Las leyes de la caza, la nueva novela de Pilar Fraile, confirma su capacidad excepcional para crear personajes inquietantes y humanos, con un horizonte de expectativas limitado, cuya mejor decisión es siempre el mal menor. Así le ocurre a la mayoría de la población mundial que, como los protagonistas de Fraile, navega en esa zona gris de la experiencia humana donde las certezas morales se desvanecen ante la complejidad de circunstancias que escapan a su control.
La maestría técnica de Fraile se revela en la estructura coral de la novela, donde los distintos puntos de vista no solo enriquecen la trama, sino que demuestran cómo la “verdad” de cualquier situación es siempre fragmentaria. Cada perspectiva aporta su versión y el lector debe recomponer un rompecabezas temporal y emocional que nunca pierde tensión. Todo ello lo logra solo cambiando el enfoque, el lugar hacia el que mira el narrador en tercera. Nunca salta a la primera persona.
Lo más impresionante es cómo Fraile logra que la acción avance sin detenerse en los cambios de perspectiva. Cada capítulo recoge la tensión exactamente donde la dejó el anterior, pero desde una óptica completamente diferente. Esta técnica casi cinematográfica, que exige un dominio narrativo excepcional, mantiene al lector hipnotizado por la necesidad de seguir leyendo para completar el puzzle. Cada perspectiva es distintiva y creíble, pero todas contribuyen a un momentum único que acelera hacia el desenlace.
Un elemento estructural particularmente inteligente son los epígrafes legales que encabezan cada sección —”Piezas de caza”, “La primera sangre”, “Disparos”, “El daño”, “Ocupación de caza viva”—. Estas leyes cinegéticas, en apariencia técnicas y neutrales, cobran un significado siniestro cuando se aplican metafóricamente a las relaciones humanas de la novela. Fraile utiliza el código de la caza —con sus reglas aparentemente civilizadas para organizar la violencia— como espejo de las convenciones sociales que regulan nuestros instintos más primitivos. Oliver se convierte así en la “pieza” que todos persiguen, desde la madre desesperada hasta la policía presionada, en una cacería donde todos son a la vez cazadores y presas.
Los personajes de Fraile poseen esa complejidad que les saca del tópico y les convierte en seres reconocibles: no son ni héroes ni villanos, sino individuos atravesados por contradicciones que actúan desde sus heridas, miedos y esperanzas truncadas. Todos creen estar haciendo lo correcto, pero sus limitaciones emocionales, intelectuales y sociales les conducen por senderos destructivos. Las leyes de la caza es, por tanto, un retrato honesto de cómo las buenas intenciones pueden coexistir con consecuencias terribles.
El final posee la inevitabilidad de la tragedia clásica. Cada personaje está marcado por un defecto que determina su caída. Es su naturaleza lo que precipita la catástrofe que intentan evitar. Oliver, como héroe trágico, no es sacrificado por maldad individual, sino por la confluencia de fuerzas sociales que escapan al control de los protagonistas. El final funciona como reconocimiento colectivo de que la verdadera naturaleza salvaje no estaba en el monte, sino en las instituciones humanas y en nuestra incapacidad para romper patrones autodestructivos.
Fraile demuestra ser una novelista anclada en la realidad, que no vive en un mundo puramente literario sino que se maneja especialmente bien retratando el mundo moderno. Conoce los mecanismos de la narrativa y sabe manejar esa máquina autónoma que es una trama, consiguiendo que el lector pase las páginas con auténtico interés y, al mismo tiempo, se reconozca en estos personajes atrapados en circunstancias que los superan. Las leyes de la caza es una tragedia moderna donde las estructuras sociales y las heridas psicológicas funcionan con la misma implacabilidad que el destino clásico, logrando despertar esa compasión y terror aristotélicos ante lo profundamente humano.
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Autora: Pilar Fraile. Título: Las leyes de la caza. Editorial: Candaya. Venta: Todos tus libros.


“(tratar) cada PALABRA con mimo.
La labor minuciosa con (ELLA)”.
Veredas sobre Pilar
“La POESÍA muscula su fuerza en una
PALABRA límpida y directa, que a ningún lector dejará indiferente”.
Patricia Crespo sobre Panayótova
“también las cosas
están en las PALABRAS
por su ausencia”.
María Negroni “rescatada” por Patricia Crespo para amplificar la obra textual de Panayótova.
“(sentirnos) invadidos por el VERBO”.
Parkour Poético
“¿Acaso esconderás mi recuerdo
para no avergonzarte
de que alguna vez
pudiste acariciar
(…) PALABRAS?”
Ángel Muñoz
El rostro femenimo se asemeja a Zilberman y su Freya o a Klimt y su amarillo ORO.
Web como Banco de Datos.
La piel es contorno y frontera.
A través de ella tomamos contacto con aquello que percibimos y nos provoca sensaciones como reacciones. Ellas pueden der de dolor o placer.
Laura Di Verso / Platón (“Timeo”).
¿Qué hacemos con el DESEO?
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Las Palabras pueden compararse con AGUAS PROFUNDAS.
Sagrado
Las Prácticas del Lenguaje son la Educación Física del Intelecto.