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Los archivos del Gran Teatro de Oklahoma (XII)

El Gran Teatro de Oklahoma, según Kafka “el teatro más grande del mundo”, albergó en su seno un archivo con centenares de libros prácticamente desconocidos. Los tres escritores que firman esta sección presumen de haber descubierto algunos de esos libros y han decidido dar a conocer breves retazos de los más oscuros, inquietantes y extraños de ellos.

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El manantial de la eternidad, Salvador Forresgán, Pamplona, 1978.

[Argumento]

Abril de 1937. En plena Guerra Civil, un destacamento de unos treinta soldados nacionales desaparece en el pueblo aragonés de Gaviria. Unas semanas después, el general Yagüe envía a ese pueblo a Manrique, capitán de inteligencia, a Miguelón, su cuñado e historiador con dotes extrasensoriales, y a su sobrina Matilde, mujer aficionada a los casos esotéricos, con el fin de investigar el asunto de tan misteriosas desapariciones. Hablan con algún testigo que vio a los soldados deambular por el pueblo sin ninguna misión concreta.

El capitán Manrique conoce en Gaviria a Caridad, una joven hija de un médico de la zona y dueño de unas tierras, con la que intima. Esta les habla a los tres enviados acerca de las leyendas del pueblo y de su historia. Hubo una maldición muchos años atrás, según la cual, por razones extrañas, la mayoría de los habitantes fueron desapareciendo, víctimas de una epidemia desconocida y mortal. Ahora en el pueblo solo quedan cinco habitantes, todos esquivos y oscuros. Manrique, Miguelón y Matilde investigan el asunto de las epidemias y de las desapariciones. Un día, Matilde desaparece; dos días después, es de Miguelón de quien no hay ni el menor rastro.

"Se inventaron así una leyenda negra: se corrió la voz de que la zona estaba maldita y quien ponía los pies en Gaviria desaparecía y moría a los pocos días"

Manrique, ayudado por Caridad, en la búsqueda de sus compañeros encuentra en la ermita del pueblo un pasadizo que les lleva a un laberinto subterráneo. Allí, para su sorpresa, descubre, entre cavernas bajo tierra, a un centenar de personas ataviadas con ropa de otra época. Se identifican como los habitantes del pueblo, todos de una juvenil edad parecida, sin envejecer. Son los mismos habitantes que siempre ha tenido el pueblo, que llevan vivos y en el mismo estado físico desde 1760. La razón es la extraña naturaleza del manantial del que siempre ha bebido el pueblo.

En 1760 el manantial se secó o fue desviado, o lo envenenaron unas tropas que pasaron por Gaviria, donde abusaron de las mujeres. Aquello fue una maldición. Dejaron la peste. Llegaron las epidemias. Empezaron a morir. Pero descubrieron que el manantial había brotado de nuevo debajo de la ermita. Decidieron seguir viviendo bajo tierra cerca del manantial que les daba vida cuando se sumergían en él. Y optaron por no decir nada de aquellas dichosas aguas.

Se inventaron así una leyenda negra: se corrió la voz de que la zona estaba maldita y quien ponía los pies en Gaviria desaparecía y moría a los pocos días. Ahuyentaron así a los visitantes, lo que les permitió seguir en un estado de eternidad. Los cinco habitantes vigilaban el pueblo para asustar a turistas y visitantes. Se iban turnando en esa función.

"Los habitantes, entregados a la eternidad, seguirán viviendo olvidados bajo las cavernas de la ermita, hecha una ruina que nadie visitó nunca más desde entonces"

Pero pronto los habitantes subterráneos empezaron a ir más allá. Cuando veían a alguien demasiado cerca, lo hacían desaparecer después de matarlos. Especialmente si eran soldados. A otros que hacían desaparecer —como harán con Matilde y Miguelón— los tenían un tiempo encerrados y luego los llevaban, por el laberinto de galerías, hasta muy lejos de Gaviria, donde reaparecían inconscientes y sin memoria (o diciendo locuras increíbles).

