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No es tan buena idea hacerse monja

No es tan buena idea hacerse monja

Hemos aprendido mucho de algo que no nos interesa con Los domingos. Creo que la película de Alauda Ruiz de Azúa ganaría el Oscar a mejor filme internacional fácilmente. En Hollywood gustan las películas que retratan realidades secretas, minoritarias, un punto folclóricas. Nada tan folclórico para un norteamericano como un convento en Bilbao.

Me costó ir a ver la película porque cambiaron la hora. Entonces era de noche para salir de casa y ver a una muchacha que quiere ser monja. Me gusta ir al cine a ver exceso de cine. Esto quiere decir que me atraen los tonos, los ambientes, las estéticas, los retos, los riesgos y, en fin, la gramática cinematográfica expansiva.

Me molesta mucho una película que es sólo gente hablando.

Creo que si la hubiera visto en casa, hubiera dejado Los domingos a los veinte minutos, más o menos. La historia empieza con pausa y dubitación, asentando sus coordenadas de manera un poco rudimentaria. No me gusta un pasillo que sale. Es un pasillo empapelado, y quién tiene hoy una casa con papel pintado en las paredes. La película podría empezar quince minutos más tarde, sin que nada se perdiera.

"Decía Fernán Gómez que lo que buscaba en las películas era literatura. Yo en las películas quiero cine"

Luego la trama engrana y va todo elevándose, nos olvidamos de esa pátina barata del cine español (ignoro por qué las películas norteamericanas ofrecen todas una sensualidad inmediata en la calidad de imagen; será por las lentes, las cámaras, los cinematógrafos) y nos entregamos a la literatura. Decía Fernán Gómez que lo que buscaba en las películas era literatura. Yo en las películas quiero cine.

Alauda ha declarado que la composición de los planos no la obsesiona, y que su material de trabajo es el actor, sacar del actor la película. Lo entiendo, pues también en las novelas hay quien deja de lado la palabra y se preocupa sólo por el drama. Sin embargo, a mí me gusta la retórica, la falsedad, el artificio y la ensoñación. Podría morirme de un ataque al corazón si me obligan a ver entera una película de Hong Sang-soo.

Cuando la película ya iba muy bien, me salí de sus tensiones y conflictos durante un instante, en un único plano. Creo que es hacia la mitad. La niña que quiere ser monja desea probar su vocación con una estancia breve en el convento, y su padre y su tía la llevan allí. Esperan en una sala a que les reciban. Son tres personas, un espacio cerrado, un plano sostenido general. Recuerdo que un personaje (el padre, pongamos) se situaba a la derecha, y que la tía y la niña monja estaban a la izquierda, levemente solapadas; luego la pintura de la pared o el filo de un esquinazo trazaba detrás de ellas una línea incómoda. Me pareció un plano horrible.

"Pasados los días, creo que Dios no está en la película, no va de la fe, no va de ateísmo. Es sólo una buena historia"

Las escenas con gente colocada han dado para mucho lucimiento en el cine, desde los interiores de John Ford a los cuatro personajes del ascensor en El Gran Hotel Budapest. Hay imágenes icónicas de gente quieta, coreografiada para expresar algo simplemente ocupando un espacio (como el famoso plano de La puerta del cielo, especie de ángelus visual).

Sin embargo, el plano que les digo me pareció tan espantoso que casi le vi talento. Era como si la despreocupación absoluta por dónde colocar a tres personajes dentro de una pre-sala o refectorio u office conventual acabara diciendo también algo. El hecho de que me llamara la atención me hizo pensar si no sería un buen plano, finalmente.

Los domingos parece al principio una película sobre la vocación religiosa. En general, hemos interpretado así la cinta. Pasados los días, creo que Dios no está en la película, no va de la fe, no va de ateísmo. Es sólo una buena historia. Una chavala en el siglo XXI se quiere meter monja, y a ver cómo le dices que eso es una tontería. Es un conflicto muy original.

