Inicio > Actualidad > Noticias > Lana Bastašić: «La paz hay que vigilarla siempre»

Lana Bastašić: «La paz hay que vigilarla siempre»

Lana Bastašić: «La paz hay que vigilarla siempre»

Contrasta la afabilidad y la calidez que transmite la escritora serbobosnia Lana Bastašić con los perturbadores relatos, sin concesiones, de su último título, Dientes de leche, con un padre muerto, niñas sonámbulas o madres ausentes, historias todas inquietantes sobre la etapa más inocente de la vida.

En una entrevista con EFE, la autora nacida en Zagreb, de cultura serbia y que emigró de muy pequeña con la familia a Bosnia, reconoce, en un perfecto catalán aprendido de cuando vivió en Barcelona, que ha querido acercarse a la infancia pensando en los niños «como seres humanos pequeños que pueden sufrir todas las emociones, igual que los adultos».

Después del éxito de Atrapa la liebre, con la que ganó el Premio de Literatura de la Unión Europea 2020, regresa ahora con un libro de relatos, que publican en castellano Navona y en catalán Periscopi, en los que muestra la complejidad de crecer en una sociedad marcada por el sexismo y el patriarcado. No rehúye que puede mostrarse implacable cuando se sienta ante el ordenador, pero ello se debe a que «me gustan las historias que cambian al lector, que provocan que uno no sea la misma persona cuando las acaba, que haya un antes y un después«, apostilla.

En esta ocasión, busca que quien se enfrente a sus textos «piense en su infancia o en las infancias que tiene alrededor. Esto es literatura, y todo se amplifica, pero en los Balcanes, desgraciadamente, aún suceden hechos como los que cuento». «Soy consciente —prosigue— de que no es un libro gracioso, para llevarse a la playa, pero quiero que después de su lectura, pensemos más en cómo hablamos a los niños, en qué les decimos o qué nos guardamos, porque todo ello tiene consecuencias».

No obvia que, nacida como es en 1986, el conflicto de los Balcanes la marcó de lleno y que eso «me lleva a hablar y escribir de las consecuencias de las guerras, de lo que no suele hablarse, porque nos centramos en cómo se inician o por qué acaban, pero hay traumas que quedan durante años, que son siempre una sombra alargada».


A su juicio, tampoco se incide en las generaciones que nacen justo antes de iniciarse o en las que lo hacen nada más terminarse, porque «suele señalarse que somos mejores al no haber estado en el conflicto, pero ¿somos realmente mejores?», se cuestiona.

Entiende Bastašić que si llegada la época de paz «se siguen alabando todos los mitos anteriores o no se deja de lado el lenguaje violento, todo continúa. Hay que terminar con las prácticas tóxicas, con la manera de pensar tóxica, porque los niños de hoy pueden ser los protagonistas de un conflicto dentro de treinta años, y entonces ¿qué?», se pregunta.

El libro lo dedica a su madre, Lina, por todo el apoyo que ha recibido de ella y por formar parte de la generación que «cuando eran niños miraron a la luna la primera vez que el hombre la pisó y luego se encontraron en los años noventa con los maridos en la guerra».

Respecto del conflicto bélico de Ucrania, la escritora, que lleva tres años viviendo en Belgrado, precisa que por la experiencia que tienen «no nos sorprendimos cuando empezó, porque la situación llevaba unos años calentándose. Nosotros sabemos que una guerra puede pasar en cualquier lugar y momento. La paz hay que vigilarla siempre. Mis padres explican que nunca pensaron que hubiera una en Yugoslavia, en unos años en los que se sentían parte de un país moderno, con unas vidas modernas». En cambio, prosigue, «todos tenemos que ser muy conscientes de que los derechos, por diferentes circunstancias, por una determinada idea de identidad, pueden perderse muy rápido». Feminista activa, subraya que «tenemos que ser conscientes de que los derechos y el progreso no es algo que podamos dar por entendido y por hecho sino que hay que luchar y cuidarlos siempre».

Por otra parte, es de las que cree que es fundamental «la educación de los hombre pequeños porque, al menos en los Balcanes, todavía está esa idea de masculinidad como algo muy rígido, de que solo puede existir como contrario de lo femenino, y hay que incidir en que las mujeres pueden ir más allá de casarse y tener hijos, que eso no es su única opción».

Feliz de que el último premio Nobel de Literatura recayera en Annie Ernaux, confiesa que en el futuro le gustaría que lo concedieran a Dubravka Ugrešić, una autora croata que ha escrito contra el machismo y el «nacionalismo tóxico de los Balcanes». Para Bastašić, «si le dieran a ella el Nobel tendría un impacto brutal para las mujeres balcánicas y para la literatura balcánica, que aún es de hombres».

4.7/5 (3 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios