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Manuel Hidalgo: «El cuarto de baño es un lugar de desaparición»

Manuel Hidalgo: «El cuarto de baño es un lugar de desaparición»

En su último libro, Manuel Hidalgo (Pamplona, 1953) abre la puerta de su cuarto de baño —no de un modo literal, claro— para pensar, recordar e interpretar las “funciones y acciones que propician su mobiliario y sus objetos”. El lugar de uno mismo (Alianza Editorial, 2017) es un cantar reflexivo, amable e higiénico —en sus páginas, la escatología no pasa de ser una actriz de reparto— sobre un oasis íntimo, imprescindible, vital. El periodista/escritor/guionista, conjugando observación, cultura —abundan las referencias cinematográficas, pictóricas y literarias— y memoria, demuestra y reivindica la importancia y la complejidad de un ecosistema donde convergen, o pueden converger, lo personal, lo trascendente, lo rutinario, la transgresión, el sexo, la salud y, cómo no, la muerte.

Hidalgo atiende a Zenda en su casa, en una habitación ocupada por un ejército de libros, una legión de películas y un retrato pop de Marilyn. Esconde su paquete de tabaco para que no aparezca en las fotos “porque fumar no está muy bien visto”. A la hora de posar, se disculpa por su, dice, “inevitable” rostro serio. Acto seguido, sonríe. Y se inicia la conversación:

P: Señala que todos los seres humanos somos iguales «en dos deslucidos momentos cruciales: cagar y morir».

R: Es la gente la que dice esto; yo lo recojo. Está extendido en el vulgo que, efectivamente, los seres humanos, tan notoriamente desiguales en la práctica por los distintos devenires en la vida de cada uno, somos iguales en eso: todos nos tenemos que sentar en la taza y todos morimos. Eso es un consuelo de la gente y un modo de tirar de la levita a los poderosos, a los ricos, a los que tienen éxito.

"Un día me topé con ese dato, que 2.600 millones de personas no tienen cuarto de baño, y que hay organizaciones sanitarias que intentan solucionar este problema."

P: 2.600 millones de personas carecen de cuarto de baño en el mundo.

R: Como sabes, el libro no es un reportaje ni una investigación exhaustiva. El libro no trata de lo escatológico; lo que hace es poner en evidencia cuántas otras cosas distintas de lo escatológico o de la mera higiene están convocadas en el cuarto de baño. Un día me topé con ese dato, que 2.600 millones de personas no tienen cuarto de baño, y que hay organizaciones sanitarias que intentan solucionar este problema. Parece ser que más allá de la comodidad y del lujo, carecer de cuarto de baño implica problemas de salud muy grave.

P: ¿Hasta qué punto un cuarto de baño es distintivo de clase?

R: Hasta mucho punto. Esto es importantísimo. En España, los que tenemos un poco de más edad recordamos que nuestros padres y nuestros abuelos no dispusieron de cuarto de baño. Ya había una diferencia entre el mundo rural, más pobre, y el urbano. Todavía, los más viejos del lugar recordarán que algunos pisos, en los años cincuenta o sesenta, se anunciaban así: «Con cuarto de baño».

P: Incluso hoy: hay pisos que se anuncian «con dos baños», o más.

R: Exacto. La evolución de todo esto empezó por no tener, continuó por tener uno… Ahora hay algunos que tienen dos, que es lo ideal. Sobre todo, a las chicas les gusta mucho que haya dos cuartos de baños. Y a todos, claro (Risas). Y los tamaños, el espacio: hay un momento en el libro en que se analiza la importancia del espacio y del tiempo en el cuarto de baño. Por otra parte, en el cuarto de baño se congregan en el mobiliario, en el diseño y en las calidades de estos, y en la cantidad de productos de todo tipo, una serie de elementos que dan noticia de estatus. Ese cuarto de baño hipermoderno, de carácter futurista, minimalista, con disimulo, tiende, a mi juicio, a negar, a hacerlo neutro. Pero con unas calidades que valen un Congo.

"Es un lugar de desaparición: en el cuarto de baño desaparecen materiales, líquidos, sólidos, objetos. En este sentido, mi tarea ha sido seguir con ese palo y caer en la cuenta de que nosotros mismos desaparecemos, nos ocultamos de los demás, podemos huir."

P: En mi opinión, El lugar de uno mismo tiene un aire a ensayo de Montaigne.

