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Les Luthiers: Sus 20 más grandes hitos

Les Luthiers: Sus 20 más grandes hitos

Hay gente que divide a sus amigos en «gente para salir» y «gente para conversar», o dependiendo de sus gustos comunes en música, cine, lecturas, política, etc. Yo divido a la gente en si les gustan Les Luthiers o no. El grupo argentino de músicos y humoristas, autodenominado «conjunto de instrumentos informales» ha anunciado su retiro definitivo tras 55 años (¡cincuenta y cinco!) de carrera. Del cuarteto de miembros fundadores que quedaba dos han fallecido, uno se ha retirado y solo queda otro en activo, junto a otro de los componentes de décadas sobre el escenario y varios sustitutos más, y la gira que están haciendo ahora mismo ya se ha anunciado como la última.

Les Luthiers fueron músicos antes, o al menos al mismo tiempo, que humoristas, y sus espectáculos, o «recitales», como ellos los llaman, se basan principalmente en una sucesión de números que parodian conciertos de música clásica y popular, desde las elegantes introducciones leídas por la modélica voz de Marcos Mundstock hasta la gran variedad de géneros tocados: cantatas, arias de ópera, boleros, zarzuelas, himnos, rock, bandas sonoras… llegando hasta blues, jazz o músicas orientales. Cada uno de ellos es, además de una parodia, un ejemplo perfectamente compuesto de cada uno de esos estilos musicales, con el añadido de que muchos de los instrumentos, son de construcción casera, usando elementos como tuberías de baño, globos de aire, grifos de ducha, latas de atún, etcétera. La presentación en principio es la de un impecable quinteto de músicos en traje y pajarita, pero a partir de ahí puede pasar cualquier cosa: fallos en la interpretación, cambio de orden en las letras, interrupciones entre los músicos, detalles privados revelados a destiempo… Pero todo ello perfectamente calculado y milimetrado. Lejos de improvisaciones, cada palabra, cada nota, cada punto y cada coma están en su sitio correcto (incluso cuando está en el lugar incorrecto) para conseguir auténticas filigranas de juegos de palabras, acompañamiento musical e inversiones de lo que se espera. Esto ha hecho que sus obras resulten textos canónicos que uno se aprende de memoria cual monólogos de Shakespeare, arias de Verdi o versos de (Francisco de) Quevedo. Ir cantando por la calle «La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa» en la compañía adecuada no tiene nada que envidiar a atreverse a lo mismo con «Bohemian Rhapsody».

La página lesluthiers.org tiene catalogadas unas doscientas obras, con su letra y el disco, vídeo o recital donde encontrar cada una, algunas de ellas en varias versiones. Seleccionamos aquí, para solaz del respetable, y con el ánimo de que nadie esté de acuerdo, Los Veinte Más Grandes Hitos de Les Luthiers. Para ver cada una, pulsar en el título.

20 – Visita a la universidad de Wildstone
Esta obra parodia la música de vídeos promocionales para instituciones de alto copete, como esta universidad a la que uno no sabe si acudir sin dudarlo o evitarla por completo: «Para los profesores y para los alumnos de Wildstone, la diversión y la recreación no son menos importantes que el estudio. Son… más importantes».

19 – El explicado
Interpretada alguna vez «jueeeeeeera de programa», «El explicau» es un gato, o poema explicativo cantado, donde se explica el significado de algunos términos rurales de los criollos de la pampa, como las «rueditas pequeñas, metálicas, dentadas, que se fijan a la bota del jinete y que se clavan en las carnes del caballo al galopar» (espuelas), todo ello rimando perfectamente… por largo que te salga el verso final. El problema viene al ponerse de acuerdo en qué son unos «pasteles de masa que se fríen o se hornean y que tienen un relleno de carne picada, condimentos, aceitunas y morrón».

18 – El poeta y el eco
Helmut Bösengeist es un músico austriaco que se ha ido a vivir a los Alpes, y de los ecos de las montañas surge la inspiración para una obra musical en la que el segundo cantante repite el final de la última frase del primero a modo de respuesta. «¿Quién es la más noble doncella?» «Ella… ella… ella». Oh, qué bonito. La cosa se complica, sin embargo, al responder al verso «ella es una fiel compañera». «Era… era… era».