Aquella primavera de 1937, después de descubrir el siniestro misterio del manantial de Gaviria, Manrique muere por las bombas de un bombardeo alemán caídas por error sobre el pueblo. Las explosiones lo destruyeron por completo. El secreto de aquellas aguas vivificadoras permanecerá así sellado para siempre. Los habitantes, entregados a la eternidad, seguirán viviendo olvidados bajo las cavernas de la ermita, hecha una ruina que nadie visitó nunca más desde entonces.

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Libro de las ucronías, Torcuato Jiménez del Oso, edición no venal del Ayuntamiento de Marbella, 2001.

Capítulo uno: El triunfo del 23-F. Como consecuencia del golpe de estado de Armada, este proclamó una dictadura con el rey Juan Carlos I como Jefe del Estado y aplicó una doctrina neofranquista denominada “Movimiento del Elefante Blanco”, de corte revisionista. Se pasó por las armas a todo el gobierno de Adolfo Suárez, así como a los miembros de la oposición, excepto a Carrillo, que volvió al exilio en París y se hizo chansonier.

Capítulo dos: Cuba sin revolución. Se cuenta el fracaso de Fidel Castro, el mantenimiento de Fulgencio Batista en el gobierno y la conversión de Cuba en una extensión de Florida como un parque temático mafioso. En 1978 se celebraron allí los Juegos Olímpicos, boicoteados por Moscú (naturalmente). Castro acabó viviendo en Nueva York y actuando en teatros de Broadway junto con Ernesto Guevara. Ambos actuaron durante años en un musical titulado Esperando a Godot en La Habana que tuvo muchísimo éxito.

"Se expulsó a los cristianos y se puso la capital en Bar-Selona, un puerto de bajeles piratas, donde se edificaron una alhambra y una mezquita gigantescas en unas inmensas ciénagas llamadas del Campo Nuevo"

Capítulo tres. Franco era comunista. En 1939, después de eliminar a todos sus rivales fascistas, Francisco Franco se quita la careta, abraza el comunismo y reconoce que es un hombre de Stalin, a quien venera. Vienen a continuación 40 años de dictadura comunista en España, idénticos a los hipotéticos 40 de dictadura franquista, solo que con otros símbolos. La bandera española tenía una hoz y un martillo bajo una corona y sobre un yugo y unas flechas. El pueblo la llamó “la Confusa”.

Capítulo cuatro: José Bonaparte, el rey más longevo de España. Monarca ejemplar, Bonaparte sobrevivió a la muerte de su hermano Napoleón y fue rey de España hasta 1835. El país optó definitivamente por el beneficioso “afrancesamiento” de este buen monarca, lo que llevó a España a ser una gran potencia de Europa y a que la torre Eiffel se alzara en Madrid junto al Palacio Real.

Capítulo cinco: La península ibérica, crisol islámico hasta 1800. Una Iberia musulmana durante diez siglos se ha convertido en un imperio. La frontera con la Europa cristiana, su enemiga, está en los infranqueables Pirineos (denominados como los Portones de Roldán). Se expulsó a los cristianos y se puso la capital en Bar-Selona, un puerto de bajeles piratas, donde se edificaron una alhambra y una mezquita gigantescas en unas inmensas ciénagas llamadas del Campo Nuevo. Un enviado del califa catalán descubrió en 1493 lo que luego se conoció como Al-América. Durante varios siglos, los musulmanes eliminaron a todos los indígenas de aquellas latitudes. Lo exigía el Corán, como es sabido.

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Los perros de Atenas, Manuel Montenegro, Madrid, Rouco Ediciones, 2007.

[Sinopsis]

Cuando la ciudad de Atenas duerme, los perros de la ciudad se dirigen a la Acrópolis. Los perros de Atenas, los mismos que durante el día ocupan los parques y los basureros, los mismos que, en manada, interrumpen el tráfico e intimidan a los peatones y son capturados y batidos, se encaminan pacíficamente hacia las ruinas de los teatros y los pedestales del Partenón. Allí, como los Cipión y Berganza de Cervantes, conversan sobre los sucesos del día preocupados por la deriva de los humanos, a los que perciben perdidos y neuróticos.