R: Eso es una exageración que yo te agradezco de rodillas (Risas). Mi intención ha sido, sí, hacer un ensayo constantemente entreverado. Todo está mezclado. La parte puramente de ensayo se basa en la descripción, en la identificación pormenorizada de las cosas, de los objetos, de las funciones, de las actividades, de las incidencias, y, siempre que he sido capaz, en la interpretación: cuestiones simbólicas, de función menos obvia. Por ejemplo: cuando me refiero a que en el cuarto de baño hay un mínimo de cuatro sumideros: la bañera, el retrete, el lavabo y el bidé. Es un lugar de desaparición: en el cuarto de baño desaparecen materiales, líquidos, sólidos, objetos. En este sentido, mi tarea ha sido seguir con ese palo y caer en la cuenta de que nosotros mismos desaparecemos, nos ocultamos de los demás, podemos huir. Y, en la parte ensayística, está el añadido constante que es el ensayo culturalista: cuando estoy hablando de algo, yo recuerdo una película, una novela, un cuadro, una fotografía o un ensayo que trata o ha tratado de aquello de lo que estoy hablando. A su vez, está la parte memorialística: recuerdos que, sabiendo que algunos pueden ser privados, otros son comunes o patrimonio de todos los demás y, por tanto, del lector.

P: Señor Hidalgo, ¿está perdiendo el ser humano su noción de sí mismo?

R: Mmm… Esto no lo he pensado abundantemente. Yo creo que estamos en un momento de máxima tensión de contrarios, en el que compiten las afirmaciones del «yo», de la individualidad, de la identidad individual o de un pequeño grupo, la necesidad que tienen algunos para reafirmarse como individuos…, todo eso, con la universalidad, con formar parte del género humano de una manera solidaria. En términos económico-políticos, estamos viviendo la globalización, a la que está respondiendo el nacionalismo o el sentimiento de pertenencia a un lugar concreto. Esto no siempre ha ocurrido, creo yo. Imagino que el hombre medieval, que vivía en el campo o en una pequeña ciudad, y que no tenía la menor noción del mundo, del Universo, no estaría en esta tensión de pertenecer a lo general o a lo particular, y como no había noticias de derechos o libertades, la posibilidad del yo, más allá de lo psicológico, no estaba muy desarrollada. ¿Está perdiendo el ser humano su noción de sí mismo? No, estamos en un proceso de exaltación del yo: «yo quiero», «yo opino», «yo pienso», «yo deseo», y, a la vez, con la conciencia de que formamos parte de un conjunto. Ahí se libra una batalla. También hay un ejercicio de conveniencia: reivindicamos la individualidad para lo que nos conviene, y reivindicamos lo general cuando nos conviene.

P: Escribe que en el espejo confirmamos, «sin ser conscientes de ello, nuestra identidad», que «ni hemos devenido en un insecto», como Gregorio Samsa, «ni nos hemos transformado en Dios sabe qué o quién». ¿La identidad es una especie en peligro?

R: (Piensa) Hemos merodeado este tema en la respuesta anterior. Eso que citas: por la mañana, cuando vamos más pronto que tarde al cuarto de baño y nos situamos frente al espejo, sí, después del fundido en negro de la noche y de los sueños, ante el espejo, sin ser muy conscientes, decimos: «Aquí estoy, me reconozco en mis rasgos». Hablo de esa identidad, de la de los rasgos físicos. La alusión a Kafka es una de esas alusiones culturalistas que tiene el libro. El pobre Gregorio Samsa no llegó ni al espejo. ¿La identidad está en el peligro? No lo sé. Es un tema del que se habla muchísimo y, por tanto, tiene gran importancia. Hay corrientes que piensan que la identidad de uno mismo es necesaria y reivindicable, que debe haber un pequeño cogollo que nos diferencie, y hay quien dice que es la gran trampa de la condición humana. Ahora estoy leyendo un ensayo de Luis Racionero, por poner un ejemplo, que habla muchísimo del pensamiento oriental. Bueno, pues los orientales niegan mucho esa individualidad y creen que es nefasta. Volvemos a las tensiones con pulsiones alternativas: tan pronto deseamos esa identidad como nos damos cuenta de que es una estupidez. Me remitiría a viejas expresiones de la filosofía clásica, a la idea de sustancia y accidentes. En la sustancia, los humanos somos muy similares; en los accidentes, las cosas varían: yo puedo ser alto o bajo, moreno o rubio, finlandés o siciliano. Toda reivindicación de una identidad excesivamente diferenciada me parece patética.

"En España, la televisión no nos da la realidad del país para nada. Nos da una imagen muy negativa del país, una imagen deformada y deformante."