17 – El asesino misterioso
Johann Sebastian Mastropiero es el músico ficticio que más aparece en las obras de Les Luthiers, y su vida, de acuerdo con las notas de cada obra, fue bastante rocambolesca, prolífica, variada y de calidad (e inspiración) dudosa. En este caso se trata de una música para el tráiler de un thriller de misterio, acompañada de varios imaginativos efectos de sonido.

16 – La tanda
Mencionando la incontrovertible estadística de que «de cada diez personas que ven la televisión cinco son la mitad», este número enlaza música para varios anuncios publicitarios de la cadena Televicio (¡La mejor programacio!): una película, una serie, suciedad para chiqueros, un concurso, un matapolillas, los niños cantores de Viena («véalos antes de que crezcan»), y exclusivo cronómetro Chaque Heure pour la Minorie, «flor de relós».

15 – El negro quiere bailar (feat. Ester Píscore)
Algunas obras son más conocidas por la introducción que las precede que por el número musical que las sigue, así que quien esté leyendo esto para ver dónde está Ester Píscore, que no se preocupe, que aquí está: la versión danielera de la musa mitológica Terpsícore, pero pronunciada bien, no a la griega. Aunque si usted se quiere ir con José Luis, siéntase libre.

14 – Kathy, la reina del Saloon (feat. Ava Gardner)
«Kathy ziempre proyectada en cineclubez», esta es otra obra de memorable introducción, donde Daniel Rabinovich, el Mortadelo del grupo, se esfuerza por distinguir «Ava Gardner», «avant garde» y «lava el balde». En cualquier caso, qué mina (o qué mujer, o qué hembra). El número que le sigue es un buen ejemplo de que la vena cómica del grupo también llega hasta el humor físico, con un solo intérprete al piano tocando música para un western de cine mudo, mientras los aburridos colegas se cuentan por medio de gestos la película entre ellos.

13 – Les nuits de Paris
El cuñado de un famoso cantante francés está presente en la sala, así que en ausencia del artista en sí, es él quien sale a cantar su conocido «Noches de París». Eso si es capaz de entenderse con los músicos en el escenario, que le preguntan «comme se llamme» la chanson, o le piden a ver si la puede «tararier». El cantante, por su parte, tampoco es que se luzca demasiado a la hora de intentar cantarla en español.

12 – Serenata mariachi
Dos charros, Bernardo y Porfirio, van a cantarle su amor a sus respectivas chaparritas con su banda de mariachis, pero cuando la cosa se complica y la rivalidad crece (si uno promete «un futuro venturoso», el otro ofrece «dos futuros venturosos»), se llega a las manos… y a las pistolas.

11 – Perdónala
El bolero siempre ha sido un buen ritmo para cantar historias de desamor, pérdida y desilusión, pero pocos han tenido tantos motivos como Daniel, que repite que «no querría con Esther seguir viviendo» y, ante la insistencia de su coro para animarlo y quizá lograr una reconciliación, va dando motivo tras motivo para afirmar que «ya no puedo perdonar a esa muchacha». Se recomienda escuchar la versión precedida de la introducción donde la fe de erratas de un crítico de Mastropiero dice: «Donde dice «de inspiración arrebatada, como otros compositores románticos» debe decir «arrebatada a otros compositores románticos», y donde dice «su copiosa producción» debe decir «su copiada producción”».

10 – Payada de la vaca
Para ganar a las payadas hay que escuchar un acertijo en verso cantado, encontrar la respuesta y responder de la misma manera al adversario, teniendo en cuenta además que «una payada brillante octosílabos precisa (…), debe tener ocho versos y ser de rima elegante». Y también, después de tanto esfuerzo, no debes olvidarte de incluir la respuesta en la estrofa. Ni batallas de gallos ni zarandajas.

