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Mario Vargas Llosa: «La mujer tiene siempre muchos más desafíos que el hombre»

Mario Vargas Llosa: «La mujer tiene siempre muchos más desafíos que el hombre»

Mario Vargas Llosa es uno de los pocos Premios Nobel que, a sus 84 años, lleva una vida activa y no deja de escribir. Pese a su recargada agenda cultural y académica y a sus múltiples compromisos literarios, homenajes, conferencias, presentaciones y viajes, no duda en conceder entrevistas. Con motivo de la investigación comparativa que realicé sobre las mujeres de su vida/obra, logré acceder a su mundo. El encuentro se produjo en Lima, en su casa de Barranco, junto al malecón de impresionantes acantilados y una espectacular panorámica hacia el mar Pacífico. Al entrar, lo primero que me impresionó fue su colección de coloridos y variados hipopótamos en la antesala de su despacho. Mario apareció amable, sonriente y me condujo a la sala contigua, mientras me mostraba su amplia y surtida biblioteca. El trato familiar me dio pie a pedirle permiso para tutearlo. Aceptó encantado y sin ningún problema, porque le parecía más cómodo. Luego de plantearle el temario de la entrevista, la conversación fluyó natural, con los propios hilos que el escritor iba destejiendo sobre el paraíso femenino que rodeó su vida/obra.

En la entrevista, Vargas Llosa se desnuda como novelista, casi autobiográfico, para mostrarnos ciertos episodios de su vida, a partir de su frondosa tribu familiar y casi bíblica de mujeres. El origen de la cosmología femenina en sus libros se halla en aquel entorno infantil, provinciano, de abuelas, madres, tías y primas que lo arroparon y marcaron su personalidad.

—En tu niñez siempre has vivido rodeado de mujeres, según dices, en Cochabamba, con tu madre, tus tías, tu abuela. ¿Este hecho ha influido en la percepción sobre el mundo de la mujer en tus novelas?

"El estar rodeado de tantas mujeres de alguna manera me debe de haber marcado"

—Pues seguramente, porque en la casa en Cochabamba estaba la abuela, la Mamaé, una prima hermana de mi abuela, que fue una tía que nos crió a dos o tres generaciones, prácticamente. Mis primas, que vivían también conmigo, Nancy y Gladys. También la tía Lala, la tía Olga. Yo creo que sí, que seguramente el estar rodeado de tantas mujeres de alguna manera me debe de haber marcado. Ahora, en qué no lo sé, pero me acercó mucho al mundo de la mujer, sin ninguna duda.

—¿Tus obras son un reflejo de estas vivencias?

—Seguro, no sé hasta qué punto soy consciente de ello. Probablemente esa influencia es mucho más inconsciente, emocional que conceptual, ¿no es verdad? Lo que yo recuerdo mucho, por ejemplo, cuánto extrañaba esa familia que estaba marcada por el número de mujeres, cuando me fui a vivir con mi padre, donde prácticamente corté con la familia materna. Los veía muy poco, y era una de las cosas que yo extrañaba mucho. Pues imagínate, esa especie de gran tribu en la que yo pasé mi infancia y el comienzo de la adolescencia, ¡la extrañaba mucho! A mí me hacía mucha falta esa sociedad, en gran parte femenina, que me rodeó los primeros años. El paraíso feliz.

—¿Tu madre ha influido, de algún modo, en tu vocación como escritor?

—Sí, mucho, mucho, porque mi madre era una gran lectora, le encantaba la lectura, y yo creo que la lectura fue tan importante para mí, desde que aprendí a leer, por la influencia de mi madre. Ella, además, me animaba mucho, me incentivaba a la lectura. Así que sí, yo creo que sí, mi madre y mi abuelo, el padre de mi madre, también era muy lector. Había en la casa, a partir de ellos dos, mucha afición por la lectura y muchos libros.

—¿Algún libro que recuerdes de tu madre?

"Yo recuerdo mucho que uno de los libros de mi mamá era el libro de Neruda, que a mí me había prohibido leer"

—Yo recuerdo mucho que uno de los libros de mi mamá era el libro de Neruda, que a mí me había prohibido leer. Ella tenía en su velador Veinte poemas de amor y una canción desesperada, que es un libro que leyeron, creo, todos los latinoamericanos de tres o cuatro generaciones. Y mi madre me había prohibido que lo leyera pero, por supuesto, fue un incentivo para leerlo a escondidas. Incluso recuerdo que ese libro era azul con letras amarillas, que creo que es la primera edición de Veinte poemas

—¿Por qué no has literaturizado a tu madre, como otros autores? ¿Por qué no la has convertido en personaje constante en tus novelas?