"¿Por qué mata Alauda a la madre? Porque necesita un trauma, un dolor al fondo, una motivación no expresada"

Para que funcione, Alauda ha escrito un guion impresionante. No sobra nada. No hay personajes innecesarios. Está muy bien pensado y yo disfruto mucho de analizar luego por qué el guion está tan bien pensado.

Por ejemplo, cuando estaba por llegar a los cines la película vimos el tráiler y creo que todos interpretamos que padre y tía eran padre y madre. En el tráiler no podía saberse que Patricia López Arnaiz era la tía; en la película, durante unos minutos, pensé que se trataba de padres divorciados.

¿Por qué mata Alauda a la madre? Porque necesita un trauma, un dolor al fondo, una motivación no expresada. La niña huérfana ve a Dios. Quiere irse con él.

El padre, sorprendentemente, siendo más tosco que la tía, se muestra tolerante con la inclinación cenobita de su hija. Es la tía, encarnando el progresismo, la que luchará para que este desperdicio de vida no se produzca.

"Todo es verdad, es potente, una maquinaria de absorción de almas que quieren llegar a Dios"

Aquí la guionista y directora toma dos decisiones muy inspiradas. Primero, le da a la tía una vida insatisfactoria, para proponer que esta mujer moderna (gestora cultural, encima) tampoco tiene todas las respuestas. Que no sepa solucionar su propia vida (tiene problemas con su pareja, un argentino sin trabajo) nos ayuda a comprender su delicadeza a la hora de hacer frente a una aberración como encerrarse con 17 años en un convento. Esa es la segunda decisión: la calma con la que una mujer moderna trata de disuadir a una muchacha nacida en el siglo XXI de que no haga algo propio del siglo XIII. Es contra-intuitivo. Pero si la tía gritara a las primeras de cambio, no habría película.

Los domingos es una película, pienso ahora, precisamente sobre la decisión. En las dos horas que dura, no hay otra cosa que una decisión que alguien toma y otro no quiere que tome y cuya irreversibilidad se consumará o no en los últimos cinco minutos del filme. ¿Se hará monja está chica? Esa es la película. La película no es: ¿existe Dios?

Para que todo no se desplome en el ridículo, Alauda ha tenido que armar un cuerpo monacal inverosímil, pero muy documentado. Los procesos, la ropa, el convento por fuera y por dentro, los objetos, los camastros, una iglesia o dos que salen. Todo es verdad, es potente, una maquinaria de absorción de almas que quieren llegar a Dios.

"Sin embargo, el cura cicerone y las monjitas en general son construcciones a favor de la historia. No existen. No existe un cura que esté eternamente encantado de su relación con Dios"

Sin embargo, el cura cicerone y las monjitas en general son construcciones a favor de la historia. No existen. No existe un cura que esté eternamente encantado de su relación con Dios, como atontado en la gracia, constantemente edulcorado por la fe, como es el caso del sacerdote que guía a la muchacha hacia su toma de hábitos. La jefa monja, madre superiora, interpretada escalofriantemente por Nagore Aranburu, presenta a su vez un semblante impertérrito en su beatitud. Vive Dios, con Dios, de Dios las veinticuatro horas del día. Luego hay una monja más joven que flipa en colores con su vida de monja, pues Dios le dijo a ella: “Te quiero para mí”.

No hay ni una sola nota de negatividad en el retrato de las monjas o los curas, y esto es así porque monjas y curas parten con mucha desventaja en cualquier película. Si apareciera la más mínima sombra de descrédito sobre el convento en la película, nadie se creería que una chica quiere hacerse monja, que un padre lo tolera, y sería imposible ese logro de Los domingos que resiste todo el metraje y nos acompaña a casa: no saber si la decisión de Ainara (Blanca Soroa) es correcta o no.

La decisión es un disparate, obviamente. La genialidad de Alauda Ruiz de Azúa consiste en mantener la balanza completamente equilibrada hasta que la película termina, y también después, cuando la gente debata sobre ella.

