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Manuel M. Velasco: «Los de los 80 todavía nos permitimos ser demasiado optimistas»

Manuel M. Velasco: «Los de los 80 todavía nos permitimos ser demasiado optimistas»

Hablar con Manuel Martínez Velasco es sumergirse en una colección de referencias de ese nuevo cine clásico que es la cultura pop de los ochenta. Es una conversación con tu amigo a la salida del último éxito de Hollywood, pero no conviene despistarse. Ni siquiera su apariencia afable oculta un conocimiento de las formas narrativas del cine que viene de la práctica. Ahora, en su primera novela, Cosas que no debes hacer la noche antes de casarte (Espasa), Manuel se estrena en la narrativa sin ocultar un ápice su intención de entretener contando la historia de una chica que se vuelve invisible justo antes de su boda. Ensaya y se arriesga, eso sí, con un género aparentemente demodé pero lo viste… bueno, lo desviste, con una excusa de puro género (femenino y cinematográfico): la invisibilidad.

—¿Y cuánto de Manuel hay en Diana? Ella es un puzzle, ¿pero es tu puzzle?

"Diana soy yo, cien por cien. Todas mis manías, neuras, cinefilia desatada y formas de complicarme la vida"

—Diana soy yo, cien por cien. Todas mis manías, neuras, cinefilia desatada y formas de complicarme la vida. Muy Virgo, como yo, analítica, pesimista y optimista según el momento del día. Me lo he pasado muy bien escribiéndola, sobre todo por viajar a mi lugar favorito de la tierra, el hotel Formentor de Mallorca. Con lo cual, cuando me plantearon escribir la novela en Espasa dije que perfecto, que iba a a transcurrir allí y que el protagonista iba a ser yo para conocerme mejor a mí mismo.

—¿Eres un romántico empedernido? Tu novela es comedia romántica clásica y eso ya no se estila.

—Sí, soy un romántico. Un critico la definió como thriller romántico porque, aparte de ser comedia, mezcla road movie y mucho homenaje a Jack Bauer y 24; es una cuenta atrás de 24 horas hasta la boda. Como en esa maravillosa serie era importante poner el relojito en cada capitulo del libro para que el lector supiera cuánto queda exactamente para la boda y colocar a Diana en los sitios más alejados posible para que pienses que no va a llegar. Y sí, me encantan las comedias románticas clásicas desde Sucedió una noche hasta Pretty Woman, por su estructura narrativa definida y clara. Es más difícil sorprender porque sabes que el segundo punto de giro es la ruptura de la pareja y el tercer acto es la reconquista.

—Da la impresión de que tú, guionista y director, has pensado esta novela como se piensa una película. Incluso Diana habla de ello en el libro.

—Me encantaría que se hiciera una película o miniserie con ella. De hecho, Diana en la página uno llega a proponer a Blanca Suárez de protagonista. Yo tengo mil ideas en cajones y cuando me propusieron esto tiré de la que más me gustaba. Intenté darle forma de novela para que no pareciera un guión publicado. Nunca había escrito literatura, todo guiones, que son muy esquemáticos. Intenté convertirme en novelista y espero que los lectores se diviertan.

—Lo de la mujer invisible es una corriente de conciencia entre la euforia y la angustia…

—Sí, ella está constantemente pensando. Nos pasa a todos cuando cumplimos años. Tenemos momentos buenos y momentos malos y, sobre todo, los que tenemos que dedicarnos a este sector el audiovisual, tan inestable y tan vulnerable a las críticas, que nos alegran el día o nos joroban la tarde.

—¿Crees que somos una generación de adultos inmaduros? ¿O solo más autoconscientes? Igual nuestros padres pasaron por lo mismo pero lo etiquetaron distinto.

"Vivimos entre figuras de Star Wars y dinosaurios por todas partes"

—Muy buena pregunta. No lo sé. No sé si tenemos nombre. Me considero maduro y con los pies en la tierra, pero nuestra generación y los que nos dedicamos a esto y nos gusta tanto el cine, estamos tantas horas al día soñando con galaxias lejanas y viviendo las mismas películas que nos fascinan, que puede parecer que tenemos algo de síndrome de Peter Pan. Vivimos entre figuras de Star Wars y dinosaurios por todas partes. Creo que en el fondo sí los tenemos en la tierra pero a veces nos permitimos ser demasiado optimistas. Es bonito y no se debe perder, y esto está en el libro. Ella sueña que se casa con George Clooney de verdad.

