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María España: «Paco era un hombre con una sensibilidad muy especial»

María España: «Paco era un hombre con una sensibilidad muy especial»

Pocas veces se entrevista a las mujeres de los escritores para completar su biografía, sin embargo, la totalidad del hombre/creador está compuesta también por esa otra mitad. En este caso, la otra mitad es su viuda, María España. Hablar con ella fue imprescindible para conocer todos los componentes de la galaxia real y literaria de Francisco Umbral y configurar el todo.

El día pactado, me esperaba en medio del verdor de su Dacha, mientras el jardinero podaba el césped. Todo el ambiente rezumaba el frescor del otoño y en la piscina algunas hojas caídas flotaban como barcas a la deriva. Al entrar en la casa, el sillón de mimbre del escritor me invitó a sentarme para tener un minuto de contemplación y contagiarme de su mirada. Todos los objetos, en especial, los retratos y las estanterías me conectaron de inmediato con su esencia y con la serenidad y familiaridad de María España. Más que una entrevista fue una conversación natural que fluyó como la vida misma y, como un río cristalino, afloró la niña-mujer que creció de la mano del escritor. Dos horas en las que me mimeticé con el ambiente apacible y el hilo de los temas siguió dos caminos: la etapa vallisoletana, el entorno familiar y social de ambos, hasta confluir en el puerto real y literario que el autor recreó en sus libros.

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—¿Cuándo y dónde conociste a Francisco? ¿En Valladolid? ¿Se conocían desde pequeños?

—Muy joven. Estaba en el Instituto, en Valladolid, en la acera de Recoletos porque era el sitio donde iban los chicos y las chicas. Ellos se sentaban en los bancos y las chicas paseaban. Paco se fijó en mí y empezamos a salir. Yo estaba en cuarto o quinto de Bachillerato.

¿Cómo surgió el noviazgo? ¿Eras una de las niñas jesuitinas de las que habla Umbral en sus libros?

No, jesuitina no. Estudié en el Colegio Público Cardenal Cisneros, luego en el Instituto Núñez de Arce y también en la Escuela Normal del Magisterio. Él ya estaba trabajando en el Banco Central de Valladolid. Nos casamos cuando terminé Magisterio, en septiembre de 1959.

—¿Fue un amor a primera vista?

"Paco tampoco era un hombre corriente. Entonces era de otra manera…"

—Pues creo que sí. Paco tampoco era un hombre corriente. Entonces era de otra manera… (María España nos muestra una foto en la que ambos aparecen bailando y ella enfatiza su juventud y su cuello largo). Empezamos a salir, íbamos efectivamente al río. Era una barbaridad porque ninguno de los dos sabíamos nadar. Y el Pisuerga es un río para las barcas que se alquilaban.

—Y ¿realmente había barcas?

—Sí, sí había barcas. Paco remaba por allí. Fue el único ejercicio que hizo en toda su vida, porque él no fue capaz de montar en bicicleta.

—¿Ni nadar?

—No, tampoco. Él se metía en el agua, pero poco, porque no le gustaba el agua fría.

—¿Conociste a la madre de Umbral?

—No, no. Conocí a su tía porque su madre murió cuando todavía no teníamos mucha relación. Yo creo que ni siquiera salíamos. Estuvo mucho tiempo sin salir, le debió afectar mucho la muerte de su madre. Y a quien conocí fue a su tía Maru (Maruja), hermana de su madre Ana María, la llamaban May. Y luego vivían allí dos primos y dos primas. La madre se apellidaba Pérez igual que Paco. Pero ya de mayores los hermanos se han puesto Perelétegui.

—¿Después de casados, se vinieron a Madrid juntos o él vino primero?

"Vivimos muy poco tiempo en León, porque a Paco le interesaba Madrid para escribir"

—No, nos vinimos los dos, vivimos muy poco tiempo en León, porque a Paco le interesaba Madrid para escribir y todo. Ya en la radio había trabajado mucho antes y después de casarnos nos vinimos sin nada. Luego él publicó muchas cosas.

—¿Y, al principio, en qué zona de Madrid vivieron?

—Vivimos en muchos sitios, en diferentes barrios: en Ventas, al lado de Serrano, en un apartamento muy pequeñito, muy pequeñito, al lado del río también.

