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No hay tumba posible

Cuando un libro sobre músicos empieza un capítulo diciendo que “quien quiera ser un buen músico tiene la oportunidad de serlo si elige nacer el 24 de enero” marca una declaración de intenciones y, de paso, le suelta al lector que lo que se le viene está documentado con solvencia y exhaustividad. Para botón de muestra la bibliografía y el índice onomástico del volumen, que se diría obligados en libros de estas características y sin embargo brillan por su ausencia en muchos de ellos, como ocurre con Filosofía de la canción moderna, de Bob Dylan, por poner un ejemplo cercano y flagrante. Alberto Manzano (Barcelona, 1955) entiende bien lo que ha de ser un estudio sobre la música, venga de donde venga. Sí, sabemos que es el biógrafo oficial de Leonard Cohen, y conocemos su querencia por el rock con raíces, así como por el traslado del universo cancioneril anglófono a territorios idiomáticos del español. Lo ha hecho con las canciones de rock y, últimamente, con el legado de las músicas negras. De él es también la monografía ensayística Aleluya: Mística y religiones en el rock (Cúpula, 2021), un análisis profundo del modo en que las grandes religiones penetraron en la música y el pensamiento de algunos de los más importantes poetas del rock.

"El libro desborda en información, repasa las trayectorias, se detiene en los momentos cruciales de los músicos y desmenuza con autoridad y buenas dotes las carreras de esta constelación con seis estrellas que hoy titilan como nunca"

En esta ocasión se aprovecha la excusa de los últimos discos imaginados por grandes de la música antes de morir y monta un sentido homenaje a todos ellos que recorre sus trayectorias y recala en lo más nutrido de sus discografías y sus biografías. Los escogidos son más o menos obvios: Freddie Mercury, George Harrison, Johnny Cash, David Bowie y Leonard Cohen los que más, Warren Zevon el que menos. Menos obvio queremos decir, no menos genial. De hecho, Manzano va a buscar la anécdota que ilumine a estos dioses del Olimpo musical, pues eso del Cielo de los artistas ya se sabe que es una comunidad politeísta en la que muchos siguen a la greña, pese a dejar su existencia terrenal. Pero de los elegidos, ni rechistar. Todos grandes, todos interesantes y todos necesarios. Algunos incluso ofrecieron desde las alturas casi lo mejor de sus repertorios, como fue el caso de Johnny Cash, quien, aliado con Rick Rubin, consiguió la misma conexión trascendental que lograra decenios atrás con Sam Phillips en sus grabaciones para Sun Records. Bowie hizo lo propio con el quinteto de jazz que afanó a la compositora y directora de big band Maria Schneider, y lo mismo podríamos decir del resto de seleccionados para la gloria.

"La baza resulta ganadora: una última mano invencible en el juego de la vida antes de levantarse de la mesa y dejar la partida, como recuerda el encarte de presentación del libro"

El libro desborda en información, repasa las trayectorias, se detiene en los momentos cruciales de los músicos y desmenuza con autoridad y buenas dotes las carreras de esta constelación con seis estrellas que hoy titilan como nunca. Otros quedaron en la cuneta, a pesar de que pertenecen al mundo del rock tanto como Cohen, que está en el libro por su influencia en otros tantos músicos del universo rockero, no porque él lo fuera en esencia, rockero queremos decir. Amy Winehouse, Kurt Cobain, Tupac Shakur, Notorious BIG, Jim Morrison, John Lennon, Ian Curtis, Michael Jackson, Karen Carpenter, Tom Petty o Dr. John serían otros tantos a los que dedicar estos últimos acordes de la muerte, pero aquí hablamos de ídolos indiscutibles y de gustos personales, que para eso firma uno un recorrido con el de El Rock de la Muerte. Alberto Manzano recurre a la idea de alumbrar los últimos pasos de estos artistas, conocedores de la inminente partida de este mundo tras serles diagnosticada una enfermedad terminal, pero aprovecha para echar la vista atrás y montar las correspondientes biografías de cada uno de ellos, con acomodo a las necesidades emocionales de quien firma en ensayo. Habrá quien eche de menos alguna mujer en la selección, pero es que la cosa no va de cuotas o justicia; el asunto es otro, la simple muestra de respeto ante el arte de esta media docena de músicos sin los que nuestras vidas serían más pobres y, a buen seguro, más tristes. La baza resulta ganadora: una última mano invencible en el juego de la vida antes de levantarse de la mesa y dejar la partida, como recuerda el encarte de presentación del libro.

Como buen traductor —y poeta, ahí está El Reino de la Pobreza para atestiguarlo (Hiperión, 2016)—, Manzano no renuncia a afinar la pluma en las canciones de estos astros, traspasando el contenido a nuestro idioma para regocijo propio y ajeno. Y como fanático que espera ser entendido por sus lectores finales, se permite extraer miles de detalles de los discos seleccionados, así como interpretaciones muy personales de lo que él llama plásticos y los jóvenes de hoy conocen como vinilos. El volumen se completa con un manojo de fotografías, en su mayoría del inmenso catálogo de Getty, aunque algunas son del archivo personal del propio Manzano. Lo dicho, un libro que habla de la muerte pero contiene la fórmula para alargar la vida de los mortales que se atrevan a leerlo.

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Autor: Alberto Manzano. Título: El Rock de la Muerte: Los discos póstumos como legado musical de grandes artistas. Editorial: Libros Cúpula. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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