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Nearer, My God, to Thee

Después de los valses, llegó el turno del ragtime, el sonido de moda, como le gustaba decir a Wallace. Los ocho se esforzaron para que su música sonase más alegre ahora que los gritos del pasaje aumentaban en intensidad y dramatismo.

Al principio, a Roger, acostumbrado a otros arreglos, se le hizo complicado seguir el ritmo de sus compañeros. Pero después de una hora, las composiciones cobraban vida propia. Parecía que llevasen tocando siempre juntos.

El chelista no podía negar que su primer instinto fue huir. Pero la decisión ya estaba tomada. Seguro que Clara estaría orgulloso de él.

A todos les dolían las manos después de tres horas de interpretación ininterrumpidas. Nadie protestó. Se debían a su público: los pocos que quedaban en el salón de baile, los que luchaban por salvarse y los que como ellos: acabarían en el fondo del océano.

De repente, se hizo la oscuridad total. Ya no había luces y un gran silencio invadió todo el barco que comenzó a hundirse cada vez más rápido. No podían verse las caras, pero todos sabían que era el momento de tocar Nearer, My God, to Thee, la última pieza de la Orquesta del Titanic.

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