—¿Y por el Retiro?, porque él habla de una pensión cerca del Retiro.

—Ah, ahora que lo dices. Eso, efectivamente, él vivió en una pensión, porque cuando nos vinimos aquí yo ya era maestra y trabajaba en una casa enseñando a leer y escribir a unos niños que iban al colegio de las Irlandesas cerca del Retiro. Paco sí vivió en la pensión en aquella época, luego alquilamos un piso. Creo que el primer sitio donde estuvimos fue por la calle General Oraá. Una bocacalle que sale de Serrano. Desde allí iba todos los días a darles clases a estos niños.

—¿Cuándo te haces fotógrafa y dónde trabajaste?

—Fue mucho más tarde. Para cuando nació el niño (al que de cariño le llamaban Pincho) yo ya había trabajado en el Ministerio de Cultura, en la sección de registros de los libros, creo que en Información y Turismo, en la Avenida del Generalísimo, como se llamaba entonces. Luego trabajé para las revistas Interviú y Tiempo.

—¿Cuánto tiempo estuviste en las revistas?

"Aprendí a hacer fotos con unos amigos fotógrafos con los que Paco trabajó, los Ferrari, unos italianos que tenían en Madrid una agencia de prensa"

—Muy poco, porque nació el niño y me dediqué a él. Cuando murió el niño conocíamos mucha gente de prensa y fotógrafos. Luego aprendí a hacer fotos con unos amigos fotógrafos con los que Paco trabajó, los Ferrari, unos italianos que tenían en Madrid una agencia de prensa. Hacían trabajos sobre España no sólo para Italia sino para otros países de Europa. Paco trabajó con ellos e hizo mucho reporterismo con el fotógrafo Gigi Corbeta, italiano también, que era mucho más alto que Paco aún. Éste sí que debía medir un metro noventa.

—Hablando de Italia, ¿Francisco y tú viajaron juntos fuera de España? ¿A qué lugares?

—No mucho, no mucho. No me acuerdo, quizás a algún sitio de Francia, pero poco más.

—Umbral habla de Alemania y otros sitios…

—Bueno, él viajó quizás cuando estuvo con los Ferrari. Hizo muchos reportajes de todo tipo, aquí en España y entrevistas también. Sí, Paco trabajó mucho, porque hizo reporterismo. Luego para El País empezó a hacer la columna diaria, aunque previamente había escrito para una cadena de periódicos de España, que eran como veinte, y tantos periódicos.

—¿Cuántas horas diarias trabajaba él para cumplir con todos?

—Fueron épocas distintas, hacía entrevistas o reportajes. Bueno, viajaba, y hacía una entrevista. Por ejemplo, entrevistaba a Lola Flores y escribía la columna en 20 minutos y ya está.

—Es verdad, eso de que él escribía muy rápido, ¿en 20 minutos?

—Sí, una vez que tenía el tema escribía con facilidad.

—María España, valoro el trabajo que hiciste junto a él. Aunque se dice “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, lo justo sería decir al lado. ¿Cómo ha sido tu vida al lado de un escritor tan importante como él?

"Él era un hombre con una sensibilidad muy especial. Una persona muy dedicada a escribir y de lo demás no sabía nada"

—No sé cómo decirte. A mí me parece que, efectivamente, he tenido la suerte de haber vivido con un hombre que no era corriente. Paco era un ser distinto de lo habitual. Lógicamente era todo más fácil que con un hombre lleno de manías. Él era un hombre con una sensibilidad muy especial. Una persona muy dedicada a escribir y de lo demás no sabía nada.

—¿Tú te ocupabas de todo lo demás?

—Quiero decir que Paco se ocupaba de escribir y confiaba en esta parte mía. Yo llevaba la otra parte. ¿Tú te imaginas a Paco conduciendo un coche?

—¿Nunca aprendió a conducir?

"Sólo sabía escribir a máquina. No aprendió tampoco a usar el ordenador"

—No, nunca. Sólo sabía escribir a máquina. No aprendió tampoco a usar el ordenador. Sólo escribía en su máquina Olivetti. Cuando vivíamos en la calle Juan Ramón Jiménez en Madrid, había un motorista que venía a recoger el artículo todos los días para El País. Cuando empezó a escribir en El Mundo instalaron un ordenador de manera que Paco escribía en su máquina, luego yo lo escribía en el ordenador y lo enviaba por correo al periódico, a través de unos pasos que ya no recuerdo. Pero cuando él tuvo el problema de Parkinson me dictaba la columna directamente. Fíjate, entonces, si no sabré que él tenía una facilidad para escribir.