—Es encarar, o tratar de hacer encajar, el cuento de hadas que nos han contado con la realidad, madurar.

—Yo creo que tenemos muchas cosas que encajar, estamos en un momento en el que estamos a mitad de la vida y nos negamos a pensar, al menos en mi caso, que está todo perdido. Seguimos creyendo o deseando que un mundo en el que podemos lograr todo en cuanto a realización personal, sentimental, y laboral es posible. Ese es el mensaje de la novela, en 24 horas todo cambia totalmente. Y a ella le da la sensación de que, todavía, todo es posible. Debemos pensar que todo puede ir a mejor.

—Diana muestra al lector unos pensamientos casi intrusivos con la trama. Es como en la serie Sigue Soñando o Padre de Familia.

—Sí, porque es un diario en primera persona y está todo el rato pensando en voz alta. Cuando pensamos algo, aunque sea muy profundo —imagina dar una tesis doctoral en Medicina hablando de nuevos avances en cirugía cardiaca— a lo mejor también te acuerdas de que te has dejado lavadora puesta. Eso en el cerebro se produce a la vez en ese momento, y si estuvieras pensando en voz alta, lo dirías. Por eso la narración lo atropella: ella para y suelta ese comentario sobre el laísmo y el leísmo en los madrileños. Me hace gracia en los diálogos de las películas de los hermanos Marx y para el libro.

—¿Hay una querencia aquí por el teatro, por la comedia de enredo?

"Me gusta sobre todo el cine comercial americano. No se me caen los anillos por reconocerlo"

—Sí, sobre todo en una comedia que escribí, El funeral, que los diálogos eran —salvando las enormes distancias— homenajes a Miguel Mihura y Jardel Poncela, los hermanos Marx o los hermanos Zucker (Aterriza como puedas y Top Secret, dos de las mejores comedias de todos los tiempos). Ahí están ese tipo de diálogos frenéticos, locos, tontos, que son ametralladoras e intenté plasmarlo en el libro.

—¿Tienes libros, o películas, de cabecera?

—Muchísimas, me gusta sobre todo el cine comercial americano. No se me caen los anillos por reconocerlo. Todo Spielberg, Lucas, Zemeckis, McTiernan, Donner, Tim Burton. Estos grandes directores no han rodado ninguna comedia romántica, lo más parecido Spielberg con Always. Pero es curioso que ellos, que me gustan tanto, no se hayan atrevido con este género verdaderamente difícil. Por eso intenté la mezcla de ellos con un género que no han cultivado.

—¿Qué detestas de tiempos actuales, o del panorama cultural actual?

"Ahora tenemos internet, hemos leído críticas, los Tik Tok y todo el fandom, y estamos predispuestos a que nos guste o no nos guste una película"

—Yo creo que lo que hemos perdido es la capacidad de fascinación. Tenemos demasiada información de lo que vamos a ver. Cuando voy al cine, y voy mucho, tengo la sensación de que ya hemos visto la película porque lo sabemos todo de ella. Antes comprábamos la revista del mes, veíamos un par de imágenes, los fotocromos del vestíbulo del cine, y habíamos visto el trailer alguna vez. Ahora tenemos internet, hemos leído críticas, los Tik Tok y todo el fandom, y estamos predispuestos a que nos guste o no nos guste una película de la que ya sabemos casi todo. Esa fascinación, la magia del cine en los ochenta, la hemos perdido. Todo era posible, eran dos horas de cualquier cosa.

¿Tu te has vuelto invisible alguna vez?

—No, pero me encantaría, porque soy muy tímido y solo me gusta hablar de cine y no me gusta hablar de otra cosa. Cuando lo hacen lo paso mal, y quiero ser invisible. No para hacer el mal, sino para esconderme porque soy muy tímido y me gusta pasar desapercibido.

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