Por eso resulta tan catártico cuando la tía pierde los papeles, en el tramo final. Es un placer enorme verla fuera de sí. “¡Nadie te está llamando!”, grita, y el cine exclama: “¡Ya lo sabía yo, joder!”

Hay un instante de Los domingos que me hizo pensar en Kill Bill. No quería dejar de ponerlo. Ainara no es una novicia, sino una heroína. Está buscando su momento de heroicidad.

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John P. Herra
John P. Herra
1 mes hace

Hay personas que tienen muy claro lo que quieren ya a los 17 años, y antes, y cuyo momento heroico dura una vida. Hay gente que ve y siente a Dios. Que usted no conozca a ninguna de esas personas no significa que no existan.

El hombre moderno, urbanita, occidental y trabaja-sentado sólo juzga según su criterio y sus valores. No necesita ser más que un espectador, ni lo pretende. Fuera de su ámbito, es un pez fuera del agua, que no es el ancho mar, sino una confortable pecera.

Roberto Roche
Roberto Roche
1 mes hace
Responder a  John P. Herra

Sin ponerlo en duda, también es verdad que hay sectas que practican la pesca submarina en las aguas de la inmadurez y la generosidad adolescente, presionando hasta provocar la crisis vocacional al margen de las familias. No es el tema de la peli, pero habrá oído hablar del Opus Dei y los catorce años y medio…

John P. Herra
John P. Herra
1 mes hace
Responder a  Roberto Roche

Hay criterios muy claros y precisos para la vocación religiosa, y si me apura, también para casarse y elegir una carrera. Hasta donde sé, los encargados de las vocaciones en la Iglesia suelen rechazar a bastantes candidatos. Eso no quita que haya sectas, ideologías, mafias, partidos políticos, bandas juveniles, y malos sacerdotes que aprovechan las zonas en construcción del joven. Los hijos cuyos padres han hecho bien su trabajo tienen menos posibilidades de equivocarse. Mi modesto parecer es que hay que dedicar mucho tiempo a los hijos y tener una relación de amor y confianza, por encima de cualquier otro asunto. Quien consiga eso, no debe temer demasiado a los lobos. Ahora bien, los errores forman parte de la vida y diría que son necesarios para el aprendizaje. Una de las señales de alerta es la que usted ha señalado: “al margen de las familias”.

Chema
Chema
1 mes hace
Responder a  Roberto Roche

Una aclaración, a los catorce años y medio no perteneces al Opus Dei, pides la admision pero eres aspirante, y lo puedes puedes pedir previa aprobación expresa de los padres. Te incorporas juridicamente al Opus Dei con la mayoría de edad y no te incorporas de manera definitiva como mínimo hasta los 23 años, es decir que tienes tiempo más que suficiente para poder discernir con madurez si es tu camino o no y dejarlo con libertad. Tienes más tiempo que el que el que se dan la inmensa mayoría de los noviazgos antes del matrimonio.

Ana
Ana
1 mes hace
Responder a  John P. Herra

De acuerdo! Muy miope el columnista

Chema
Chema
1 mes hace

Pero por qué la decisión es un disparate? Con esa perspectiva cerrada e intolerante será complicado que el autor del artículo pueda entender la belleza de la correspondencia del amor divino que ha recorrido la historia de la humanidad durante toda nuestra historia, que a día de hoy sigue resonando en muchos corazones en la mayoría del planeta. Quizás menos en occidente, pero no perdamos la perspectiva que se trata de una excepción estos últimos 50 años de sospecha de la realidad poderosa de la presencia misteriosa pero real de Dios en el devenir del hombre en la historia de la humanidad, y será cuestión de tiempo que nos demos cuenta como sociedad que nada de estúpido tiene volver a escuchar esa voz suya en nuestro interior.

