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Mientras el mundo agoniza, de Carlos Giménez

Mientras el mundo agoniza, de Carlos Giménez

Mientras el mundo agoniza es un álbum monumental, de triple extensión y a todo color, con el que Carlos Giménez regresa con maestría renovada al género de aventuras intergalácticas que lo encumbró en el comienzo de su carrera. Sin embargo, esta es también una historia oscura en la que héroes y villanos deben expiar sus culpas, una historia ambientada en un mundo en el que apenas se vislumbra salvación, una historia que# si bien no es edificante, en el fondo quizá sí merezca ser contada.

Zenda reproduce el prólogo del autor a su obra y unas páginas de Mientras el mundo agoniza.

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Como decía Raúl, el amigo del señor Pablo, el que se suicidó tirándose por el balcón, el de Crisálida: «Empezamos a morirnos el día en que empezamos a pensar seriamente en la muerte, el día en que somos conscientes de que ha empezado el final, de que estamos en el último tramo de nuestra vida», –y añadía–: «y lo mismo ocurrirá con eso tan temido y tan vaticinado del Fin del Mundo, no llegará según la profecía de Fulanito o de Menganito. ¡El Fin del Mundo ha empezado ya!».

Y lo peor, o lo mejor, es que lo sabemos todos. El Fin del Mundo no ocurrirá un martes a las 12:30, o un domingo por la tarde después del partido.

No queremos darnos por enterados pero todos lo sabemos. Lo han publicado y siguen publicándolo un día sí y otro también los periódicos; lo vienen advirtiendo los científicos y los sabios que estudian estas cosas; lo hemos oído por la radio; lo hemos visto en la televisión, en documentales y reportajes… que si no vemos es porque no queremos ver, porque cambiamos de canal, porque es muy aburrido oír hablar de cosas tristes.

Cada día hay un medio que nos habla del cambio climático, que nos informa de que se están derritiendo los hielos de los polos y de los glaciares. Que nos dice que está aumentando la temperatura de los mares y está subiendo el nivel de las aguas de las costas del mundo.

Lo sabemos. Sabemos, aunque nos empeñemos tozudamente en mirar para otro lado, que en esos benditos y azules océanos que tanto nos entusiasman y tan bonitos nos parecen y en cuyas playas nos hacemos las fotos en las vacaciones de verano con nuestros hijos, hay más toneladas de plástico que de peces, que el plástico lo inunda todo, que es tóxico, que trae la muerte para los humanos y para los peces, los moluscos y las aves. Y no ignoramos que nos lo estamos comiendo cada día disuelto en el pescado con que nos alimentamos y alimentamos a los nuestros.

Y ya es hora de que miremos a la cara y prestemos atención a los que nos avisan de que los hielos formados con agua dulce, al derretirse y mezclarse con el agua salada, están cambiando la salinidad del mar, con lo que el plancton de los mares fríos, que es el principio de la cadena alimentaria del que depende toda la vida marina, está empezando a colapsar.

Lo sabemos, sí, pero no parece importarnos demasiado. Sólo a esos locos trasnochados de Greenpeace, a los que nadie hace caso, y poco más.

Seguimos consumiendo, fabricando y desechando plásticos y produciendo diariamente millones de toneladas de basuras que arrojamos al mar.

Cuando las playas ya estén lo suficientemente sucias e infectadas, llenas de detritus, porquería y animales muertos, alguien, algún político brillante, quizá propondrá tapiar el mar y poner multas a los que se asomen a él. Y trataremos de seguir viviendo sin mar. Y sin ríos. Y sin bosques. Y sin animales. Y sin comida…

Pero no es de esto de lo que trata el álbum que tú, querido amigo lector, tienes en tus manos. Perdona que te abrume con estas disquisiciones tontas. Es que me irrita que ningún partido político haya mostrado auténtica preocupación, más allá de hacer un guiño a los ecologistas, por nada de esto en sus programas en las elecciones pasadas, y que tampoco ninguno esté mencionando, con la importancia debida, nada de todo esto en las presentes. Parece ser que lo de que el mundo se vaya a la porra es, eso sí, algo triste y lamentable, pero no demasiado preocupante.

Pues bueno.

Este álbum cuenta una historia más o menos al estilo clásico de las historias de aventuras de toda la vida, una historia de venganzas terribles en escenarios exóticos, con naves espaciales y viajes interplanetarios, una historia de persecuciones y búsquedas, una historia con elementos fantásticos e imposibles en un mundo futuro no demasiado lejano, con piratas del espacio, terroristas fanáticos y robots. En definitiva, una historia de aventuras de buenos y malos, mejor dicho, de malos y muy malos, porque buenos, lo que se dice buenos, completamente buenos, al estilo del héroe tradicional de los tebeos de aventuras, en este relato encontraremos muy pocos.

Y todo lo mencionado anteriormente, lo de los hielos de los polos y todo eso, es sólo el telón de fondo detrás de esta aventura futurista: la fantástica epopeya a la que se lanzan tres aventureros mientras el mundo agoniza.

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Autor: Carlos Giménez. Título: Mientras el mundo agoniza. Editorial: Reservoir Books. Venta: Todostuslibros y Amazon

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