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La poesía vive oculta entre las cosas (II)

Foto: El burgués gentilhombre en versión y dirección de Willy Landin, con Hernán Boglione, Andrea Bonelli, Lucrecia Capello, Heidi Fauth, Gustavo Garzón, Hernán Jiménez, Diego Mariani…

 

Continúo en la línea que empecé hace dos semanas con el poema que a veces veo “salir» de un texto en prosa. Y como siempre que mezclo las palabras poesía y prosa me viene a la memoria la obra de Molière El burgués gentilhombre, tan divertida, tan crítica y tan inteligente, voy a recordar el momento en que el burgués Jourdain, nuevo rico e imbécil a machamartillo, contrata a varios maestros para que le instruyan en varias disciplinas y pueda estar a la altura de los aristócratas de la corte. Sobre todo con una de ellas.

Acto II, escena VI

JOURDAIN: Debo haceros una confidencia. Estoy enamorado de una persona de alta condición y os agradecería que me ayudaseis a escribir algunas cosillas en una notita que quiero dejar caer a sus pies.
PROFESOR DE FILOSOFÍA: Muy bien.
J: Será cosa galante… ya me entendéis.
PROFESOR: Indudablemente. Supongo que querréis escribirle unos versos.
J: No, versos no.
P: ¿En prosa, entonces?
J: No quiero ni prosa ni versos.
P: Ha de ser una de las dos cosas.
J: ¿Por qué?
P: Por la razón, señor, de que para expresarse no hay más que prosa y verso.
J: ¿Solo existen la prosa y el verso?
P: Sí, señor. Todo lo que no es prosa es verso y todo lo que no es verso es prosa.
J: Y cuando se habla, ¿cómo se habla?
P: En prosa.
J: Entonces, cuando digo: «Nicolasa, tráeme las zapatillas y el gorro de dormir», ¿hablo en prosa?
P: Sí, señor.
J: ¡A fe mía! Más de cuarenta años hace que me expreso en prosa sin saberlo. Os estoy agradecidísimo por habérmelo enseñado.

¡Bien por Molière, que nos ayuda a descargar con el buen humor otros humores menos bondadosos!

"Más de cuarenta años hace que me expreso en prosa sin saberlo. Os estoy agradecidísimo por habérmelo enseñado."

El poema que trato en esta entrega (la anterior fue sobre Shakespeare y Carlos Pujol), también pertenece a un prólogo. En este caso el prologuista es también el autor del libro: Biografía del fracaso, de Luis Antonio de Villena. Aquí no sustituí ninguna palabra; todas pertenecen a su autor, aunque los versos no los haya colocado en el mismo orden que De Villena en la prosa.

Dice así:

Yo he sentido muchas veces en mi vida la atracción del fracaso. En un primer momento debí unirlo a mi tirón por los malos, pues estos, en el maniqueísmo impuesto por la estrecha moral moral católica y remachado por el puritanismo del cine de Hollywood, siempre perdían. De niño me identificaba con los romanos y con los indios de las películas del Oeste. Estos últimos siempre sucumbían, solían ser perversos, igual que los romanos que —cuando se convertían— lo eran decididamente. Siempre me sentí más cerca de Pilatos que de cualquier bendito apóstol, por ejemplo en Rey de Reyes. En Los diez mandamientos —que vi de niño— el faraón me atrajo mucho más que Moisés, tan adusto. ¿Perder es ser malo? ¿De dónde viene la atracción por la pérdida, de la caída? (…) El perdedor es un inconforme al que pensar en la derrota no disuade de su impulso (…). El perdedor no está satisfecho con la vida y busca terriblemente la parte negada. Busca el otro lado, lo oscuro, lo que no puede tener o adonde no puede ir. (…) Después de escribir La Divina Comedia dicen que la gente se apartaba de Dante cuando andaba por la calle porque tenían temor y respeto ante un hombre que había estado en el Infierno. El perdedor también ha estado en el infierno, o lo está aún. Y esa crispación —esa herida— funciona con la fascinación de la audacia (…). Se diría que triunfar presupone un acuerdo —y hasta un acorde— con el Mundo y con la Vida. Aunque solo sea externamente, el triunfo es bautizado por el Orden. Al contrario, el perdedor es alguien que no ajusta. Un desplazado. Un desclasado. E —íntimamente— prefiere la anarquía de la vida, que no es perfección, pero asume esa vida. El perdedor es un paseante por un camino prohibido. Por ello, también un buscador, un inquieto o un pionero frente a la solidez del Orden —y del Triunfo— que da por sentada la base de la realidad y la vida, es decir, el Bien Permanente. Sin espacios exteriores (…). El perdedor desea otro futuro, arrancándose el corazón del tiempo prometido. Vive en la insatisfacción, extranjero en cualquier parte, perdido en un boquee nocturno, idealista que no aguarda el Ideal, rebelde a cualquier norma, excéntrico a su contexto, metafísico y descreído; el perdedor —en suma— es un hombre lejano. El hombre de los horizontes. Quizá un orador, sin darse siempre cuenta. El que no ve la meta, o no cree en ella, o simplemente no la quiere o no la necesita. Heinrich Heine, en sus Últimos poemas, escribió: “¿O quedaré tirado en la playa / de aún no sé qué mar del desengaño?”. Una valúa solitaria, en un gran día de sol, con las velas rotas».

Luis Antonio de Villena. Fuente: luisantoniodevillena.es

Luis Antonio de Villena. Fuente: luisantoniodevillena.es

Lo títulé así:

EL PERDEDOR, SEGÚN LUIS ANTONIO DE VILLENA

También yo he sentido muchas veces la atracción del fracaso.
¿De dónde viene esa atracción por la pérdida, por la caída?
El perdedor no está satisfecho con la vida,
busca lo oscuro, el otro lado, lo que no puede tener
o donde no puede vivir.
El perdedor, como Dante, también ha estado en el Infierno,
o lo está aún;
es alguien que no ajusta, un desplazado,
un paseante por un camino prohibido,
un buscador o un pionero sin espacios exteriores.
El perdedor es un hombre lejano. El hombre de los horizontes,
quizá un oteador sin darse siempre cuenta,
el que no ve la meta, porque no cree en ella
o simplemente no la necesita.
Una falúa solitaria, en un día de gran sol,
con las velas rotas.

***

En su Prisionero de ayer, Leandro Pérez escribió un bello artículo sobre Carson McCullers:

Quiero destacar la postdata con palabras de McCullers que habla de todo esto que está imbricado en la vida: la poesía y la prosa. A ambas nos debemos, de las dos somos deudores, pero de nuestra mirada depende que las manejemos en su justa medida:

«P.D.: Sigo copiando: debo reconocer que el titular de esta entrada habría disgustado a Carson McCullers. En una de esas notas reveló: «No me gusta la palabra prosa; es demasiado prosaica. La buena prosa debe estar fundida con la luz de la poesía; la prosa debe ser como la poesía; la poesía debe ser tan inteligible como la prosa».»

 

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