—Aparece, desde luego, en El pez en el agua. Probablemente también aparece indirectamente en algunos personajes femeninos. No directamente, no es una recreación de ella, pero algunos rasgos de mi madre deben aparecer en las mujeres de mis novelas, seguramente, ¿ah?

—¿Puedes mencionar algunas?

—No, no las tengo presente, no quiero darte tampoco una pista que sea falsa. Pero fue tan importante mi madre que es imposible que no haya sido materia prima de alguno de los personajes femeninos.

—Dices que tu madre y tú erais una especie de pareja que se deshizo con la aparición de tu padre. ¿Ese hecho tiene que ver con el doble complejo de Edipo, como señala Max Silva?

"Hay un resentimiento que debe de ser medio consciente y medio inconsciente que yo tenía, porque ese señor a mí me robó a mi mamá"

—Bueno, de las interpretaciones de los psicoanalistas yo no quiero ni enterarme, ¿sabes? Me pongo nervioso cuando leo esas interpretaciones. Lo que es indudable es que yo era hijo único de mi madre y éramos una verdadera pareja, porque mi madre se dedicó muchísimo a mí una vez que se separó de mi padre. Y entonces, una de las cosas que debió de afectarme mucho emocionalmente cuando nos fuimos a vivir con mi padre es que yo dejé de ser la persona fundamental en su vida, pasó a ser lógicamente su marido, y entonces seguramente eso contribuyó a que yo tuviera una relación tan difícil con mi padre, aparte el carácter de él. Por otra parte, hay también un resentimiento que debe de ser medio consciente y medio inconsciente que yo tenía, porque ese señor a mí me robó a mi mamá, me quitó a mi mamá, ¿no es cierto? Entonces, allí hay un hecho que tiene que haber contribuido mucho a fijarme un tipo de personalidad, sin ninguna duda.

—¿Consideras que el personaje de la tía Julia simbólicamente representó a la figura de tu madre?

—No creo, porque Julia pues no tuvo hijos, no tuvimos hijos. No creo haber tenido con Julia una relación de dependencia que se pueda llamar de este tipo. Nunca sentí a Julia como un sustituto de la madre, ni muchísimo menos. No, yo creo que…

—¿Ella actuaba como tal?

—No, fue una relación, como diríamos, pareja. Julia, no en Lima, pero cuando nos fuimos a Europa, trabajó, tuvo una vida propia en los años que vivimos en París. Siempre trabajó Julia. O sea, tuvimos una relación que era muy igualitaria entre los dos. No una relación de dependencia. No creo que se pueda decir que esa fue una relación de dependencia. Fue una relación muy pareja.

—¿Crees que tu vida ha sido determinante en tu obra, como el caso de Proust, Dostoievski y otros autores?

"El punto de partida para desarrollar una fantasía siempre son los recuerdos personales"

—Sin ninguna duda. Mira, yo siempre digo que si yo no hubiera vivido ciertas experiencias probablemente no hubiera escrito nada de lo que he escrito. No en el sentido de que todo lo que he escrito haya sido una autobiografía disimulada, no, pero sí creo que el punto de partida de todas las cosas que he escrito como ficción, tanto en novelas como en teatro, han comenzado siendo experiencias vividas, personas que conocí, situaciones, hechos de los que fui protagonista, partícipe, testigo. Yo creo que prácticamente el punto de partida de todas las ficciones que he escrito han sido experiencias personales. O sea, que yo sí la he utilizado muchísimo como materia prima, ¿no? En mi caso la imaginación, la fantasía, trabaja mucho más sobre recuerdos y sobre imágenes de la memoria que sobre puras invenciones. El punto de partida para desarrollar una fantasía siempre son los recuerdos personales.

—Mario, como dice Américo Mudarra en el libro de Roland Forgues, tú propones una imagen del escritor como exorcista de los demonios particulares y colectivos. ¿Cuáles han sido tus demonios particulares, y si uno de ellos es la experiencia con tu padre?

—Sí, sí, yo creo que sin ninguna duda. Mi relación con mi padre fue pues tan anómala. Yo creí hasta los 10 u 11 años que mi padre estaba muerto, y de pronto de la noche a la mañana descubrir que no, que estaba allí e irme a vivir con él, tener una relación dificilísima con él, yo creo que me ha marcado profundamente. Una cosa que me ha sorprendido, por ejemplo, con motivo de la aparición de mi libro El héroe discreto, es que una de las reseñas que han aparecido sobre el libro dice que “es la primera vez que los padres son víctimas, más bien en las novelas anteriores los padres eran los victimarios” (risas de Mario). Lo cual quiere decir que con los años por fin se ha normalizado un poco, póstumamente, la relación con mi padre ¿no? (Mario ríe).

