
Lo tengo que proponer en la próxima reunión del Consejo, aunque ya me huelo la respuesta, trufada de argumentos económicos: la actualización del dichoso sistema de prevención de incendios, que en los últimos cinco años se ha mejorado ya diez o doce veces. Y me digo que lo que necesita esta universidad es un sistema de prevención de idiocias. Aunque no sé de qué me quejo: al fin y al cabo es fidelísima maqueta del mundo que la rodea. Lo cierto, en cualquier caso, es que como no dejemos de traer figurones para empezar a traer figuras, esta institución nunca saldrá del marasmo ni de los últimos puestos del ranking nacional. Eso sí, nos beneficiaremos de un plausible sistema de prevención de incendios.

Pudiera ser, me digo, que el verdadero autor nunca se propusiera a priori y de manera consciente esa deriva que toma el relato de Balboa, sino que bien pudo aparecer sobre la marcha, como si el texto, al ir creándose, creara la armazón que lo sostiene. Vaya usted a saber, aunque las obras de don Arturo Pérez-Reverte, que no Pérez-Andújar, siempre se me antojan más intensas cuando el novelista parece no premeditar en exceso las trochas formales por las que se adentra. Un antojo que tampoco significa que las cosas sean verdaderamente así. En cualquier caso, si la idea es idiota por atrevida, e inútil por indemostrable, no es gratuita.
Creo que me voy a preparar un té. Dicen que es una bebida excitante, pero a mí me relaja. Me gusta poner las hierbas en el colador y verter el agua hirviendo en cierta taza de barro labrada con escenas de la vida de San Lesmes que adquirí en un puesto de cerámica popular durante unas fiestas en Burgos. Bien, decía que mi impresión sobre la intensidad del discurso revertino y las intenciones formales que lo articulan, nace del hecho de que el ex-reportero trate no sin displicencia -“lo escribí del tirón”, “no me costó mucho”, y expresiones similares- trabajos tan admirablemente construidos como Territorio Comanche o La sombra del águila. Son relatos aéreos, acogedores y sobrecogedores como una catedral gótica cuya increíble fábrica desapareciese pudorosa detrás de las emociones que provoca. Esa arquitectura “oculta”, supuestamente impremeditada, o “no demasiado trabajada”, según se desprendería de las declaraciones del autor, delata un profundo conocimiento del arte de contar, así como una trastienda con un formidable arsenal de recursos a su disposición, pues no otra cosa podría permitirle adoptar tan elegantes soluciones sobre la marcha. Es hasta tal punto así que cabe colegir incluso que ese arsenal comprenda toda la Literatura. Más: hace dos años, el profesor Capistrano, bien conocido por sus chascarrillos, me aseguró en Niza, donde nos encontrábamos con ocasión de unas memorables jornadas sobre la Mística de Sotosalbos, que Reverte no vive en una casa con biblioteca, sino en una biblioteca que acoge dentro una casa. Nos reímos mucho con la ocurrencia, pero hoy la risa se me hiela al imaginar esa legendaria biblioteca como mera proyección exterior de la cabeza de su propietario, un desmesurado reservorio de sabiduría sobre el arte de contar. Dicho de otro modo, Reverte viviría en el interior de una imagen de su propia cabeza. La idea es sugestiva porque ¿no vivimos todos el mundo como una imagen creada en nuestra cabeza y proyectada desde ella hacia el exterior? Lo malo es que en nuestros miserables cerebros no guardamos bibliotecas espectaculares ni ricos reservorios sobre el arte de contar, o sobre cualquier otra cosa igualmente interesante, sino recuerdos de programas televisivos, vacaciones en lugares infames y ensoñaciones adquiridas a plazos.

En este punto mi alma se relaja, los brazos caen y el Todo Alatriste se precipita blandamente al suelo. Me quedo como tantas veces dormido al arrimo del fuego en mi sillón favorito, calado el chapeo y la ferretería entre las manos. Por las circunvoluciones de mi cerebro corren Balboa y Alatriste en pos de nuevas aventuras. Y yo voy con ellos porque, como queda dicho, yo soy ellos y ellos, yo. Fuera, muy lejos, ulula el temporal rizando el brezo por las parameras de Escocia.
Buenas noches, señoras y señores.
PD: Reviso y entrego este artículo a Zenda la mañana del viernes 24 de junio y me niego a hacerlo sin que conste en él mi decepción. Acabo de saber que mi país se va de la CEE como un barco sin rumbo ni timón en pos de no sé qué ensueños: vivimos, en efecto, en el interior de nuestras cabezas. Tanto estudiar y tanto enseñar para cosechar este pepino. Si el futuro siempre es incierto por definición, esta mañana se me antoja aún más incierto todavía. Los locos han tomado el manicomio. Que Dios nos ayude a todos.
Cahill University (Scotland, GB), junio de 2016.
(Continuará).
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Título: Todo Alatriste. Autor: Arturo Pérez-Reverte. Editorial: Alfaguara. Páginas: 1792. Edición: papel


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