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Las plagas de Egipto

El mundo, que yo recuerde, siempre ha ido mal, y a peor incluso, siempre a peor, si juzgamos por los periódicos y los telediarios. Generalizando. Pero yo no creo que eso sea cierto. Yo creo que la verdad, si ésta existe, es algo más profundo que eso. Igual que la “realidad” de una película depende de sus guionistas y de su director, de cómo dispone la historia y el material, la “realidad” en el periodismo puede depender de condicionamientos similares, como la selección de los contenidos y su tratamiento, aparte de que éstos sean veraces.

Pero siempre, casi siempre, me ha llamado la atención que en el telediario haya tan pocas noticias positivas. Casi entendemos que una “noticia” tiene que ser mala: un desastre natural, un caso de corrupción, una guerra… Una vez me dijo Pedro J. Ramírez que cuando más periódicos se vendían era en las guerras.

Me encantaría hacer un telediario sólo con buenas noticias, y no sé si ya se ha hecho, pero probablemente no tendría éxito. En realidad, puestos a hacerlo, me gustaría hacer un telediario equilibrado, con afán de ser verdadero, auténtico, al servicio de la gente, de los ciudadanos. Pero yo no sé si sería un buen director o presentador de telediarios.

"No sé si nuestro descreimiento, precisamente, o quizá nuestra ignorancia, es positiva o negativa"

Lo peor es que ahora esas noticias negativas, tantas, parecen justificadas. Por las circunstancias trágicas en las que nos encontramos, vivimos inmersos en el pesimismo, en una gran tristeza, presas y presos del miedo, en muchos casos, en ocasiones del pánico, por nosotros mismos y por nuestros seres queridos.

Yo pienso que si fuéramos otro tipo de sociedad ya pensaríamos mayoritariamente desde hace tiempo, desde que empezó el virus, que estamos recibiendo un castigo divino. Un castigo por parte de Dios o de los dioses, de un Dios antiguo o moderno, actual, o de los dioses del pasado, de los griegos, por ejemplo, que con frecuencia trataban muy mal a los seres humanos. O de Yahveh, el dios colérico, a menudo, o “celoso”, como dice Él mismo, y vengativo, el Dios del Antiguo Testamento de la Biblia, ese libro tan importante en la Historia de la Humanidad pero que, como me dijo en una entrevista muy interesante Eslava Galán publicada en Zenda, los creyentes de hoy, sin embargo, no leen. Eslava me explicó por qué.

No sé si nuestro descreimiento, precisamente, o quizá nuestra ignorancia, es positiva o negativa. Puede que sea positiva, o que tenga una parte positiva —la ignorancia o inconsciencia en este caso sería como un narcótico para nuestros males—; puede que sea negativa —el hecho de ignorar no hace que desaparezca el mal, o la causa del mal—. Yo soy creyente, pero hay mucha gente que no lo es. Sin embargo, en este caso, aun siendo creyente, yo pienso más en los males del planeta Tierra, en el cambio climático y en esta clase de temas, más que en el castigo divino. Pienso en las consecuencias de no cuidar bien nuestra casa, la Tierra. Tal vez en nuestro mundo tenga más peso la ciencia que la religión, aunque a mi modo de ver no son incompatibles.

"¿Qué puede haber detrás de la historia de Moisés y de las plagas? ¿Qué puede haber histórico en lo realmente sucedido?"

Vuelvo al principio del artículo. Cuando surgió la crisis del Coronavirus me recordó a algunos episodios de la Biblia —calamidades que provocaba Yahveh para castigar a los hombres—, por ejemplo las plagas de Egipto. Ya me lo había recordado antes, meses antes, de que me lo dijera, con un punto de humor y de ironía, entre la gravedad que estábamos viviendo, que vivimos, Raúl del Pozo, siempre inteligente y sugestivo. Cuando se produjo la gran nevada.

Sea o no divino, todo esto nos está castigando, es decir, nos está haciendo mucho daño. Y creo que, sea o no divino, nos tiene que enseñar algo, o mucho, dependerá de la persona, supongo, de su inteligencia y de cómo le afecte este episodio o estos episodios, a su vida, a su trabajo, a su salud, etc.

¿De dónde vienen estos fenómenos desaforados de la Naturaleza? Busco la definición de “plaga”. Consulto en la vigésimo tercera edición del DRAE, la edición del tricentenario de la Real Academia Española (Madrid, Espasa, 2014):

Plaga. (Del latín plaga “golpe”, “herida”) 1. Aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales o vegetales, como, respectivamente, la peste bubónica y la filoxera. 2. Calamidad grande que aflige a un pueblo. 3. Daño grave o enfermedad que sobreviene a alguien. 4. Infortunio, trabajo, pesar o contratiempo. 5. Abundancia de algo nocivo, y por extensión de lo que no lo es. Este año ha habido plaga de albaricoques. Plaga de erratas. 6. Úlcera, llaga.