—Como que lo estás reivindicando, ¿no?

—Sí, ya no hay fondos oscuros que estaban un poco detrás de las figuras paternas en mis novelas.

—Digamos que sí. ¿Ha sido uno de tus demonios?

—Sin duda alguna, ha sido uno de los demonios yo creo más persistente (Mario ríe a carcajadas).

—¿Y hay algún demonio que tenga que ver con el género femenino?

"Se burlaban de mi manera de hablar. Me sentía completamente desubicado. Entonces ¿qué cosa era yo: boliviano, peruano?"

—Seguramente, pero yo creo que los demonios verdaderamente funcionan no siempre de una manera muy consciente. Tú no eres muy lúcido respecto a esas obsesiones de una manera pues disfrazada que se repite en lo que escribes ¿no? En algunos casos yo soy más o menos consciente, pero en otros casos no creo serlo. Creo que por ejemplo el desarraigo, porque nací cambiándome de lugares, de casas, de países, de ciudades, eso a mí me ha marcado profundamente. El tema del desarraigo [está muy presente] en lo que escribo, porque ha sido uno de los grandes demonios, podría decir uno de los temas recurrentes, ¿no?, porque mi propia vida, ha sido una realidad profundamente desgarradora. Salir de Cochabamba para venirme al Perú ha sido una experiencia terrible, perder a mis amigos. Yo me sentía peruano. Tenía una gran ilusión de venir al Perú y de repente en Piura todos los chicos de la clase se burlaban de mí, porque hablaba como serranito (Mario ríe). Se burlaban de mi manera de hablar. Me sentía completamente desubicado. Entonces ¿qué cosa era yo: boliviano, peruano? ¿Qué era?

—Es decir, el desarraigo afectó todo tu mundo real. Viajaste por Europa, también has vivido en Barcelona y ahora en Madrid.

—Sí, el desarraigo yo creo que ha funcionado mucho en la experiencia personal con la cantidad de cambios, de casas, de lugares donde he vivido. Una vez empecé a contar, empezamos a contar con Patricia en cuántas casas había vivido yo desde que nací y llegamos a contar más o menos 40 casas. Fíjate, 40 casas, ¿ah? (risas de Mario)

—Por los años que llevas viviendo en España, seguro que has logrado conocer y captar el carácter de las mujeres españolas…

—Yo creo que en España pues ya he vivido tanto tiempo y conozco tanto.

—¿Alguna vez te has inspirado en alguna mujer española?

"En La tía Julia y el escribidor tenía a Julia como un modelo, en otros casos los modelos son varios que se funden"

—Yo creo que sí, yo creo que sí, pero no eso de los modelos literarios. Yo creo que hay una respuesta a una entrevista que le hicieron a Proust que es muy válida para todos los escritores. Le preguntaban que si tal personaje había sido inspirado en tal modelo y dijo: «Sí. Tiene los ojos de uno, la nariz de otro, la psicología de otro». Y yo creo que uno realmente compone esos híbridos a base de distintos modelos, pero además añadiéndole, pues por supuesto, una dosis de fantasía propia, ¿no? Aunque en algunos casos, claro, he tenido un modelo más. En La tía Julia y el escribidor tenía a Julia como un modelo, en otros casos los modelos son varios que se funden, ¿no?, y se convierten como en híbridos en determinado personaje.

—La protagonista de la niña mala es un personaje múltiple que nace, según afirmas en una entrevista, cuando Madrid se convierte en capital erótica, a raíz de los cambios que provoca la época de la Movida.

—Sí, la gran Movida, la gran revolución, pues, de las costumbres en Madrid. (Mario sonríe)

¿Está inspirada en alguna mujer española de la vida real, o es invención tuya?

—Algo de eso, pues, porque fue una sorpresa tan grande esa transformación de Madrid. Yo conocí un Madrid tan provinciano, tan puritano, totalmente remilgado, y de pronto quince o veinte años después Madrid era la ciudad más libre y licenciosa de Europa. No me digas que no es divertido ese cambio, ¿no?

—¿Y la niña mala está inspirada en una mujer madrileña, española o peruana?

—Mira, está inspirado principalmente en una mujer, pero no te voy a decir quién era, porque sería una imprudencia de mi parte (risas de Mario). Pero no es una biografía de una mujer determinada, no, pero está inspirada en un cierto modelo, al que se han ido mezclando rasgos y hechos y muchas invenciones, también de otros modelos.

