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Mi reino por un caballo

Mi reino por un caballo

Si el trampero Hugh Glass, el inolvidable personaje que protagoniza Leonardo DiCaprio en El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015), tuviera 14 años y le hubiese sido encomendada la misión de encontrar a su padre, soldado sureño que lucha en la Guerra de Secesión con fortuna huidiza, seguro que compartiría el mismo arrojo con el que el joven Robert Childs parte en busca de ese confederado al que se le requiere en casa. A ambos les va la vida, pero lo que se encuentra el aguerrido Robey al llegar a las inmediaciones de Gettysburg (Pensilvania) es el escenario de la batalla más sangrienta de la que se tiene noticia en el territorio de Estados Unidos: más de cincuenta mil bajas en los cuatro días escasos que duró la contienda, entre el 1 y el 4 de julio de 1863.

"En la misión, Robert se ve acompañado por un precioso caballo negro carbón, con el que recorrerá las praderas, los valles y vadeará ríos"

En la misión, Robert se ve acompañado por un precioso caballo negro carbón, con el que recorrerá las praderas, los valles y vadeará ríos en cuyas aguas se instalaron muchas esperanzas, aunque también fluían hacia el océano otras ya perdidas. Para su madre, Robert —para ella siempre sería Robey— no tenía por qué ser diferente al resto de hombres que conocía: “No eran muy distintos de la sequía o de un súbito estallido de una tormenta sin lluvia. Iban y venían, dañaban y dolían”. Tenía que ir al sur, luego al este, valle adentro, y luego al norte, valle abajo. Corría la primavera y quedaban dos meses para la cruenta lucha entre confederados y unionistas. Tras la batalla, la guerra ya iba a ser otra. Pero eso todavía no lo sabía el pequeño Childs. De ahí que partiera en busca de su padre con unos cuantos consejos maternos, un lema familiar fijado a hierro por el que había que recordar que el peligro se supera cuando uno se enfrenta a él, aquel hermoso purasangre prestado que iba a querer más que a su vida.

"Un viaje iniciático en el que se aprecia el eco solemne de los pasajes bíblicos, la profundidad emocional de la épica bélica y el ropaje poético de las historias"

Robert Olmstead (Westmoreland, New Hampshire, 1954), compañero de pupitre de Raymond Carver y Tobias Wolff, ya había dejado muestras de su maestría y su sensibilidad desde que en 1987 publicara River Dogs, pero Caballo negro carbón (2008) iba a suponer un punto de inflexión en su carrera, pues al reconocimiento del público se le añadieron una serie de justos galardones que hablaban de una voz única para insuflar vida a las peripecias de los hombres y mujeres que iban a convertirse en el humus de la nación estadounidense. Sin caer en la misantropía ni crudezas extremas de algunos de los personajes de Cormac McCarthy, pero con el mismo acopio de lirismo que encontramos en Meridiano de sangre o en las Mil lunas de Sebastián Barry, Olmstead devuelve el orgullo a unas vidas que cimientan desde el lejano Oeste los entresijos de la condición humana. Sí, es una del Oeste, pero ya sabemos de lo que es capaz el arte cuando se pone espléndido. Poco importa el género en el que se instale o la época que retrate. Tampoco interesa así de primeras la vida de unos monarcas nórdicos con fantasmas interpuestos de hace más de quinientos años, y ahí está Hamlet para seguir dándonos alegrías. Por eso hay que dejar de lado los prejuicios y adentrarse en este relato que hará de la misión de Robey su particular línea de sombra. Un viaje iniciático en el que se aprecia el eco solemne de los pasajes bíblicos, la profundidad emocional de la épica bélica y el ropaje poético de las historias contadas al amparo de la lumbre en noches tan negras como el carbón. Para mí quisiera ese caballo. Si es verdad que, como se dice en la novela, en tiempos revueltos, la ira es más útil que la desesperación, no menos cierto es que unas cuantas horas de lectura selecta valen más que otras tantas persiguiendo quimeras en fatuas escape rooms. En Caballo negro carbón hay, además de un inesperado descubrimiento, una apuesta segura. No siempre se tiene el privilegio de montar un purasangre.

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Autor: Robert Olmstead. Título: Caballo negro carbón. Traducción: José Luis Piquero. Editorial: Hermida Editores. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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