P: También escribe que el televisor es «el gran espejo deformante de hoy».

R: Sin duda, y cada día más. En España, la televisión no nos da la realidad del país para nada. Nos da una imagen muy negativa del país, una imagen deformada y deformante. En la televisión, hoy, sale lo peor de nosotros, lo peor de nuestra sociedad, y no sale lo mejor. Evidentemente, hay muestras de talento en los procesos creativos de los programas, pero esto no es interesante. Lo interesante es que ahí no está la sociedad, no está la gente de más valía, más creativa, más comprometida, las mejores formas de las que somos capaces en lo científico, lo cultural o lo solidario. Ahí está una imagen deprimente, de una gente en 80% estúpida, delincuente. Eso no es España. Y es un asunto muy preocupante.

P: ¿Cree que los periódicos sirven, cada vez más, sólo para limpiarse el culo?

R: Felizmente, ya ha desaparecido aquello de que en algunos bares, establecimientos hoteleros, de carretera y no de carretera, etcétera, había recortes de periódico en un pincho. Ahora existe el papel higiénico, con grandes variedades. Un cuarto de baño es un gran espejo del mercado y del capitalismo: hay cantidad de cosas. El hipermercado capitalista está perfectamente sintetizado. ¿Los periódicos? No quiero utilizar un lenguaje escatológico. En el libro lo utilizo de una forma muy medida. Ahora, una parte de la mierda ya está en el propio periódico. Ya impregna. Hay una degradación enorme entre el periodismo que he vivido y practicado y lo que hay ahora. Desde la aparición de lo digital, y con los excesos de las televisiones, se ha contagiado de eso. En el papel, bastante menos. Pero ya hay un contagio de lo que en los periódicos digitales es una constante.

P: Lamenta que en una sociedad donde se promueve «a toda hora la belleza, el estilo y la elegancia, la alusión a lo escatológico es inoportuna, mal recibida, debe ser excluida» y que, cuando estos vasallajes aparecen sin remedio, «nos encuentra menos capacitados para afrontarla».

R: Yo no pretendo ser propagandista de que haya que hablar de lo escatológico. Por razones de educación, tenemos la idea de que es algo de lo que no debemos hablar. Hay una paradoja: el asunto es privado, sí, pero también general, lo tenemos todos. ¿Qué vergüenza o qué pudor hay a la hora de hablar de algo que es de todos? El pudor es eso. Por ejemplo: el desnudo es general, pero cada uno hemos acabado teniendo pudor. Quizá no era conveniente que todo el mundo se paseara desnudo por la calle, o que hiciera sus necesidades en la vía pública. Claro que no. ¿Por qué no se puede hablar a veces? Creo que los humanos negamos o no queremos tener del todo presente nuestra condición animal. Orgullosos y habiendo asumido que nosotros no somos animales, o no somos animales solamente, sino animales racionales… Entonces, las funciones fisiológicas nos recuerdan que somos animales. Como la sexualidad, como la muerte. Somos una especie animal que produce olores, secreciones… y preferimos no reconocerlo. Aun así, yo no tengo ningún interés de que se hable de lo escatológico, que se reivindique o que se ponga en un primer plano. Eso sí, uno puede preguntarse como escritor por qué es uno de los temas más tabús.

"No todo el mundo ha tenido sexo en el cuarto de baño, pero es un escenario. Tengo la firme sospecha, digo con ironía lo de sospecha, de que la experiencia de la masturbación en el cuarto de baño es muy general."

P: Por otro lado, el cuarto de baño es también un lugar cargado de erotismo.

R: En el libro se habla de un montón de cosas en las que la gente no cae, así como de incidencias que responden a dos características en cuanto a su cantidad o frecuencia: unas les ocurren a un número significativo de personas; otras son plenamente accidentales y, por tanto, sumamente excepcionales. El sexo es una de estas cosas que no pertenecen al 100% de la gente. No todo el mundo ha tenido sexo en el cuarto de baño, pero es un escenario. Tengo la firme sospecha, digo con ironía lo de sospecha, de que la experiencia de la masturbación en el cuarto de baño es muy general. Empieza en la niñez, en la adolescencia. Es un modo de reconocer al propio cuerpo y de acceder a la sexualidad. Ahora, ¿cuánta gente ha practicado el sexo en la bañera, bajo la ducha o sobre el inodoro? Lo ignoro.

P: No tiene una encuesta del CIS.