9 – Las majas del bergantín
Les Luthiers han usado muchos tipos de música para sus obras, principalmente clásica, sudamericana y norteamericana, pero no hay mucha española. Una de las que sí la tiene es esta zarzuela, a uno de cuyos múltiples autores apodaban «el Cervantes de la guitarra» (porque era manco). «Narra la historia de los marinos de un navío de la corona española que transporta a un grupo de prisioneras para ser juzgadas en Cádiz, describe la relación de los marinos con las forajidas mientras el bergantín es asediado por el barco del pirata Raúl, a cuya banda pertenecen las prisioneras». Entre los tripulantes está Francisco «el Estampado» (Daniel), así conocido por sus múltiples tatuajes, y que canta: «Vean tatuado en mi vientre / el continente europeo, / y no les muestro Italia / porque quedaría feo». Esta obra ilustra también el hecho de que al grupo nunca le hizo falta ningún tipo de disfraz ni parafernalia más allá de los llamativos (pero efectivos) instrumentos musicales: a pesar de su sempiterno frac uno se los cree enseguida como piratas o como prisioneras con un simple paseo de lado a lado del escenario y un coqueto abanicarse con la mano.

8 – Mal puntuado
Por todos los ocurrentes juegos de palabras y parodias musicales que aparecen en cada obra, nada produce más dolores de costado que Daniel enredándose con las sílabas. Este breve entreacto consiste en que insiste a Marcos con que por una vez le deje leer a él la introducción a la siguiente obra (se ha usado con hasta cuatro diferentes), y el pobre no da una: la ópera no se basa en una vieja leyendo ebria, sino en una vieja leyenda hebrea, y un conocido crítico no se resfrió, sino que se refirió a Mastropiero.

7 – El rey enamorado
Es sin duda uno de los puntos culminantes de la maestría del grupo con los juegos de palabras, aquí valiéndose principalmente de simples pronombres: el rey enamorado (Ernesto, en uno de sus mejores papeles) quiere cantarle su amor a María a través de un juglar, pero no le consiente que meramente repita sus versos, sino que quiere que los cambie de persona. «Ámame como yo te amo a ti» pasa a ser «ámelo, como él la ama a usted», y la cosa se va complicando hasta que el pobre cantor convierte «mímame» en «súmame» antes de corregirse con grandes reflejos: «¡súmelo!».

6 – La bella y graciosa moza
En los 70 se podían conseguir las partituras de ciertas obras luthierescas para interpretarlas uno mismo en casa si quería, con mayor precisión que en la ducha o en el casete del coche, y esta es una de ellas, una virguería donde uno de los elementos clásicos de las cantatas, la repetición de algunos versos en orden diferente, causa aquí un desaguisado de padre y muy señor mío cuando a uno de los intérpretes se le caen y desordenan los papeles («ved qué oveja, ved qué lana, ved qué bestia qué animal», o «velozmente y con destreza aferrola por detrás»). La introducción sobre Mastropiero y la duquesa de Lowbridge, «mujer madura cuyos encantos no habían disminuido con los años… habían desaparecido», es una de las más conocidas sobre este eminente músico.

5 – Canción para moverse + La gallina dijo eureka
Que sí, que mucho parodiar óperas, y madrigales, y cantatas, y música clásica, pero al final con lo que uno se ríe de verdad es con las chiquilladas más directas. Aquí el doctor Heriberto Tschwok es el psicólogo infantil más incompetente del universo: «Puede suceder que su bebé, perfectamente sano, ensucie los pañales con cierta frecuencia, digamos cada tres, cada dos… minutos. En ese caso, señora, no pierda la calma, cambie a su bebé… por otro». Y, en compañía del conjunto musical Los Honguitos, trae dos piezas: un baile de movimientos cada vez más complicados y unna gallinita que dice Eureka… o lo intenta, entre los continuos «polqués» del típico crío preguntón. Al final lo que uno aprende es que las rosas florecen «porque son plantitas de la familia de las rosáceas, con estambres y pistilos bien insertos en el tallo» y que «realizarse es trascender yendo más allá de los hechos hasta lograr cierto tipo de equilibrio».