—¿Y él tenía un teléfono móvil?

—No, no, nada, nada.

—Antes utilizábamos las cartas y a ti Umbral te escribió Carta a mi mujer. ¿Tú sabías que estaba escribiendo este libro?

—Sí, lo sabía. A lo mejor no le salió el libro que él quería y por eso no lo llegó a publicar.

—Es un libro póstumo, ¿quién propuso el título?

—Estaba puesto. Luego se publicó también su libro de poemas. Paco tenía mucha afición a la poesía. Él no leía novelas, sino más poesía y ensayo.

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Igual que algunos pintores como Picasso, Balthus, Toulouse, Renoir, El Bosco, Umbral retrató literariamente los colores femeninos de su paraíso personal, a partir de las figuras de su “reino matriarcal”. El ritual creativo de su huerto narrativo nos transporta a la esencia de su mundo íntimo e incomprendido, donde “el hombre vive toda su vida la religión de la mujer”. En su dogma literario, ellas están presentes como parte de sí mismo “escribir es siluetearse uno a sí mismo”, son el eje central de su reino, sin duda, la primera doctrina de su personalidad.

En esa consagración por la mujer como un segundo nacimiento, aparece la niña de sus ojos en Carta a mi mujer:  “aquella niña de provincias, con calcetines blancos, zapatos altos de su hermana y andares de cabra trabada”. María España, “aquella niña dulce y crispada, lenta y perfecta, resignada en la provincia”. La niña a quien forjó con palabras, la niña de su jardín, el ángel de su cielo, la muchacha/metáfora, la chica real/irreal de su universo. Ella fue su camino, su principio y su final.

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—Estoy investigando los arquetipos femeninos que él perfila en sus obras, por ejemplo, la madre que está en varios libros. ¿Cómo era su madre? ¿La conociste?

—No, no la conocí. Había muerto y Paco estuvo un tiempo sin salir porque le debió afectar mucho la muerte de su madre. Él tenía con su madre algo muy especial. No era una mujer corriente. Era una mujer intelectual, culta, elegante.

—Ella fue una madre soltera, por esa razón fue estigmatizada ¿verdad?

"Ahora cualquiera tiene un niño sin problemas. Es más, ahora hay gente que quiere tener niños y no quiere tener un marido"

—Bueno, casi, casi, era la época de la hoguera. Ahora cualquiera tiene un niño sin problemas. Es más, ahora hay gente que quiere tener niños y no quiere tener un marido. Fíjate qué distinto, pero en aquella época era una barbaridad. Paco nació aquí en Madrid y su madre debió venir aquí a dar a luz, luego se fueron a Valladolid con el niño pequeñito, pero ella le cuidó. Había allí un ambiente bueno porque había varios niños, también estaban sus primos y primas y el padre de ella hasta que murió.

—En Leyenda del César Visionario habla de Clara (la madre) y figura como la secretaria de Azaña.

—No lo sé, eso ya es parte de la imaginación. Paco era un admirador y lector de Azaña.

—¿Es verdad que la madre de Umbral tenía la enfermedad de la tisis o tuberculosis?

—Entonces la mitad del país la tenía, hasta que se descubrió la penicilina. Por supuesto, moría mucha gente.

—¿Ella murió muy joven verdad? Me parece que Anna Caballé dice que murió a los 47 años.

—No sé los años que tenía, pero Anna Caballé no me… (y guarda silencio).

—¿Has leído el libro de Anna Caballé?