Uno de los líderes de la manada, un cimarrón con aspecto de galgo, pero fornido, propone a los demás alcanzar la sabiduría, lo suficiente para ayudar a los humanos. Otro de los líderes, con pinta de lobo desmadejado, apoya la idea, pero solo con el fin de ser sabios para sí mismos, los perros de Atenas, y evitar caer en la misma hibris que acabó enfrentando a los humanos con los dioses.

"Los fantasmas entran en sus cuerpos, no solo los filósofos mencionados, otros muchos menos conocidos y otros desconocidos por completo entran en el interior de los perros y de las perras"

Acuerdan descartar por el momento un fin ulterior a la sabiduría misma y proponen diversos métodos para alcanzarla. El perro lobo insiste en que solo hay que escuchar a la naturaleza, pero el galgo fornido impone su criterio: aprender de los mismos filósofos que fueron la gloria de Atenas, Sócrates, Platón, Epicuro, Espeusipo, Aspasia, Aristóteles, cuyos fantasmas rondan las ruinas. Ellos sin duda, melancólicos en su deambular nocturno, encontrarán divertido que una manada de perros reciba el saber de los antiguos. La manada celebra la idea con alborozo y comienza a aullar hacia la luna. Y en ese momento, los fantasmas de los filósofos se acercan a ellos.

—Os enseñamos con una condición —les dice Sócrates.

—Añoramos un cuerpo —añade Platón.

—Es curioso que digas tú eso —dice Aristóteles, que aparece a su lado— Pero es verdad, añoramos un cuerpo.

—La condición es —continúa Sócrates, sin atender las palabras que suenan en la sombra— entrar en los vuestros. Ocupar vuestra sangre, vuestra piel, vuestra capacidad de olisquear mil olores, deglutir alimentos, escuchar ruidos que fueron imposibles para el oído humano y, sobre todo, sentir otra vez sobre la piel la luz del sol. Os enseñaremos todo lo que queráis, pero lo haremos desde dentro.

La manada acepta.

Los fantasmas entran en sus cuerpos, no solo los filósofos mencionados, otros muchos menos conocidos y otros desconocidos por completo entran en el interior de los perros y de las perras. Unos lo hacen por la garganta, otros por las patas, algunos por los ojos.

"Fábula e intriga, poesía y peripecia, se amalgaman y maridan en un fascinante guiso, que no dejará indiferente a ninguno de sus lectores. Como ocurre con ciertos manjares exclusivos, en algunos provocará rechazo, gula en los demás"

Los perros duermen hasta el amanecer. Cuando sale el sol, se quedan tumbados un buen rato, para complacer a Sócrates. Pero, antes de que el recinto monumental se vuelva a abrir al público, los perros se incorporan y bajan en manada hasta la ciudad. Allí se van desperdigando, uno a uno, los perros filósofos. Algunos buscan la soledad, huyendo del peligro de caer en alguna redada que los conduzca a una perrera, donde serían sacrificados. Pero muchos comienzan a seguir a determinadas personas, con el fin de propiciar su adopción: un mendigo, una escritora, un broker, un presidente de Gobierno, una estafadora, un asesino, una niña, una saltadora de pértiga. Atenas está sumida en una profunda crisis social…

Con este planteamiento, Manuel Montenegro vuelve a urdir una novela imprevisible, que no dejará indiferente a ninguno de sus lectores. Fábula e intriga, poesía y peripecia, se amalgaman y maridan en un fascinante guiso, que no dejará indiferente a ninguno de sus lectores. Como ocurre con ciertos manjares exclusivos, en algunos provocará rechazo, gula en los demás.

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Yo no soy. Memorias de una niña niño, Samara Zaboueuh, Ediciones Zenuth Madrid, 2005.