4 – La comisión
En varias de sus últimas actuaciones, las distintas obras presentes no eran independientes unas de otras, sino que formaban parte de un todo dividido en trozos. Las presentaciones de los diversos premios Mastropiero son un ejemplo, pero la mejor es esta, donde dos políticos de una ficticia nación sudamericana, con las elecciones recién ganadas, se proponen cambiar el renqueante himno nacional, pero no necesariamente para modernizarlo, sino para partidizarlo en favor de su Frente Liberal Estatista Lista Azul («viva el listazulismo, señor»). Frecuentemente enfrentados el uno al otro en otras obras, aquí Marcos y Daniel rivalizan en conchabeos y cinismo profesional («el veinte por ciento es para usted», «y el noventa para nosotros») intentando estrujar las meninges de Carlos N, que borda aquí a uno de sus tipos clásicos: un músico tan limitado y agobiado como bienintencionado. Puestas las cuatro partes juntas resulta una obra de 24 minutos plena de ironía política y crítica del patrioterismo barato.

3 – Cartas de color
«Yo nací en el África, por eso mi piel es negra», comienza diciendo el muy pálido y rubicundo Marcos, en su papel del tusitala Oblongo, «que en dialecto swahili quiere decir más largo que ancho». Ni a Isak Dinesen le habría quedado mejor comienzo para contar la epopeya de su sobrino Yogurtu Ngué, «que tuvo que huir precipitadamente de la aldea por culpa de la escasez de rinocerontes». Tras su exilio más o menos forzado, Yogurtu acaba en Mississippi, donde con su habilidad musical y las palabras mágicas «singuí ngtumi», logra hacerse un porvenir. Blues, jazz, gospel, doo-wop (o más bien dubi-dubi) y hasta bolero se unen en un extraordinario periplo que por desgracia solamente se representó en una sola gira.

2 – El sendero de Warren Sánchez
«Hermanos, la oración se compone básicamente de ruego y plegaria, pero la oración también se compone de súplica y fervor, pero la oración también se compone de sujeto y predicado. Y ¿por qué digo esto? Porque yo, por ejemplo nunca me he sentido mejor sujeto que cuando he predicado». Warren Sánchez es el fundador de una secta («porque antes ya fundó cinco») que «nos ha de traer la verdad, la solución a los problemas, la buena nueva». Marcos, uniendo a su prodigiosa voz una labia retorcida, es un portavoz que parodia los numeritos públicos de telepredicadores y vendedores de humo, capaz de sacarle jugo a la famosa respuesta de Warren cuando le preguntaron por el sentido de la vida: «Yo – qué – sé». Su objetivo es alejar a los fieles de «las asechanzas de Belcebú, Lucifer, Luzbel, Mefistófeles, Satanás» (¿Maradona no juega?) y ocultar en lo posible que el mensaje de Warren «es de paz, de fe y libertad, libertad… bajo fianza».

1 – Cantata del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierras de Indias, de los singulares acontecimientos en que se vio envuelto y de cómo se desenvolvió
El magnum opus del grupo, una obra épica de 22 minutos de duración en la que el adelantado del rey de España, don Rodrigo, llega a América en 1491, razón que explica su título de «adelantado» pero no por qué el continente no se bautizó como Rodrigombia. Aparte de contener varias de las frases más graciosas de la producción luthierística, es un recorrido musical y humorístico por el continente, de Río de la Plata al Caribe, pasando por los incas («un pueblo inca-nsable, nuestras riquezas son inca-lculables»), por la única canción de (p)una que necesitarás en tu vida («cierre sus ojitos, no los deje abiertos, que si no se duerme se va a quedar despierto»), por la fundación ilícita de Caracas («que ya estaba fundada, y él no lo vio») y que culmina con la conquista más importante de la carrera de Carreras: su morena caribeña. «No hay en la vida nada… como mi negra». Por si fuera poco, va precedida por la famosa introducción donde aparece la biblioteca de la marquesa de Quintanilla («cuyos volúmenes apasionaban» a Mastropiero) y contiene un rifirrafe con el narrador que se resuelve con la inmortal rima inacabada de: «¡Haya paz! Don Rodrigo, relator, / que la calma no se pierda, / que si seguís discutiendo / os vais a ir a la… ¡haya paz!». Además, la pinta de confusión cósmica que luce Ernesto Acher como Rodrigo, a la vez un poco inútil como conquistador e inasequible al desaliento hacen sentir más que nunca la pena por que abandonara la formación en 1986. Cualquier lista luthieresca que no esté coronada por esta obra, la «Bohemian Rhapsody» del grupo, no merece tal nombre. Mi honra está en juego y de aquí no me muevo.

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