"Me parece que por parte de Anna Caballé hay morbo. Paco escribió más de cien libros. A mí me gustaría saber cuántos libros ha leído ella"

—No la he leído, pero todo el mundo me habla. Me parece que por parte de Anna Caballé hay morbo. Paco escribió más de cien libros. A mí me gustaría saber cuántos libros ha leído Anna Caballé. Luego Paco ha estado escribiendo durante cuarenta años una columna diaria para el periódico, que son miles y miles de columnas. Claro, es una gran obra… Él tiene todos los premios excepto el Nobel. Todos, todos. No entró en la Academia porque allí había una serie de personas que Paco no les divertía. Pero estuvo a punto, porque Cela estuvo muy empeñado en que entrara en la academia. Y luego han entrado en la academia unas personas que yo no pensé que pudiesen entrar… Pero a él lo de la academia le daba lo mismo, en cambio, sí le hizo mucha ilusión el Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias. Cela hizo gestiones para que le dieran el Nobel… Lo que pasa es que el Nobel ya es más difícil. Cela que era muy duro con la gente, era muy volcado con la gente que él consideraba que merecía la pena. Efectivamente, a Paco le tenía mucho aprecio, mucho cariño. Paco igual. Cela era un hombre implacable. Con la gente que no merecía la pena era durísimo, no tenía ninguna consideración, ni hablaba, ni se molestaba en hablar. Mira, uno de los primeros trabajos que Paco tuvo aquí se lo consiguió Cela en el Instituto de Cultura Hispánica, porque le presentó a Pepe García Nieto, era un poeta que dirigía la Revista Mundo Hispánico. Y allí empezó a trabajar Paco en una cosa fija.

Se habla poco de esa temporada.

—No. Se habla de la Caballé. Me sorprende mucho porque yo no sé por qué la Caballé no le tenía ningún cariño. Es raro, porque Paco no ha tenido enemigos. Pero esta mujer no le tenía cariño. No sé por qué razón.

Ella ha investigado lo que tenía que investigar y…

—Pero tampoco se molestó en preguntar a Paco…

—¿No vino aquí a entrevistarlo?

—No, nunca, nunca, no la conozco a esta señora. Sólo sé que escribió un libro contra Paco. Tampoco encuentro yo que haya tenido una categoría intelectual como para juzgar la obra de Paco. Uno puedo opinar, pero los comentarios que haya hecho sobre Paco, ¿parece que tampoco son muy elogiosos no? Aunque me da igual… Si ella fue feliz haciendo eso (guarda silencio y luego cambia de tema). Han hecho una biblioteca maravillosa con su nombre y allí está la Fundación Umbral y una calle muy bonita que lleva su nombre, una calle de Majadahonda. Y creo que hay una calle en Madrid, pero no sé dónde está.

—También en Valladolid hay una calle con el nombre de Francisco Umbral. ¿Tú la conoces?

—Claro, pero no la conozco, seguramente en la zona moderna.

—La familia de Paco era muy religiosa, y tu familia también.

—No, mi familia no. La de Paco sí.

—¿Por qué Paco renunció a la iglesia católica?

—No lo sé, la verdad es que las primas de Paco eran muy religiosas, incluso sus primos, pero él no, ni su madre.

—Entre los personajes femeninos, sobre todo, en las etapas de la niñez y adolescencia siempre aparece una niña, Teresita, ¿existió Teresita? 

—Sí, debió existir, porque claro no la iba a inventar. Ya lo sé que escribe muchas veces de Teresita. Debió ser una vecina, una niña muy particular, muy guapa, pero no, no la conocí.

—¿Y la tía Socorro que también es personaje de sus libros?

—Ah, sí, la tía Socorro era una pariente de Paco, pero no sé por qué vía. Ella vivía en la mejor calle principal, en un chalé de León, la calle Ordoño II, como aquí la calle Serrano. Su tía Socorro y su hijo Santiago lo querían mucho a Paco, porque él me decía que había pensado que Santiago había estado siempre enamorado de su madre. Y pudo ser, pudo ser, por eso le tenían a Paco tanto cariño. Ellos tenían mucho dinero en León. Santiago era el encargado del Canal de agua de León, algo así como el Canal de Isabel II de Madrid. 

—¿Cómo era Valladolid de entonces? ¿Era una sociedad tradicional?

"Los años cincuenta era una España de posguerra en todos los sentidos. Eran los años del hambre que duró mucho"

Es una época, los años cincuenta era una España de posguerra en todos los sentidos. Eran los años del hambre que duró mucho. Como mi padre era militar, no tuvimos problemas de alimentación, porque como éramos muchos hermanos a mi padre le correspondía muchos alimentos, pero no era frecuente, por ello existió el estraperlo. Debió ocurrir en muchos países de Sudamérica o en Cuba, por ejemplo. Era comprar lo poco que se podía comprar, pero pagándolo mucho.