Las memorias de Samara Zaboueuh pudieron resultar extrañas o acaso incomprensibles en la fecha de su primera publicación en París en 1962, ya que plantean cuestiones de sexualidad, identidad sexual y de género de las que en aquella época se hablaba poco o nada. Samsa es una niña, pero tiene un cuerpo de niño. Es, por eso, en su propia explicación, “una libélula”, es decir, un alma encerrada en un cuerpo que no le corresponde. Samara vive en su país natal, Senegal, hasta los dieciséis años, momento en el que emigra a Francia con sus padres. Es a su llegada a París cuando toma la decisión de vestirse como una mujer, adoptar un nombre femenino y ser, a todos los efectos, una mujer. Los padres piensan en un principio que tiene algún tipo de trastorno mental, pero no le retiran su cariño ni su apoyo, de modo que el hasta entonces llamado Samsa comienza a vivir como Samara. La situación resulta más fácil porque la familia no tiene parientes ni viejos amigos en París ante los que deban dar explicaciones, de modo que para todos los nuevos conocidos, Samara es una mujer. El problema se presenta cuando surge el amor. Samara se enamora con locura como suele suceder a su edad, pero el objeto de su deseo no es un hombre, sino una mujer. Quizá es este el momento en que surge por primera vez la incomprensión de sus padres que, curiosamente teniendo en cuenta la época y el entorno cultural del que proceden, parece que podrían aceptar más a un hijo homosexual que se siente mujer que a un hijo heterosexual que ha decidido travestirse. Si te gustan las mujeres, le dicen sus padres, no es cierto que te sientas una mujer: en realidad, eres un hombre. Entonces, ¿por qué dices que te sientes mujer? Estas preguntas quizá no fueran tan ácidas unas décadas más tarde. Lo cierto es que Samara ya no sabe quién es. En realidad sí lo sabe: es una mujer homosexual atrapada en el cuerpo de un hombre.

"Y Delphine le confiesa que en realidad ella siempre se había sentido atraída por él, por Samsa, el hombre, del mismo modo que ahora Samara no la atrae"

La mujer de la que se ha enamorado, Delphine, es una estudiante de sociología de la Sorbona, universidad donde la propia Samara estudia antropología. Samara ama con locura a Delphine a pesar de que jamás han cruzado una palabra y solo la ha visto de lejos, y entonces tiene la loca idea de volver a travestirse y regresar a su personalidad masculina para poder, así, enamorar a la mujer que ama. De este modo, Samara vuelve a ser Samsa, desaparecen sus ropas de mujer y la que era una muchacha comienza a vestir como un muchacho y se presenta ante Delphine como Samsa, un joven senegalés de veinte años. A ella Samsa le gusta mucho y enseguida hacen buenas migas, pero pronto Samsa descubre que ella no se siente atraída por él. ¿Por qué? El hecho es que Delphine tiene un secreto. Delphine no es en realidad Delphine, sino Julien, un hombre. No es que sea fisiológicamente un hombre: Julien nació como Delphine, con un cuerpo de mujer, pero siempre, desde muy pequeña, se ha sentido un hombre y ha adoptado internamente la personalidad imaginaria de Julien. Le cuenta a Samsa que él es la primera persona a la que le cuenta todo esto, y le pide por favor que sea discreto y que no revele a nadie su secreto. Samsa le dice que su secreto está a salvo, desde luego, pero que lo que debería hacer es comenzar a vivir abiertamente como Julien, vestirse con ropas masculinas y ser, a todos los efectos, un hombre. Delphine no se atreve a hacer tal cosa. ¿Qué dirían sus padres? Samsa le hace entonces una propuesta: él se vestirá de mujer si ella se viste de hombre, y saldrán una noche a pasear por París con sus nuevas apariencias. De modo que Delphine se convierte en Julien y Samsa vuelve a ser Samara.

