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La obscenidad del talento

El festival Doc Doc 2023 arrancó en Cineteca Madrid con la proyección del documental Amando a Highsmith (2022), de Eva Vitija-Scheidegger. Basado en los escritos personales de Patricia Highsmith y en los relatos de su familia y sus amantes, la película arroja luz sobre la vida y la obra de la famosa escritora de novelas de suspense, impregnada de temas relacionados con el amor y su influencia decisiva en la identidad. La proyección de la película se complementó con la mesa redonda La obscenidad del talento, con la participación de Carlos Boyero y Juan José Millás. A continuación reproducimos la introducción al evento escrita por María José Solano.

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Podría decir que hoy me siento (o me sientan los amigos Antonio y Gerardo) entre dos genios, pero la hipérbole siempre queda insincera entre genios, así que prefiero decir «entre dos veteranos», porque la cronología es un hecho cuantitativo, y lo cualitativo ya lo podrá juzgar el respetable público cuando termine esta charla.

De Carlos Boyero se ha dicho casi todo, en prensa escrita y no escrita, y recientemente en un documental cuyo título resume mejor que nada su biografía: El crítico. Por eso no me queda más remedio, para no caer en repeticiones, que tirar de mis propios recuerdos: como niña de los ochenta el cine que vi lo aprendí de tres fuentes: Chicho Ibáñez Serrador, que me reveló a Hitchcock; José Luis Garci, que me convirtió a la religión de John Ford; y Carlos Boyero, que me guio, a veces como Virgilio y otra como Mefistófeles, por el infierno de las carteleras.

Sin salir de los infiernos, recuerdo que allí conocí a Juan José Millás, concretamente en un magnífico libro de niño prodigio (era sumamente joven cuando lo escribió, en 1975, el año en que yo nací): Cerbero son las sombras. Luego, en el colegio, esa niña de los 80 se lo volvió a encontrar en Papel mojado, que se leía, se comentaba y se estudiaba en clase, y claro, la adicción a Millás fue inevitable. Así, la lectora voraz y un poco antitodo que era (y soy) encajó con los anticuentos de Millás, con su bello desorden de los nombres y con la rara habilidad de hacer literatura (e invitar a que otros la hagan) de las frías palabras del diccionario.

Y ya instalados en el infierno, con los cancerberos guardianes, los inadaptados y los malditos, me parece que no es mal lugar para convocar en él a Pat Highsmith, que es la razón por la que estamos hoy aquí. Y es verdad que hay talentos inalcanzables, envidiables, inigualables, impredecibles (creo que estos estarían en las mentes científicas, analíticas y humanísticas), y luego están los talentos mutantes que son o suelen ser los de la creación. Pero en un raro aparte están aquellos que reúnen todos esos adjetivos y los mezclan en un cuerpo que aparentemente es humano, como el de un Nexus 6, pero que cuando se sienta a escribir exuda un líquido letal, como el de los cartuchos de dinamita. Ese es el talento de Patricia Higsmith; esa beautiful shadow, como ella misma se definió: el talento obsceno, o lo que es lo mismo, el talento de los elegidos.

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Raoul
Raoul
9 meses hace

«Pat» Highsmith, como si fueran coleguis de toda la vida…