—Hablando de eso, Umbral habla de “la Ino” (Inocencia), la criada que a veces les llevaba el pan de hogaza, con el que se hacía estraperlo. ¿Existió la Ino? 

—Sí, sí la Ino, sí existió. Eso era lo que pasaba a mucha gente, vendía para comprar otra cosa. La carne se comía una vez al año, sólo en navidades. La posguerra duró mucho.

—Entonces, ¿la posguerra le afectó a la familia de Umbral?

—Sí, igual que le afectó a muchísima gente.

—Y la otra criada que aparece en los libros es “la Ubalda”. ¿Ella existió?

—Ah, sí, sí, a mí me suena el nombre ahora que lo dices. Efectivamente existieron. No sé si coincidieron o una fue a continuación de la otra. Iban allí a limpiar, a servir, a la lavar… Entonces se lavaba a mano. No existía la lavadora.

—¿En algún libro, te sientes tú identificada como personaje?

—No lo sé, no me he parado a pensar en eso.

—¿Algún personaje que sí hayas conocido de esta etapa y esté en los libros, recuerdas? ¿O de aquí de Madrid?

—Pero no de la infancia. De Madrid a mucha gente. Paco tenía relación con mucha gente. De León dos locutoras con las que Paco trabajó en la emisora local La Voz de León, una de ellas era María Jesús Álvarez Moro y trabajaban junto con Luis del Olmo también. Eran los tres en la radio porque Paco tenía una voz muy bonita. Algunas cosas que leyó en la radio las hacía él. Pero es una pena porque la radio desapareció, la emisora se cerró y ese material se perdió.

—Ese material se ha recuperado en un libro, Diario de un noctámbulo

—Sí, lo escrito sí, pero lo grabado no, es una pena porque Paco tenía una voz muy bonita.

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Si hay alguien que formó parte del mundo umbraliano y conoció tanto la verdad como la mentira del autor de Un ser de lejanías, ella es María España. A ella le dedicó Carta a mi mujer, libro en el que parece que el escritor también reflexiona sobre toda su vida junto a la mujer de su paraíso. En sí, fue el ser que no cesó de contemplarse, de buscar la verdad y la mentira, no en la naturaleza, ni en las cosas exteriores, sino en sí mismo y su propia conciencia existencial.

Como hijo y hombre de su amado siglo XX, Francisco Umbral fue el hombre/escritor, de recorrido corto y de trayecto largo, que supo concentrar en sus libros la esencia de su propio tiempo y espacio. Si bien, en todos sus libros, el escritor no dejó de autorretratarse para comprender, explicar y conocer de «dónde viene y hacia dónde va», su vida tiene muchas páginas en blanco que sólo María España, con absoluta sinceridad y discreción nos permite completarlas.

*******

—Hablando del padre de Umbral, ¿alguna vez Umbral te comentó sobre cuándo fue que su madre le habló sobre su padre?

—No, esas cosas no me refirió. En algún momento me dijo así con toda naturalidad y nada más, pero el detalle de la fecha no lo recuerdo.

¿A él le afectó saberlo?

—Pues no lo sé, no creo, porque su madre se ocuparía de decirle las cosas claras y que tuvo el valor de tener un niño cuando no era frecuente, en contra de toda la gente que tenía alrededor. Ella quiso tener un niño y lo tuvo. Incluso, pese a que en el sitio donde trabajaba que era el ayuntamiento la iban a criticar. Era secretaria del alcalde o de algún otro señor.

¿Qué relación había entre Umbral y su padre, si acaso la tuvo alguna vez?

"Su padre debía ser un hombre intelectual, un hombre culto, porque curiosamente Leopoldo de Luis fue un poeta y Paco escritor, quiere decir que algo heredaron los dos"

—No, no, no tuvo ninguna relación. Ahora debía ser un hombre intelectual, un hombre culto, porque curiosamente Leopoldo de Luis fue un poeta y Paco escritor, quiere decir que algo heredaron los dos. Luego su sobrino Jorge Urrutia, hijo de Leopoldo, es profesor y poeta también.