R: (Risas) No, el CIS no pregunta sobre esto. El aspecto de la masturbación es interesante: cada uno es pionero, individualmente, en el camino de la sexualidad.

P: Me llamó mucho la atención la mención a la falta de sexualidad que transmiten «las mujeres encargadas de los urinarios públicos».

R: Hay muchas observaciones de estas en el libro. Como novelista, como columnista, me he dedicado mucho a explotar cierta capacidad de observación de lo cotidiano, de lo pequeño. Lo he desarrollado en libros, novelas y, a veces, en columnas. Esto a lo que te refieres es una observación. Las señoras de los lavabos, quizá, para evitar males mayores, pues solían ser unas mujeres mayores, a menudo uniformadas de una manera estricta… es como si su apariencia estuviera pensada para evitar cualquier incitación o sugerencia. Y nada más. Es una pequeña observación sobre estas señoras de los lavabos, que ni miran ni que son miradas.

P: También es un lugar que ha inspirado a los artistas: son numerosos los textos, los cuadros, las películas que toman al lavabo como escenario.

R: Decidí, cuando en el libro iba hablando de momentos, acciones o incidencias, que los ilustraría con manifestaciones en la creación artística de esos momentos. Yo no utilizaría la palabra «inspiración». La cultura ha reflejado, de distintas maneras, las actividades que tienen lugar en el cuarto de baño. La pintura impresionista se ocupó mucho del bañarse: antes del baño, después, mujeres en el baño… Fue el descubrimiento de la intimidad, que apenas se había dado en el arte pictórico. Es importantísima la documentación, por así decirlo, del baño en la pintura impresionista. El cine presenta una enorme variedad, cada vez más atrevida. También la fotografía, etcétera. La muerte en el cuarto de baño, en la pintura, en la novela, en el cine, en la forma accidental, o por asesinato, o por suicidio, ha sido largamente recogida en la creación cultural.

"Otra cosa es el Kultur Toilet, que es algo minoritario: conocedores de que la pared es un lienzo, hay quien hace poemas, dibujos de pretendido o cierto mérito..."

Indica que, en los retretes públicos, el anonimato y la escatología incentivan la creación literaria y plástica. ¿Qué es lo más extraño que se ha encontrado en las paredes de un baño público?

R: Me refiero a los grafitis. No sé por qué, a la gente, en los cuartos de baño públicos o semipúblicos, le da por escribir, por hacer pequeños dibujos. ¿Lo más extraño que me he encontrado? No lo recuerdo. Bioy Casares tomó nota de algunas de estas frases y la recogió en uno de sus libros. (Piensa) En estas inscripciones, en España, debemos caer en la cuenta de que los grandes temas son: el sexo, la política y la religión. Lo obsceno, en dibujo o en escritura, o los vivas y los mueras políticos, o la blasfemia. Es decir, la transgresión. Decir lo que uno no se atreve ante los demás, en el anonimato. Es una cobardía. A veces hay tiernas declaraciones de amor: «Mari Pili, te amo». Pero el sexo abrupto, la política como insulto y la religión como blasfemia son los tres temazos. Otra cosa es el Kultur Toilet, que es algo minoritario: conocedores de que la pared es un lienzo, hay quien hace poemas, dibujos de pretendido o cierto mérito… Pero lo que da que pensar es cómo, quizá fruto de una represión para decir ante los demás algo que brota a borbotones, en el anonimato, alguien se atreve a decir determinadas cosas. Me atrevería a comparar esto con el modo que algunos tienen hoy para utilizar las redes sociales, los tuits.

P: Vamos cerrando la puerta del baño, señor Hidalgo.

R: El cuarto de baño es el lugar que tiene la puerta cerrada. Y debe tenerla: hay que cerrar la puerta del baño cuando uno está dentro y cuando sale. En este libro yo abro la puerta. El título, El lugar de uno mismo, es por algo: como la puerta está cerrada, uno puede aislarse y, en segundo lugar, es el lugar de la soledad, de la conciencia de la soledad, de las emociones, de las lágrimas, de la huida, del refugio, de la preparación para la representación teatral de la vida. Es nuestro camerino: nos vestimos, nos preparamos el personaje que tenemos que representar. Es un lugar tan íntimo, tan de uno, que, si queremos, lo compartimos. Si lo compartimos, es porque desde esa condición de lugar de uno mismo, tenemos la potestad de decir: «Y tuyo también, si yo quiero». Por eso puede ser el lugar del sexo, o donde las funciones de aseo y fisiológicas pueden compartir sus experiencias o no. Cada uno sabrá.

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