Es una noche de asombros y de maravillas. Julien y Samsara caminan por los bulevares, entran a cenar a un bistró, luego van a tomar una copa en un club de jazz, y en un momento de la noche Samara besa a Julien. En ese mismo instante nota que algo no va bien. Julien le confiesa entonces que en realidad a él no le gustan las mujeres, sino los hombres. Pero yo soy un hombre, le recuerda Samara. Delphine está confusa: no siento que seas un hombre, le dice, así, con esa apariencia, te veo como una mujer. Pero yo no te atraía tampoco cuando iba vestido de hombre, le dice Samara. Y Delphine le confiesa que en realidad ella siempre se había sentido atraída por él, por Samsa, el hombre, del mismo modo que ahora Samara no la atrae. Desesperado, Samara le revela la verdad: que en realidad a él le sucede lo mismo que a ella, que es una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, del mismo modo que ella es un hombre atrapado en un cuerpo de mujer. El hecho es que ella es un hombre homosexual atrapado en el cuerpo de mujer y él una mujer homosexual atrapada en un cuerpo de hombre.

"Es de suponer que Samara sabe quién es, una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, pero también cabe suponer que tiene o ha tenido en épocas pasadas alguna duda sobre su propia identidad"

¿Cómo resolver la situación? Samara tampoco se siente atraída por Julien, el hombre. A él le gustaba Delphine, del mismo modo que a Julien no le atrae Samara, sino Samsa. Seguramente todo se resolvería si se desnudaran. Es, precisamente lo que hacen a insistencia de Julien, que piensa que el amor físico servirá para aclarar las cosas. Se van un hotel, se desnudan y se ven desnudos el uno frente a otro. Julien ve frente a él a un hombre sumamente atractivo, Samara ve frente a ella a una preciosa mujer. Sin embargo, las cosas no van bien. Lo siento, dice Julien llorando: tienes un cuerpo maravilloso, pero yo no estoy enamorado de tu cuerpo, sino de ti, Samara, y ahora sé que tú eres una mujer y no un hombre. A Samara le sucede lo mismo. Ahora que Julien está desnudo no ha vuelto a ser Delphine, que es el objeto de su amor, sino que sigue siendo Julien.

El título de estas “memorias” que en realidad solo abarcan unos pocos años de la vida de su autora puede resultar sorprendente en este contexto. ¿Por qué “yo no soy”? Es de suponer que Samara sabe quién es (una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre), pero también cabe suponer que tiene o ha tenido en épocas pasadas alguna duda sobre su propia identidad. En este caso, la frase podría ser “no sé quién soy”. Pero ¿por qué “yo no soy”?

La explicación del título la encontramos en una serie de aforismos que aparecen al final del libro como una sección independiente titulada “La condición de la libélula”. Una “libélula», recordémoslo, es, dentro de la terminología de la autora, una persona que siente que el género de su cuerpo no se corresponde con el suyo.

Estos aforismos son verdaderamente crueles y alcanzan una inquietante profundidad metafísica. No se trata ya, aquí, de la identidad de género, sino del problema de la identidad en sí. La “libélula” sabe que es una libélula, no tiene problemas a ese respecto. El problema es otro, que aparece ejemplificado en otro animal, el ajolote o axolotl, extraño pez arcaico que tiene las branquias fuera del cuerpo y que aparece, como es bien sabido, en un conocido relato de Julio Cortázar. Yo no soy apareció en 1962, y Final de juego, el libro de Cortázar donde se recoge “Axolotl”, en 1956, y ese mismo año fue traducido al francés. “En realidad”, reflexiona Samara, “el problema de la libélula es una forma del problema del axolotol. No sabe quién es porque es dos cosas al mismo tiempo: la persona que mira al axolotol dentro de su pecera y el axolotol que mira a la persona que está fuera de la pecera”. Resulta presuntuoso, quizá absurdo, afirma Samara Zaboueuh, afirmar que uno sabe exactamente quién es y lo que es. Saber quién es uno mismo es siempre un enigma.

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