—Llego a esta pregunta porque en sus obras está representado con un uniforme en el armario de su madre. ¿Sabes si estuvo ligado a la milicia o algo así?

—No tengo idea, no lo sabía. Paco y yo no hablamos nunca de su padre. Supe que existía su padre y nada más y a él nunca le produjo la más mínima inquietud. No sé cómo llegarían a la conclusión Leopoldo de Luis y él de que eran hermanos, que tenían el mismo padre. No sé, pero efectivamente, los dos lo sabían. Imagino que cada uno sacó sus conclusiones. Creo que nunca hablaron del tema. Paco me lo hubiese dicho.

—¿Qué edad tenía Umbral cuando falleció su padre?

—No lo sé. Yo no creo que Paco supiera cuándo falleció su padre. No creo. Quiero decir que Paco no tuvo la más mínima relación con su padre, ni lo conoció, ni lo vio nunca, ni creo que hablaran, excepto cuando su madre le contó quién era su padre. En realidad, su padre no representa nada en la vida de Paco.

—Manuel Jabois, periodista de El País, publicó la noticia sobre el padre de Umbral, ¿quién le autorizó o le proporcionó la información? ¿Sabes algo?

"Yo sé la noticia, pero no sé quién le autorizó, porque a mí, desde luego, no me dijo nada. Creo que fue el sobrino de Paco, Jorge Urrutia"

—Yo sé la noticia, pero no sé quién le autorizó, porque a mí, desde luego, no me dijo nada. Creo que fue el sobrino de Paco, Jorge Urrutia, que es como Paco se tenía que haber apellidado si su padre, Alejandro Urrutía, le hubiera reconocido, claro. Pero entonces llevaba el apellido de su madre. Bueno, son cosas de las que nunca habló entonces, me pareció fuera de lugar. Sabes, quién se atrevió fue su sobrino Jorge. El hermano de Paco, como he comentado antes, era Leopoldo de Luis, el poeta. Ellos nunca hablaron del tema, mientras vivía Paco que, me pareció por parte de él un poco… tenía que haber hablado para que Paco opinara, pero nunca lo hicieron.

—¿Qué poetas le gustaban más?

—Le gustaba Alberti, Gerardo Diego, Pepe Hierro y los franceses Baudelaire, Rimbaud, entre otros.

—Cuando escribió Mortal y rosa, ¿cuál de los poetas le inspiró el título?

—Lo tomó de los versos (y ella recita): “Esta corporeidad mortal y rosa donde el amor inventa su infinito.” No recuerda el autor (Pedro Salinas). Lo de mortal y rosa, a Paco que tenía mal oído para la música, pero muy buen oído para la poesía, pues le gustó. Muchas veces en lo que escribe pone un verso de un libro, de algún poeta, incluso de Pepe Hierro, a quien admiraba.

—¿Cuál era su libro de cabecera?

—No lo sé, esos que hemos nombrado. Aunque de cabecera no, porque Paco leía allí sentado. No leía nunca en la cama, quizás cuando ya estaba enfermo.

—¿Y tú, has leído todos sus libros?

"Hubo un tiempo, cuando mandaban las pruebas de la editorial las corregía yo. Paco ya no las corregía"

—Sí, he leído, pero ahora ya no me acuerdo de todos. Hubo un tiempo, cuando mandaban las pruebas de la editorial las corregía yo. Paco ya no las corregía. La verdad es que venían muy bien, pero alguna palabra dudosa yo se la comentaba y a lo mejor la cambiaba porque estaba mal escrita.

—¿Cuál de los libros te parece mejor a ti?

—A mí me gusta mucho, mucho, Un ser de lejanías.

—¿Por qué razón?

—Porque me parece que hay un despliegue de lenguaje, de imaginación, una belleza de la escritura que a lo mejor no tienen los otros libros. Me estoy acordando que acaban de traducir al japonés Las ninfas. Creo que hay varios libros traducidos al francés y a algún otro idioma europeo, creo que el holandés, no lo sé, pero no los conozco, porque no me los mandan. Lo normal es que me lo envíen. Tiene que haber autorizado Planeta. Me mandaron lo del japonés, pero de otros no conozco, no me los mandaron.

—Ya te los enviarán, porque tú tienes los derechos del autor, ¿verdad?

—Sí, claro, claro, y Planeta.

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