Ricardo
Ricardo
1 mes hace

“No me gusta un pasillo que sale. Es un pasillo empapelado, y quién tiene hoy una casa con papel pintado en las paredes.” La primera frase, irreprochable, pero la segunda… ¿y qué si poca gente? Me recuerda a una crítica que hizo usted hace algunos años a la novela “Mrs, March” Según usted retrataba ambientes que ya no existían. ¿Y qué? (además, sí existen). Doy por hecho que para usted la literatura no es sociología novelada. ¿Entonces, qué es lo que realmente le molestó de la novela y del pasillo? Reciba un cordial saludo

Angela
Angela
1 mes hace

Crítica contaminada por su ideología. Una pena.

Ana
Ana
1 mes hace

Artículo penosamente contaminado por los sesgos de su autor. Qué lastima!

Lourdes
Lourdes
1 mes hace

Quién no ha tenido un encuentro con Dios no puede entender la decisión de una adolescente con vocación.
Me parece que la película es muy realista y deja muy claro la visión del mundo sobre la iglesia ,encarnado en el personaje de su tía disfrazada de tolerante ,pero que encierra una ira que prohibe la decisión libre de su sobrina de meterse en un convento.
Hablando de desperdicios ,cuántas adolescentes viven un auténtico infierno, probando experiencias para llenar su corazón ,sin que nadie les diga que Solo su padre Dios les puede llenar de un Amor incondicional que les haga plenas y felices.

Ursula
Ursula
1 mes hace

No tienes ni idea de lo que es la fe

Stefany
Stefany
1 mes hace

Para escribir esta “crítica” era necesario investigar un poco de qué va la vida religiosa o el ministerio sacerdotal. Habría que indagar un poco, para entender los elementos que describe de manera desacertada en su columna. Se cae en el riesgo de dejar de ser crítico y pasar a la orilla de los criticones que desconocen de lo que hablan. Su trabajo luce sencillo, hablar mal o bien de algo, según usted mismo. Estamos en un siglo de crisis en cuánto a las vocaciones, porque Dios está lejos de ser el objetivo principal de la sociedad actual. La elección de servir a Dios es tan personal como cualquier otra.

Juan Luis
Juan Luis
1 mes hace

No te puedes hacer monja pero si puedes abortar o mutilarte para que parezca que has cambiado de sexo. Y los padres… ni rechistar, que todavía acaban en prisión

Última edición 1 mes hace por Juan Luis
veritatisinquisitor
veritatisinquisitor
1 mes hace

Es verdad que la película no es sobre la vocación (lo digo totalmente en serio), y este artículo no es sobre la película, sino sobre un resentido que no entiende la fe en absoluto, ni a las personas que la viven y que necesita menospreciar dicha fe por ello.

Marta
Marta
1 mes hace

Para todo aquel que no lo sepa, hasta los votos perpetuos, toda decision es reversible. Si en la película entra de postulante a los 17 años, no será novicia hasta al menos un año después, ya en la mayoría de edad, y esto la película lo deja ver, tanto en la conversación que tiene con otra postulante que ya lleva un año, como en el nuevo miembro de la familia que aparece. En la vida real, conozco bastantes chicos y chicas que ingresan en conventos y seminarios, para hacer un discernimiento, y por supuesto hay una proporción que salen. Y puedo decir que no salen corriendo, pues invariablemente ha sido una etapa de crecimiento y reflexión, y que salen libremente, como entraron, convencidos de que su camino es otro y sin que nadie se lo impida ni presione.
Esto va de otra cosa.
Es increíble como se opina y se juzga y sentencia desde el desconocimiento más absoluto.

Manu
Manu
1 mes hace

“Hemos aprendido mucho de algo que no nos interesa”, dice el autor en el inicio de su crítica. O tiene la valentía de hablar por la mayoría de sus lectores (o, incluso, de la sociedad en su conjunto; ¡válgame Dios, qué osadía!), o menosprecia la posibilidad de hacer arte sobre un tema sin gran arraigo social, en cuyo caso no comprende que los artistas, precisamente, ponen sus ojos en la sociedad en su conjunto, tanto en aquellas ideas o movimientos con mayor peso, como en los que son minoritarios.

