuradas, frases a medias desarmadas y desarmadoras, bromas envenenadas: «Hay quien se realiza acogiendo a los refugiados…». Eso de la gratificación compensatoria es una vieja cantinela: te sientes buena persona gracias a tus «buenas acciones» y esa explicación debería ser suficiente para todos. Con el tiempo, muchos aprenden a no contar nada, a no comunicar hechos, impresiones, episodios.

Todo empieza con una llamada telefónica: alguien que te obliga a ver y te sugiere que tienes la llave para hacer algo. La llave, literalmente: la llave de una casa. Empiezas con respuestas al estilo de «Sí, de acuerdo… pero ya sabes cómo es nuestra casa… no hay puertas que separen las habitaciones, es pequeña… Y además querríamos tener un hijo el año que viene… Te contesto lo antes que pueda, adiós». Hay un invierno muy duro a la vuelta de la esquina, en la antigua Yugoslavia, hay una solicitud específica de ayuda —una alternativa seca: vida o muerte, nada menos, por más que no quieras mirar—, y algunos se están organizando para acoger a algunas familias de refugiados en sus hogares hasta la primavera. ¡Pero si es el Estado el que debería actuar! ¡Es un error imperdonable suplir las instituciones legitimando su desinterés! Es un problema colectivo, ¡no querrás que cambie el mundo yo solo! En parte para justificarte le dices a quien comparte la cama contigo: «Aquí no, no podemos; pero en la casa de las montañas, tal vez…». A Monica no le hizo gracia, lo sé. Pero tenía sueño, dijo «ya veremos» ella también y nos quedamos dormidos.

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Este es un libro de historias, no de Historia. Estas páginas no pretenden dar una interpretación de conjunto de la guerra yugoslava, por más que no esquiven la ambición de alimentar a su manera la tarea de reconstrucción de los hechos que ensangrentaron la otra costa del Adriático entre 1990 y 1995, enlazando también datos y testimonios sobre algunos aspectos oscuros de esa tragedia. Por lo demás, son todas ellas historias con una vertiente italiana. Tienen un origen común en la experiencia del Comité de Acogida de Refugiados de la Antigua Yugoslavia de Turín, fundado en el invierno de 1992 por Gianni Sgambelluri y por Silvia y Eugenio Chiotti y posteriormente coordinado por Eugenio Delfino (de las actividades del comité se ocupa el capítulo 3). No se habla pues de la guerra, sino de esa guerra y nosotros, del encuentro, casi siempre fallido, entre quienes están involucrados y quienes observan, de miradas lanzadas desde esta orilla hacia la otra. Casi siempre con las mejores intenciones. La pareja a partir de la cual se articula la historia es la pareja «aquí-allá», con una atención privilegiada al «aquí».

Si alguna historia se cuenta en estas páginas, es la de la corrupción de una mirada, la mía, destinada a perder paulatinamente su inocencia originaria a medida que avanzaba mi implicación —casual e involuntaria— en actividades «humanitarias » en la antigua Yugoslavia. Corrupción saludable, dado que, con la constatación de los fracasos, de los derrumbamientos sentimentales y nerviosos que provoca la acción solidaria junto con sus resultados positivos, se pierde un poco de esa actitud didáctica y colonial que caracteriza a buena parte de ese continente escurridizo y ambiguo que se revuelve y se compromete bajo las banderas de la paz. Muy a menudo, el impulso humanitario, desvinculado del esfuerzo del análisis político y de la carcoma de la autocrítica, acaba por traducirse, sobre una base de nominalismo puro, en una auténtica ideología capaz de ofrecer una visión de los acontecimientos estructurada a priori, casi siempre en un círculo vicioso, sobre la idea corriente y vulgar de que esa guerra era una incomprensible maraña de violencia tribal, acaso depositada ab aeterno en los cromosomas eslavos.

La ideología humanitaria ha brindado a menudo un respaldo a la confusión entre verdugos y víctimas. Sin restar valor alguno al coraje de tantos y a los miles de vidas salvadas por las caravanas blancas, tal vez resultara honesto y útil abrir un futuro análisis acerca de la intervención humanitaria en Yugoslavia con la categoría del fracaso. Ninguna de las iniciativas de paz tuvo, en efecto, consecuencia alguna en el curso del conflicto y, más allá de la fantasía, ninguna iniciativa reunió el suficiente coraje para interponerse entre las facciones en armas. A la luz de este fracaso político (no caritativo), quizá sea posible recuperar el valor de las ideas de los que se comprometieron, arriesgaron y perdieron en ocasiones sus vidas socorriendo a las poblaciones arrolladas por la guerra. La acción humanitaria adquiere, en mi opinión, tanto más valor cuanto más se desprende de la ideología humanitaria, de ese imaginario alimentado de caridad y sucedáneos que no reconoce la dignidad y la responsabilidad de las víctimas. A veces, una mirada inocente está dispuesta a cometer algún delito para preservarse.

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Hablar de miradas es una operación con un claro riesgo de caer en la arrogancia. La estructura de este libro obedece a un intento por rehuir ese riesgo. Cada capítulo se presenta dividido en dos partes: una historia, narrada en clave subjetiva y vinculada a un personaje, y un «escenario», en el que se acumulan datos y consideraciones sobre el contexto de la historia, con la esperanza de proporcionar cierta idea de los muchos otros puntos de vista desde los que podrían haberse observado esas mismas vicisitudes.

Las historias de este libro no se presentan en orden cronológico y abarcan hechos que en parte se superponen. Por ejemplo, la caída de Srebrenica (de la que se habla en el capítulo 7) precede a la frágil «paz» de Sanski Most (capítulo 6) y la muerte de Moreno Locatelli (capítulo 4) es posterior a la de Guido Puletti y sus compañeros (capítulo 5). El orden de los capítulos responde al enfoque progresivo de las historias en mi reflexión sobre las relaciones de solidaridad. A través de diferentes tiempos y lugares, estas páginas ponen en conexión de esta forma a personas que actuaron y pensaron sin encontrarse jamás, confiando en una dirección común.

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Autor: Luca Rastello. Traductor: Carlos Gumpert Melgosa. Título: La guerra en casa. Editorial: Ariel. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

BIO
Luca Rastello (Turín, 1961-2015) viajó y trabajó en los Balcanes, el Cáucaso, Asia central, África y Sudamérica. Colaboró con el Gruppo Abele y fue director de Narcomafie, L’Indice y Osservatorio Balcani e Caucaso Transeuropa. Entre sus libros, traducidos a varios idiomas, destaca Yo soy el mercado: teoría, métodos y estilo de vida del perfecto narcotraficante.
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