—Éstas son las plagas de Egipto —me dice por teléfono Raúl del Pozo, en plena nevada de “Filomena”.

Las plagas de Egipto fueron 10. Los científicos han buscado explicaciones racionales a estas plagas, explicaciones bastante plausibles, aunque a mí me parece extraño que se den juntas todas esas circunstancias.

"Lo que estamos viviendo es, o parece, la tierra indignada, la tierra maltratada, airada"

¿Qué puede haber detrás de la historia de Moisés y de las plagas? ¿Qué puede haber histórico en lo realmente sucedido? Si yo tuviera que contar la historia de Moisés y de las plagas, partiendo de hechos reales, ¿cómo lo haría?

Tal vez los forjadores de la Biblia para explicar la historia del pueblo de Israel acudieran a cierta reminiscencia, leyenda o rastro histórico de unas plagas similares a las que luego se plasmarán en el Éxodo. Según  nos cuenta Eslava Galan en su Biblia contada para escépticos, el rey Josías (siglo VII a.C.) mandó elaborar la Biblia en base a materiales previos, historias y leyendas, del pueblo hebreo. Ahora pienso que si yo como escritor tuviera que escribir sobre la historia de Moisés la elaboraría según lo sabido, u oído y utilizaría efectivamente el material previo, haciendo que todo tuviera sentido. Es muy posible que en Egipto tuvieran lugar algo muy parecido a esas plagas, y que ese recuerdo sirviera a los redactores de la Biblia para formar su historia. Pero esto sólo es mi hipótesis personal, mejor dicho, una hipótesis personal.

Alejando lo ocurrido del terreno religioso, me acuerdo una vez más de La tierra herida (Barcelona, Destino, 2005), el libro que hizo Miguel Delibes hacia el final de su vida con su hijo Miguel Delibes de Castro, sobre los daños que estaba sufriendo la Naturaleza.

Lo que estamos viviendo es, o parece, la tierra indignada, la tierra maltratada, airada. Y creo que unos fenómenos llevan a otros, unos arrastran a otros, y que todos finalmente están relacionados, los naturales con los protagonizados o influidos, o sufridos, directamente, por los seres humanos. Al fin y al cabo, nosotros también somos Naturaleza, quiero pensar que no sólo para mal, también para bien, para bien de ella, para cuidarla. Habría que preguntarse qué responsabilidad tiene el ser humano sobre dichos daños, y qué capacidad tiene para remediarlos.

Vivimos una época, espero que no muy larga, con cierta apariencia apocalíptica, y digo “cierta” por precaución. El escritor y periodista Jesús Úbeda, colaborador también de Zenda, cuando empezó la crisis del Covid me decía en un mensaje: “Nos vemos después del Apocalipsis”, poniendo cierto sentido del humor en la tragedia. Esta sensación de “Apocalipsis” la puede compartir mucha más gente. Pero el libro del Apocalipsis no es lo que pensamos que es, o parece que no se escribió con esa intención. Me quedo con el significado original del título: “apocalipsis” significa en griego “revelación”. Precioso.

"Pienso que la aparición de este virus, su propagación mundial, puede marcar el inicio de una nueva era"

El Apocalipsis de San Juan se escribió hacia el año 95 después de Cristo. No está muy claro que el autor sea el mismo San Juan del llamado “cuarto Evangelio”, aunque hay una tradición que así lo dice. El Apocalipsis forma parte de un género profético que se cultivó entre el siglo II antes de Cristo y el siglo I después de Cristo. Según leo en mi Biblia de Jerusalén se escribió con el objetivo de alentar a los cristianos que en aquel momento eran muy perseguidos. La realidad es que no me quiero meter mucho en este tema porque lo considero arduo, y no muy claro, al menos para mí. Yo leí el Apocalipsis hace muchos años.

Creo que todos somos conscientes de que estamos viviendo un tiempo diferente, un tiempo que vamos descubriendo, y que en mi opinión no todo lo que implica es malo, aunque tenga tanto malo. Yo creo que es un tiempo de transición, y transitorio. Desde luego, al margen del drama de muertos, enfermos y daños, de esto se puede extraer un aprendizaje fuerte y profundo, un aprendizaje que marque nuestro futuro como especie. Debemos ser positivos, aunque cueste mucho, porque creo que sólo ese espíritu positivo nos hará evolucionar y progresar.

Al igual que otras personas —esto también me lo dijo Raúl del Pozo al principio de la pandemia—, pienso que la aparición de este virus, su propagación mundial, puede marcar el inicio de una nueva era. Esto tiene la potencia suficiente para ello, o así se me aparece, humildemente.

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