—Alguna vez manifestaste, Mario, que ningún crítico había advertido que la mujer era central en todas tus novelas. ¿Cuáles serían las claves primordiales de esta afirmación?

"Incluso en La ciudad y los perros las mujeres sí tienen, indirectamente, mucha influencia en la vida de los cadetes"

—Cuando salió La ciudad y los perros yo me quedé sorprendido de una cosa que dijeron varios críticos, que es un mundo puramente viril, que las mujeres no tienen ninguna importancia en ese libro. Bueno, yo no era consciente de eso. Claro, es un colegio de hombres, es un internado de hombres, y entonces, pues allí no aparecen mujeres. Sin embargo, yo creo que incluso en La ciudad y los perros las mujeres sí tienen, indirectamente, mucha influencia en la vida de los cadetes, las madres, las amigas, las hermanas, las enamoradas. Y después, creo que en esa novela se puede decir que las mujeres están menos presentes, menos visibles que los hombres, pero en las otras las mujeres están siempre muy presentes, en algunos casos realmente son las protagonistas. Creo que en mis historias hay muchas mujeres, porque creo que en la vida, sobre todo peruana, pero yo diría que también en la española, hay una carga mayor de sufrimiento, de heroísmo, precisamente porque se trata de sociedades muy machistas, donde la mujer tiene siempre muchos más desafíos que el hombre para afirmar su personalidad, para salir adelante, para enfrentarse a dificultades profesionales, sociales, familiares. Y ese es, digamos, un aspecto en la vida de la mujer, en los mundos donde he vivido, que a mí siempre me ha impresionado mucho. Siempre he sido bastante sensible a ese aspecto de la vida, y creo que en mis libros eso se refleja constantemente, ¿no?

—Sí, mucho, lo que pasa es que algunos críticos que han analizado tu obra te han tildado de misógino, ¿no?, precisamente por reflejar esta realidad.

—Pero yo creo que eso es injusto, ¿sabes?, porque la presencia de la mujer es muy constante, ¿no?, en todas las ficciones que he escrito. Y tal vez de una manera más visible en el teatro que en las novelas. En el teatro, realmente, las mujeres son las grandes protagonistas de todo lo que he escrito: La señorita de Tacna, Kathie y el hipopótamo, La Chunga, Ojos bonitos, cuadros feos, etc. Son mujeres los personajes centrales, está clarísimo.

—¿Alguna de tus obras de teatro son algo autobiográficas?

"El hipopótamo se metió a mi vida a través de esa señora"

—Bueno, hay elementos. Por ejemplo, en La señorita de Tacna está construida la obra sobre un personaje. Justamente, esta tía abuela. Tampoco es una biografía de ella, muy anciana, fue centenaria, y vivía en esa especie de indeterminación en la que la realidad se le confundía con la memoria, con el pasado, con los recuerdos de su infancia. Entonces, ella me inspiró muchísimo ese personaje, pero también he añadido de otros. Digamos que el punto de partida de la obra fue el recuerdo de esa viejecita.

—Y Kathie y el hipopótamo, ¿por qué el título de la obra?

—Porque es una ficción, ¿no? Juegan dos personajes a decir mentiras, inventan nombres. Son dos nombres inventados: Kathie y Mark Griffin, que es el otro personaje.

—¿Es parte de tu autobiografía también?

—También hay un elemento autobiográfico allí. Claro, yo trabajé para una señora, en mis primeras épocas de París, cuando estaba en una situación difícil. Fui lo que llaman un escritor negro de una señora. Y eso, mira, esa es la materia primera con la que inventé Kathie y el hipopótamo.

—¿Nada que ver con tu afición a coleccionar hipopótamos?

—Bueno, mira, cuando yo escribí Kathie y el hipopótamo empezaron a regalarme figuritas de hipopótamos. Y así comencé yo a coleccionar.

—O, sea fue al revés.

—Sí, fue al revés. Digamos que Kathie y el hipopótamo está basado en ese libro que estaba escribiendo esa señora y en el que yo la ayudé. Ella contaba el episodio que había visto una noche en las cataratas Victoria, a dos hipopótamos haciendo el amor, y que se había quedado absolutamente impresionada ante el espectáculo monumental (Mario ríe). A mí eso me inspiró un poquito la idea de la obra de teatro, ¿no? O sea, que el hipopótamo se metió a mi vida a través de esa señora.

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Raulernesto
Raulernesto
2 años hace

Excelente !