De la misma frase, además, se deduce que el crítico está cerrado a nuevas posibilidades, nuevos horizontes y nuevos aprendizajes. Con su verdad por delante, imagino que catalogada por él mismo como absoluta, es imposible reconocer que no sabe todo, que le quedan cosas por descubrir, que su verdad está incompleta.

Continúa, más adelante, aireando sus gustos personales sobre el cine: “Me gusta ir al cine a ver exceso de cine”, “Me molesta mucho una película que es sólo gente hablando”, “La película podría empezar quince minutos más tarde, sin que nada se perdiera”. En parte se entiende, porque, al fin y al cabo, le pagan para que escriba y para que dé su opinión, aunque, quizá, gustos tan personales impiden que la columna cumpla con su función originaria: ofrecer al lector argumentos relevantes sobre el interés de la película o lo que esta ofrece.

Y, cuando parece que la crítica se va a centrar en aspectos técnicos de la película, entonces el autor decide, cual si fuera una novela de suspense, dar un giro a su texto. Dice que “Dios no está en la película”, que no va de fe y que solo es un conflicto muy original. Si se quitan las dudas vocacionales, la fe la protagonista y el ateísmo de la tía, la película queda vacía de contenido y de trama. Está bien buscar un punto de vista original para hacer una crítica diferente; no parece tan correcto negar lo evidente con tal de salirse con la suya.

El autor, neófito de todo lo relacionado con la fe y la Iglesia, se embarra sin pudor cuando habla de cualquier aspecto religioso. Presenta la muerte de la madre de la protagonista como la motivación subyacente que justifica la fe de la protagonista. Sin embargo, durante las conversaciones de la adolescente con el sacerdote -su acompañante espiritual- y con la monja -madre superiora- no se atisba una sola referencia a la madre. Se muestra una vocación madura, reflexionada, orada y acompañada de forma seria.

Casi al final de su bien retribuida columna, nuestro autor critica -en el más negativo sentido de la palabra- que las figuras del sacerdote y de la monja son irreales, en tanto que muestran su cara más “divina”: siempre amables, compresivos, preocupados. Es evidente que todo religioso, como cualquier persona, es poliédrico y pecador. Ahora bien, ¿qué trama, literaria o cinematográfica, no aplana a todos sus personajes en pos de transmitir eficazmente una idea y de facilitar la comprensión? ¿Qué hubiera aportado a la película presentar otras dimensiones del cura o de la madre superiora? Cuando, además, la tendencia general en la Iglesia es que los acompañamientos vocacionales se traten como refleja la película: con respeto, cierta lejanía y mucha libertad.

La guinda de este indigesto pastel en forma de columna es la afirmación del antepenúltimo párrafo: “La decisión es un disparate, obviamente”. Obviamente, porque el autor, como la tía, no comprende, ni lo intenta. Obviamente, porque no conoce a Dios y, parece, lo niega. Obviamente, porque no se deja interpelar por una realidad que, aunque minoritaria, sigue estando presente en nuestra sociedad: aun hay jóvenes que apuestan por entregar su vida a Dios.

Y sí, Ainara es una heroína -entre tanta palabrería alguna afirmación del crítico tenía que ser válida-, pero no porque busque su momento egocéntrico de éxito, sino, precisamente, porque se busca y se encuentra a sí misma, sin dejarse arrastrar por la sociedad. No busca el foco y el aplauso barato y vacío, busca y encuentra su rincón en el mundo, que no es otro que el silencio humilde de un monasterio en el que rezar, también, por quien no la comprende (su tía, un columnista, o quien sea).

Mariana Locatelli
Mariana Locatelli
1 mes hace

Rezo por usted, señor Olmos, para que el Señor toque su corazón. Puedo notar que está herido. Y lo lamento mucho. Eso no fue una reseña. Eso fue odio y desprecio hacia Dios y la Iglesia. Sólo los que verdaderamente tenemos fe podemos ver con el corazón y amar sin juzgar.